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De las pequeñas victorias a las alternativas globales

Alcaldes Zaragoza, A Coruña y Santiago reivindican las "ciudades del cambio"

Kate Shea Baird

Entre el 9 y el 11 de junio, alcaldes, concejales y activistas de más de 40 países se dieron cita en Barcelona para el encuentro municipalista internacional “Ciudades Sin Miedo” (Fearless Cities). El evento reunió, por primera vez, a una red de plataformas municipalistas que se ha estado expandiendo por todo el mundo, con un perfil relativamente bajo, durante los últimos años.

El movimiento municipalista está compuesto por un ecosistema de organizaciones que trabajan a escala local tanto en plano electoral como más allá de él. Se trata de un movimiento definido tanto por sus objetivos como por su forma de hacer política, y su insistencia en la necesidad de hacer las cosas de otra forma le otorga una potencia única en el contexto actual.

El municipalismo trabaja en la escala local. En una época caracterizada por discursos xenófobos que excluyen a la gente en función de criterios nacionales o étnicos, el municipalismo construye formas de identidad colectiva y de ciudadanía alternativas basadas en la residencia y la participación. El municipalismo es pragmático y se basa en objetivos específicos: en un sistema neoliberal que nos dice que “no hay alternativa”, el municipalismo demuestra que las cosas se pueden hacer de otra manera mediante victorias pequeñas pero concretas, como remunicipalizar servicios públicos o proporcionar esquemas de identificación para inmigrantes indocumentados. El municipalismo nos permite reclamar la autonomía individual y colectiva, en respuesta a las demandas ciudadanas de una democracia real, el municipalismo abre formas de participación que van más allá de votar cada tantos años.

El mapa municipalista global hoy

El movimiento municipalista ha logrado avances significativos en ciertas partes del mundo. Tal vez la experiencia contemporánea más profunda del municipalismo se encuentre en los movimientos kurdos de Medio Oriente. Contra el más hostil contexto de conflicto y represión, los kurdos están construyendo modelos asamblearios feministas de democracia sin Estado. El ejemplo más notable es la región autogobernada de Rojava en el norte de Siria.

El municipalismo también florece en el sur de Europa. En España, los gobiernos de las principales ciudades, incluidas Barcelona y Madrid, están conformados por plataformas ciudadanas. Estas siguieron los pasos de los municipalistas de las “Candidaturas de Unidad Popular” (CUP), que lograron una representación significativa en las elecciones catalanas locales de 2007 a 2011.

Las ‘ciudades del cambio’ del Estado español están revirtiendo medidas de austeridad, remunicipalizando servicios básicos e integrando una perspectiva explícitamente feminista en las políticas públicas. Al actuar como red, estos municipios también juegan un rol significativo en el cuestionamiento de las políticas del gobierno central en materias como migración y vivienda. En Italia, Cambiamo Messina dal Basso ha sido un ejemplo temprano de lo que se conoce como “neomunicipalismo” y accedió a la alcaldía de esa ciudad siciliana en 2013. En Nápoles, una coalición municipalista ha desarrollado formas innovadoras de democratizar los comunes urbanos y se opuso a los planes de desarrollo urbano del gobierno central bajo el liderazgo del alcalde Luigi Demagistris. Distintas plataformas ciudadanas han obtenido bancas en Bolonia y Pisa, mientras que en otras ciudades como Padua o Verona hay plataformas que se presentarán a las elecciones locales del 11 de junio.

En otros lugares, el municipalismo se está explorando como estrategia para el futuro en respuesta a los fracasos y los límites de las políticas nacionales. En Francia, por ejemplo, los activistas del movimiento Nuit Debout que ocuparon las plazas en 2016 están pensando en replicar el camino municipalista tomado por los indignados, su contraparte española, en las elecciones locales de 2020. La alianza ciudadana-verde-izquierdista RCGE que gobierna Grenoble con el alcalde Eric Piolle y Autrement pour Saillans en la pequeña ciudad de Saillans pueden servir como potenciales fuentes de inspiración más cercanas. Luego de una elección presidencial en la que las opciones eran un candidato neoliberal y otro de extrema derecha, ha llegado la hora de que Francia demuestre que existen alternativas a nivel local.

