Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.
Divulgar la Ciencia para acercarla a la sociedad
“Cada grupo de arañas copula adoptando posturas muy diferentes. Esta variabilidad en las cópulas ha evolucionado seguramente empujada por el alto riesgo en el que incurren los machos al acercarse a las hembras: la probabilidad de que éstas acaben devorándolos es alta. El caso extremo de cómo han derivado estas posturas a lo largo de la evolución lo tenemos en Latrodectus hasselti, una viuda negra australiana con la cual los machos inician la cópula acercándose por la parte ventral y posterior del abdomen de la hembra (muy lejos de una potencial mordedura); pero una vez comienza la cópula, el macho da una voltereta entera (mientras copula!)da una voltereta entera (mientras copula!), ofreciendo su cuerpo a la hembra: un ”suicidio“ en toda regla pero que asegura la paternidad a dicho macho, ya que después de este ”festín“ es menos probable que la hembra copule con otros machosmenos probable que la hembra copule con otros machos”.
Éstas y otras cuestiones relacionadas con la biología de las arañas fueron el centro de una conferencia que el científico Jordi Moya impartió hace nueve años en un centro cultural de Barcelona. Algunos medios de comunicación quisieron hacerse eco de la conferencia e idearon titulares como “Las arañas tienen su propio Kama Sutra”. Y desarrollaron la idea en textos como “La multiplicidad de actitudes durante la cópula, sin embargo, parece no ser sólo cosa de los humanos, pues las observaciones han demostrado que también las arañas han abandonado a lo largo de los años la monotonía sexual y practican ya más de una decena de posturas.”
Compárese lo que se escribió por ejemplo aquí, con lo que se había publicado en el New York times diez años antes para apreciar los rasgos que distinguen una buena divulgación científica de lo que es convertir los resultados de investigación en un folletín.
Lo que hubiera sido una breve nota de prensa sobre una conferencia científica se convirtió en una serie de escritos frívolos que recibieron una atención desmesurada. El mensaje que acabó llegando a muchos lectores estuvo muy lejos de las ideas originales del conferenciante, algo que explica en cierto modo las dudas de muchos científicos cuando se enfrentan a los medios de comunicación.
La divulgación científica es el conjunto de actividades que interpretan el conocimiento científico para hacerlo accesible a la sociedad. Aunque el dominio de la comunicación es un componente básico del trabajo de un científico, ya que para que sus investigaciones tengan la máxima repercusión debe saber transmitir sus resultados de un modo competente y atractivo, gran parte de este esfuerzo comunicativo se realiza en ambientes científicos especializados y por tanto restringidos. En algunos casos, el abanico se amplía un poco hacia otros colectivos (científicos de otras disciplinas científicas, alumnos universitarios, técnicos de empresas o de instituciones públicas) con los que la comunicación no requiere grandes adaptaciones del mensaje y de la forma en que es presentado.
Los científicos deberían ser capaces también de transmitir sus resultados a la sociedad en general, ya que es ella quien financia gran parte de la actividad investigadora. Pero comunicar con el gran público implica traducir los resultados de investigación a un mensaje asequible y atractivo. Este cambio implica saber modular el lenguaje, eludiendo la jerga científica, utilizar canales de comunicación diferentes de los habituales, e incluso reformular elementos relevantes de la investigación en función de la audiencia. Es un proceso para el que los científicos no están adecuadamente formados, y puede ser frustrante cuando el mensaje inicial se desbarata por una mala interpretación del comunicador, la cual llega a ser intencionada y sensacionalista con el fin de atraer la atención del lector, como en el caso con el que abrimos este post.
Estos cambios de contenido provocan que muchos científicos eviten el contacto con los medios de comunicación, y que su labor de difusión se restrinja a colectivos especializados, con los que existe una complicidad previa. Dedicar esfuerzos a la divulgación puede percibirse como desperdiciar un tiempo precioso que podría dedicarse a la propia investigación científica, pero la renuncia a la comunicación con el gran público es una irresponsabilidad que puede conducir a los científicos a la irrelevancia.
