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Estamos acostumbrados a observar a los artistas y miembros del mundo del entretenimiento norteamericano (contamos a los deportistas, también) comprometerse en las más diversas causas y expresar su opinión sobre los temas sociales y políticos de actualidad. En Cataluña, en España, esto todavía es muy minoritario. Hay actores claramente alineados políticamente a quienes no importa exponer públicamente su ideología. Nos vendrían enseguida a la memoria varios nombres. Aquí, el artista, el actor, es apolítico por esencia. Todavía queda viva -y por muchos años- toda la generación de cómicos crecida con el franquismo. Con los deportistas pasa igual. Pero ahora, aunque sea para imitar una vez más la idiosincrasia de Estados Unidos, donde este comportamiento tiene razón de ser debido a una tradición totalmente diferente de la nuestra, todo el mundo cree que debe hacer preguntas de la más rabiosa actualidad social y política a cualquiera que haya salido un par de horas en la tele. O aunque ya tenga una carrera hecha… mientras salga en la tele.
Ahora, por ejemplo, a cualquiera le preguntan sobre la independencia de Cataluña. Y lo más curioso es que todo el mundo tiene una respuesta (si preguntaran sobre la física cuántica, también, se trata de responder). La periodista María Teresa Campos, entrevistada la semana pasada en El matí de Catalunya Ràdio con motivo de la presentación de su libro Princesa Letizia, fue preguntada sobre la ley Wert. Si todo el mundo está hablando de esta ley sin saber nada, ¿Qué debía responder la señora Campos, que sabía aún menos? Veterana, consciente de que jugaba en campo contrario, se escabulló como pudo, pero al final no pudo evitar un “no entiendo qué tiene de malo ser español”. Nada, tiene, evidentemente. Sin darse cuenta, tocó uno de los puntos candentes del problema. En Cataluña hay muchos miles de catalanes que opinamos que ser español no tiene absolutamente nada de malo, intrínsecamente. Ni francés. Ni inglés. Ni italiano. Sólo que muchos miles queremos ser sólo catalanes. Y no pasa nada. Desgraciadamente -y esto lo hemos visto con las toneladas de caspa que han cubierto muchas de las manifestaciones unitarias del día de la Constitución- hay españoles de buena fe que piensan que los catalanes, o muchos catalanes, odiamos España. Pues no. Puedes desear tener otro tipo de relación con España, desde fuera, sin odiarla. Incluso, queriéndola. Pero viendo que, por ahora, lo mejor es separarse durante un tiempo.
No estoy seguro de que cualquier periodista deba preguntar cualquier cosa a cualquier personaje popular, simplemente porque el tema está de actualidad. Hay cuestiones muy serias. La relación Catalunya-España lo es. Y respuestas como la de la señora Campos, queriendo lanzar balones fuera, contribuyen a complicarlo todo más. Sin que previamente la señora Campos no se hubiera posicionado de una manera u otra políticamente, en Estados Unidos no le habrían preguntado por la independencia de Cataluña, aprovechando una entrevista de otro tema. Si lo haces, son ganas de liarla. ¿Estamos de acuerdo? ¿Es interesante saber la opinión de la señora Campos sobre el particular? ¿Y la de Messi? El jueves, 6, en un acto público publicitario de Turkish Airlines, le preguntaron sobre la reforma educativa y la independencia de Cataluña. Sobre la primera, sin la veteranía de Campos, Messi, con sensatez, decidió ofrecer la lógica de la propia experiencia. Dijo que había crecido y estudiado en catalán y no veía ningún problema, sin entrar en la actualidad estricta de la ley Wert, que no conocía. Sobre la segunda, no tenía elementos para formarse una opinión y, tranquilamente, prefirió no contestar. Mejor eso que no empezar a divagar diciendo tonterías insustanciales, lugares comunes, sobre una cuestión que desconoces.
Todo ello implica una gran pérdida de tiempo. Nos encontramos en un mundo lleno de periodistas que hacen preguntas sobre cosas que no saben (pero aún con ello, las hacen) a gente que tampoco sabe ni jota (pero que sin embargo, responden).
Vivimos en un mundo mediático lleno de una banalidad líquida, cremosa, que nos lleva y se nos lleva.