Del mismo modo, en los EEUU, el triunfo de Trump provocó entre quienes apoyaron a Bernie Sanders una serie de reflexiones relacionadas con el potencial de los pueblos y ciudades como espacios de resistencia y transformación. El mismo Sanders ha dicho que el próximo paso del movimiento debe ser organizarse localmente y presentar candidatos en elecciones municipales. El Working Families Party, que ha apoyado a Sanders en 2016, está trabajando activamente para utilizar la energía de su movimiento en las primarias locales y estatales. En los EEUU y en Francia existen casos aislados de plataformas municipalistas (Richmond for All en California y la People’s Assembly en Jackson, Mississippi) que podrían servir de modelos para un movimiento más amplio.

En Hong Kong, el consejo municipal se ha convertido en un sitio clave del conflicto entre el movimiento a favor de la democracia y el gobierno chino: los concejales electos de los partidos Demosisto y Youngspiration deben enfrentarse con la represión y la persecución estatal por su rol en las protestas a favor de la democracia dentro y fuera del recinto del concejo.

En Polonia, otro país gobernado por la derecha autoritaria, un movimiento municipalista se ha estado gestando desde hace unos años. En 2011 se fundó el Congreso de Movimientos Urbanos, que logró reunir a diversas organizaciones que trabajan a nivel local. Varias plataformas ciudadanas del Congreso se presentaron a elecciones locales en 2014, obteniendo bancas en seis concejos municipales y en consejos de distrito de Varsovia y ganando además la alcaldía de Gorzow Wielkopolski. Las elecciones municipales de 2019 encontrarán a este movimiento realizando más avances en alianzas con secciones del partido nacional Razem.

En Latinoamérica, los movimientos municipalistas también generan destellos de esperanza sobre un fondo de estancamiento nacional o de crisis. En 2016, Áurea Carolina de Freitas de la plataforma ciudadana Cidade que Queremos fue la candidata más votada para el concejo municipal de Belo Horizonte, en Brasil, mientras que Jorge Sharp, un exmilitante estudiantil apoyado por una plataforma ciudadana, ganó la alcaldía de la segunda ciudad de Chile, Valparaíso. En Rosario, Argentina, Ciudad Futura se ha pasado los últimos diez años creando instituciones no estatales por fuera del concejo municipal y poco más de un año utilizando a sus tres concejales para empujar el cambio desde su interior.

¿Un nuevo espacio político?

Hasta el momento, las conexiones internacionales entre estos movimientos han estado limitadas mayormente a intercambios bilaterales vinculados a la organización de estrategias o debates políticos, pero la posibilidad de articular un espacio político nuevo entre experiencias tan diversas resulta tentadora. La respuesta a la invitación de Barcelona en Comú al encuentro Ciudades sin miedo (con más de 600 participantes de más de 180 ciudades registrados) parece indicar que la conciencia latente de una identidad municipalista común y el anhelo de profundizar la colaboración global ya están presentes.

Esto último es importante porque la consolidación y la expansión del municipalismo a nivel global podrían determinar la capacidad de una plataforma individual para cumplir con sus objetivos en el largo plazo. A fin de cuentas, una de las más grandes limitaciones con las que lidia el municipalismo es su incapacidad para responder ante poderes e intereses que atraviesan fronteras: la especulación trasnacional sobre los mercados de tierras y viviendas urbanas, la amenaza que suponen las multinacionales para las economías locales y la sostenibilidad ambiental y los desplazamientos y las migraciones forzosas. Únicamente una respuesta fuerte e interconectada podrá contrarrestar al poder corporativo y a los gobiernos centralizados en estas áreas.

Definir un plan para el internacionalismo del siglo XXI será una tarea para los mismos movimientos municipalistas. Un internacionalismo que supere las estructuras burocráticas formales y que saque provecho de las líneas de trabajo que constituyen la definición misma de municipalismo: un movimiento concreto y basado en objetivos, feminista y colaborativo, radical, pero pragmático. Sólo de esta forma, mediante infinitos actos de valentía, y a través de la fe en los efectos acumulativos de miles de pequeñas victorias podremos construir una alternativa global para un mundo en crisis.

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