El municipio es un escenario magnífico donde probar y aplicar nuevas maneras de hacer política porque las personas que participan en ella no se ven tan afectadas por la línea de los partidos políticos y el debate es mucho más cercano a la calle. Es un ámbito propicio para tejer nuevas alianzas entre las izquierdas catalanas, disminuyendo los obstáculos de los grandes acuerdos entre estructuras de partido. El espacio de la política municipal ha sido tradicionalmente uno de los bastiones de progresistas, donde nacieron las experiencias de gobiernos tripartitos. Con los años se ha impregnado de los problemas de la política de partido y ha pecado de institucionalismo, gestionando el régimen sin plantear una transformación. Ahora hay que girar de nuevo hacia el otro lado del péndulo y volver a la política municipal de base para redefinir el cómo hacer política, con quien hacer política y qué políticas diferentes se harán.
Los últimos meses han surgido varias propuestas para aglutinar las izquierdas políticas y sociales en un frente amplio. Ideas como la Syriza Catalana, que suma movimientos sociales, sindicales y políticos de la izquierda alternativa (ICV, EUiA y las CUP...) o la Aliança Catalana de Progrés, que pretende sumar el centro izquierda con ecosocialistas y republicanos, están en muchos debates. Estas posibles alianzas se encuentran con las dificultades típicas de la suma de diferentes estructuras de partido: recelos, objetivos y estrategias diferentes, intereses electorales, problemas de liderazgo, reparto de cuotas de poder, etc.
Estos contactos suelen hacerse desde arriba por las cúpulas de las formaciones o dirigentes de las corrientes, donde los problemas que hemos mencionado se acentúan y no hay lugar para un debate pausado. Las alianzas entre fuerzas que suelen competir por un mismo espacio son inestables de por sí, sólo son más sencillas cuando uno de los actores es muy pequeño o con poco peso, como podría ser una corriente interna de un partido que se escinda y se pueda sumar a otro partido con estructuras, liderazgos y representación institucional consolidada. En cambio, si se pretende sumar actores más grandes los acuerdos deberían ser fruto de un debate tranquilo desde las bases para tener unos cimientos sólidos que contrarresten los problemas de competencia por cuotas de poder, para acaparar los liderazgos o para imponer un discurso.
Aquellas bases de cada partido que comparten espacios de reflexión y de incidencia social, coincidiendo con buena parte de los objetivos y la manera de hacer, serán más propensas a hablar de unidades, ya sean tácticas o estratégicas. Las bases de los partidos se encuentran en los movimientos sociales y los pueblos y ciudades, por lo tanto plantear las alianzas desde los municipios permite sortear en parte el problema de las coaliciones entre partidos a nivel nacional. De entrada sólo se darían en aquellos lugares en que las relaciones son buenas y ya ha habido un trabajo común previamente. Cada formación tiene diversas realidades locales y se pueden tener buenas relaciones en unas localidades y en otras no coincidir en absoluto. Los municipios pueden ser un espacio para probar alianzas con naturalidad que con el tiempo sean extrapolables a nivel nacional.
En el municipio la participación política es más flexible y esto ayuda a hacer factibles las propuestas de alianza para crear un nuevo espacio. Los miembros de los partidos suelen tener otros frentes donde trabajar, la militancia social o la participación en entidades hace que los límites de los partidos sean porosos. O incluso, se puede plantear el proceso a la inversa, personas que confluyen en movimientos sociales o en entidades, pueden acabar participando en la política municipal o creando candidaturas fruto de la experiencia y las complicidades que crea la participación social.
Cabe resaltar que la crecida de las CUP en y desde el ámbito municipal, la existencia de otros ejemplos transformadores como las Candidaturas Alternativas del Vallès o incluso la lejana Marinaleda, parecen confirmarnos que el municipio, además de ser un buen espacio de encuentro y confluencia entre diferentes bases políticas, también tiene más potencialidades. Es un escenario donde probar nuevas maneras de hacer política (más asamblearias, abiertas y con miradas suficientemente amplias para plantearse cómo participar para transformar) ya la vez tiene la capacidad de demostrar que las instituciones municipales, con la implicación de la gente, pueden generar realidades políticas diferentes a las que son propias al sistema.
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