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El martes de la presente semana la hija de Francesc Cambó, Helena Cambó de Guardans, hizo personalmente entrega a Mariano Rajoy de un ejemplar de la primera edición de 1927 del libro del su padre “Per la concòrdia”, durante el acto de donación al museo del Prado de obras de arte español cedidas por varios mecenas. “Esto es una joya en los momentos que vivimos”, exclamó el presidente del gobierno. Una vez más, con reiteración, la faceta de Francesc Cambó como mecenas cultural desdibujaba la otra más decisiva, la de Francesc Cambó como dirigente político antidemocrático de la derecha catalana. El fundador, líder de la Lliga Regionalista (después Lliga Catalanista) y ministro en repetidas ocasiones de los gobiernos de Alfonso XIII prestó apoyo directo, directísimo, a los dos levantamientos antidemocráticos de su época: la dictadura de Primo de Rivera y la guerra civil desencadenada por el general Franco. El grito tan popular durante la II República en las calles de Cataluña de “¡Viva Maciá, muera Cambó!” era sin duda muy sintético, incluso simplista, pero perfectamente ilustrativo. En la posguerra el franquismo decidió que “Roma no paga a traidores” y Cambó prefirió exiliase cerca de sus fabulosos negocios internacionales, en Buenos Aires, donde falleció en 1947. El catedrático Borja de Riquer lleva años preparando una biografía monumental sin tabúes, que seguimos esperando. El cincuentenario de la muerte de Cambó se vio conmemorado en 2007 en Barcelona con la erección del monumento sito en la Vía Layetana esquina Jonqueres, escamoteando de nuevo el debate sobre su papel político. La faceta del Cambó mecenas cultural merece todo el respeto del mundo, exactamente igual como lo merece la verdad sobre su ominoso papel político.
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