Las filtraciones de agua radiactiva alimentan los “temores infundados” sobre Fukushima
Las palabras de Mariano Rajoy en Fukushima City, a unas dos horas en coche de la central accidentada, han gustado mucho en los oídos del Gobierno japonés, según cuentan las crónicas: “Los temores sobre Fukushima son infundados”. No obstante, contrastan de forma llamativa con lo que defendía el español Juan Carlos Lentijo, responsable del grupo internacional que da apoyo técnico a la planta nuclear: “La situación en Fukushima está muy lejos de ser normal”. Lentijo, uno de los mayores conocedores de lo que ocurre en cada momento en la central nipona, ha estado tres veces en su interior y se encuentra en permanente contacto con sus responsables.
Desde que el experto explicó el estado de Fukushima en Materia, las filtraciones de la central no han hecho sino empeorar. Filtraciones de todo tipo: de aguas subterráneas procedentes de las colinas que se cuelan hacia dentro de los reactores, contaminándose y obligando a almacenarla a un ritmo de 400 metros cúbicos al día. Y filtraciones de la central hacia el mar, en la mayoría de los casos descontrolada, como la reconocida el miércoles por Tepco, empresa responsable de la central rescatada por el Estado japonés.
En este último caso, el vertido se debió a que uno de los más de mil tanques de agua que se agolpan dentro de los límites de la central empezó a perder agua por la parte superior al estar inclinado, en la ladera de una colina, y demasiado colmado. Estos gigantescos tanques, que albergan el equivalente en metros cúbicos a un centenar de piscinas olímpicas, ocupan más de 15 hectáreas dentro de las instalaciones de la planta nuclear y el espacio comienza a escasear. Según algunos cálculos, la capacidad total de almacenaje de agua contaminada dentro de la central podría quedar cubierta a finales de año.
Fukushima se ahoga en su propia agua. La NRA (el nuevo regulador nuclear creado tras el desastre organizativo detectado tras el accidente) ya ha advertido que no se están haciendo suficientes esfuerzos por controlar el estado de estos tanques de agua, que carecen en la mayoría de los casos de medidores de radiación. A mediados de agosto se conoció que se vertían diariamente al mar unos 400 metros cúbicos de agua contaminada; la propia Tepco reconoció que no sabe exactamente el nivel de contaminación ni las fuentes de estas filtraciones, que se habrían estado produciendo ininterrumpidamente desde el comienzo de la crisis. La filtración fue catalogada como un incidente de nivel 3 en la escala internacional para estos eventos: el máximo es 7, alcanzado sólo por Chernóbil y Fukushima.
Todos esos trabajos de bombeo de agua, de almacenamiento, de búsqueda y supervisión de fugas, obras para evitar más filtraciones, espacio para almacenaje que se acaba, etc., parecen sobrepasar a los entre 3.000 y 4.000 trabajadores que visitan a diario la central. Hace tan sólo un par de días, el director del Organismo Internacional para la Energía Atómica, Yukiya Amano, reclamaba a Tepco que buscara ayuda internacional.
Los expertos coinciden en que Tepco está superada: “La urgencia de la situación es muy elevada. A partir de ahora, el Gobierno se hará cargo”, anunció el ministro de Industria, Toshimitsu Motegi, tras visitar la central a finales de agosto y anunciar que estaban en contacto con EEUU para ayudar con el problema del agua. Una encuesta reflejaba por aquellos días que el 91% de los nipones demandaba que el Gobierno cogiera las riendas de la situación. Un trabajo reciente publicado en la revista científica Nature mostraba que buena parte de los ciudadanos siguen tocados psicológicamente por el miedo a la radiactividad de la central nuclear.
Las palabras de apoyo de Rajoy a la energía atómica llegan precisamente cuando en Japón se encuentran parados todos los reactores atómicos; unos por mantenimiento y la mayoría porque quedaron tocados (al menos para la opinión pública) tras los terremotos del marzo de 2011: “Se debe seguir apostando por la energía nuclear. Pero es importante que se garantice la prevención y la seguridad”, expresó Rajoy. “Y yo espero que mi presencia hoy aquí contribuya a disipar estos temores”, concluyó el presidente del Gobierno español, quien acababa de fotografiarse con cinco de los llamados “héroes de Fukushima”, los trabajadores de la central que recibieron el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 2011.