Es la hora de las responsabilidades. La decisión de convocar elecciones cuando aún no se había cumplido la mitad de la legislatura representaba asumir una grave responsabilidad política. Y mucho más si esta convocatoria se hacía con el propósito de iniciar un proceso de independencia y se pedía una mayoría excepcional. Era, en el fondo, jugar al todo o nada. Si el presidente de la Generalitat se erige como intérprete de la voluntad del pueblo y el electorado no le da esa confianza, queda en una posición de extrema debilidad. Con el agravante de que el país se encuentra en medio de una aguda crisis económica.
El presidente de la Generalitat, Artur Mas, la coalición que le apoya y los medios de comunicación que han jugado a alentar esta estrategia deben asumir sus responsabilidades. La temeraria convocatoria de elecciones anticipadas ha perjudicado Catalunya en el ámbito económico porque se ha perdido un tiempo precioso en la lucha contra la crisis. Y se ha retrocedido en las aspiraciones de Catalunya. La debilidad de la presidencia de la Generalitat es también la debilidad de Catalunya a la hora de negociar con el Estado español. El proceso que debía reforzar Catalunya ante el Estado ha conseguido todo lo contrario.
La decisión del presidente Artur Mas ha puesto Catalunya en riesgo de confrontación. Sólo la madurez y el civismo de la sociedad catalana han evitado la tensión social que algunas actitudes políticas y mediáticas propiciaban. Los ciudadanos han decidido responder a las urnas a lo que era una grave irresponsabilidad institucional. El Parlament refleja la pluralidad de Cataluña, y eso es positivo, pero a la vez hace aún más difícil la gobernabilidad del país.
Ahora sabemos cuál es la voluntad del pueblo. No es la de tener un mesías que le lleve a la tierra prometida, sino la de tener un Parlamento que refleje la apasionante diversidad del país. Con un porcentaje muy alto de diputados soberanistas, pero también con una notable presencia de diputados que defienden diferentes niveles de relación con España. Y en el eje derecha-izquierda también están representados todos los colores del abanico político que podemos encontrar en cualquier país europeo.
CiU queda muy debilitada a la hora de liderar la reivindicación del derecho a decidir, una aspiración que es mayoritaria en la sociedad catalana. Por lo tanto, los partidos que están a favor de que los catalanes puedan decidir su futuro tienen la responsabilidad de articular una alternativa para que este proceso no se desvanezca. Del mismo modo, el nuevo Parlamento tiene una notable presencia progresista y, por tanto, Catalunya debería revisar las políticas que CiU y PP han aplicado durante los dos últimos años.
Artur Mas, y todo el entorno político y mediático que ha espoleado su estrategia, han jugado al todo o nada. Pedían una mayoría excepcional para conquistar un sueño, pero muchos electores han entendido que lo que se pretendía era sólo un instrumento de poder. Artur Mas pasó de un día para otro de un objetivo puramente económico como el pacto fiscal a otro tan épico como el viaje a Ítaca. Y a la hora del épica tiene mucha más credibilidad ERC, que durante muchos años defendía la independencia en solitario.
Catalunya ha demostrado que no quiere liderazgos mesiánicos. Mas pedía el todo, y los electores le han dado una victoria con sabor a derrota y una lección de pluralidad democrática. Es la hora de las responsabilidades.
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