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El blog Opinions pretende ser un espacio de reflexión, de opinión y de debate. Una mirada con vocación de reflejar la pluralidad de la sociedad catalana y también con la voluntad de explicar Cataluña al resto de España.

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Todos a la cárcel

Lluís-Anton Baulenas

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Seguimos con más o menos atención el caso desdichado de Óscar Sánchez, lavacoches de Montgat (Barcelona). Lo habían confundido con un jefe mafioso y la justicia española, sin hacer comprobaciones, lo había entregado a la italiana. Y allí, también por un cúmulo de desidia e incompetencia, lo habían tenido casi dos años encerrado en la cárcel. Los vecinos y amigos de Montgat se movilizaron durante todo ese tiempo. Ellos y un seguimiento del caso por parte de un equipo de reporteros de El Periódico lograron que la policía de España abriera una investigación que concluyó que el lavacoches había sido víctima de una suplantación de identidad por parte de un narcotraficante. Una vez reconocido que se había equivocado, la policía española informó a la justicia italiana de esta realidad. A partir de aquí, desde Italia se hizo eterna (dos años) la serie de trámites que permitieron que Óscar Sánchez fuera puesto finalmente en libertad sin cargos, hace un año, más o menos. Sin disculpas. Aquí se demuestra lo fácil que es que te metan en la cárcel y lo difícil que es salir aunque te hayan metido por error. Y si sales, no hay ningún mecanismo automático oficial, ni español ni italiano, que se ponga en marcha para compensar en todos los sentidos este error brutal. Si no estás de acuerdo, te dicen: Denúnciame. Bueno, te lo dice un Estado (en este caso, dos, España e Italia) y se lo dice a un lavacoches de Montgat. Óscar Sánchez lo ha hecho y ojalá que tenga éxito. Mediante su abogado presentará una demanda de indemnización contra España tal y como ya ha hecho contra Italia.

Y he aquí, pues, que tenemos una vez más la pulga pobre (que además, debe proveer de fondos a su abogado) que se enfrenta al gigante omnipotente de dos cabezas, una italiana y otra española. Que gane, que les saque tantos cuartos como pueda. En casos como este, el Estado, una vez reconocido el error y las gravísimas consecuencias de dicho error, debería ir por delante. Y, a la espera del resultado de las demandas de indemnización, podría pagarle a cuenta un dinero para que pudiera rehacer su vida. O algo. Todo menos que alguien te abra la puerta de la prisión donde te han encerrado por equivocación y te eche afuera con una patada en el culo mientras te dice: “Nos hemos equivocado, de acuerdo, y ahora lárgate, a ver si me voy a arrepentir”.

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