La divulgación científica contribuye a que la sociedad comprenda mejor el mundo que le rodea. Pero la divulgación también es una herramienta poderosa que permite posicionar a la ciencia dentro de la agenda de la sociedad, logrando que se perciba como un instrumento útil en la mejora de las condiciones de vida de los ciudadanos. En este proceso es fundamental que el científico sea capaz de transmitir tanto los hechos bien establecidos como las incertidumbres. De ese modo se pueden entender mejor las implicaciones de diferentes políticas y ayudar a elegir entre ellas. Para avanzar en esta dirección se requiere una estrategia de comunicación que establezca una relación fluida entre los científicos y la sociedad y, en última instancia, contribuya a mejorar la formación científica de los ciudadanos y aumente la repercusión de la ciencia en la toma de decisiones políticas.
¿Cómo mejorar la comunicación entre el científico y la sociedad y así mejorar la repercusión de la investigación científica? A continuación desgranamos cuatro aspectos que pueden contribuir a este fin.
Aprender de los medios de comunicación. Los científicos desconocemos los códigos de comunicación de los periodistas y el gran público. El primer paso para afrontar esta limitación es aprender sus técnicas, por ejemplo, mediante cursos de formación o encuentros con profesionales de la divulgación.
Evidentemente no todo vale en divulgación científica, puesto que el objetivo debería ser no solamente conseguir un impacto comunicativo si no conseguir transmitir la información relevante. No es lo mismo comunicar los resultados de nuestra investigación mediante una rueda de prensa que mediante una entrevista en televisión o con un tuit. Determinar la efectividad de cada uno de estos canales dependiendo del tipo de mensaje es en sí mismo un tema importante de investigación que se debe potenciar.
Sólo no puedo, con amigos sí. Interactuar con personal especializado mejora mucho nuestra capacidad para comunicar a la sociedad, y reduce el tiempo y la energía necesarios para lograrlo. Muchas instituciones disponen de gabinetes de comunicación que pueden facilitar nuestra tarea. La labor de sus profesionales incluye contribuir a perfilar nuestros escritos, establecer las pautas para interactuar con los medios y difundir el mensaje científico. La proximidad entre los profesionales de la divulgación y los científicos facilita la creación de vínculos y mejora la comunicación. La experiencia de algunas instituciones que han generado gabinetes de prensa dirigidos a la comunicación científica indica que esta estrategia es viable económicamente y mejora mucho la visibilidad e impacto de las instituciones.
La unión hace la fuerza. Los científicos generamos conocimiento que puede ser de gran utilidad para la sociedad. Como colectivo, los ecólogos, por ejemplo, debemos hacer un esfuerzo para que dicha información contribuya a políticas ambientales competentes. Aunque muchas personas ya participan en esta labor de modo individual, si queremos lograr un impacto significativo, debemos aunar esfuerzos.
Esto es especialmente importante en aquellas situaciones en que surgen conflictos entre la evidencia científica y los intereses de otros colectivos con gran capacidad de influencia social. En estas situaciones, los políticos pueden tomar decisiones que no resultan adecuadas desde el punto de vista científico. Las sociedades científicas se vuelven clave en estos casos, ya que pueden aglutinar diversos posicionamientos, generar mensajes de consenso y amplificarlos para que lleguen de la manera más clara posible a los actores implicados y a la sociedad en su conjunto. Siguiendo con el ejemplo de la ecología, las sociedades científicas deben posicionarse y participar activamente en los debates sociales relativos a cuestiones ambientales relevantes como el cambio climático, la gestión sostenible del agua, la respuesta a los incendios forestales o el manejo de las invasiones biológicas.
- Obtener reconocimiento. El ejemplo de los buenos divulgadores (Félix Rodríguez de la Fuente o Edward O. Wilson por citar dos iconos) ha sido un estímulo importante para que muchas personas se dediquen a la profesión científica o que se esfuercen en mantener una actitud científica en su toma de decisiones. Gran parte del prestigio social que disfrutan los científicos se debe a dicha labor de divulgación. Por tanto, más allá del mero requerimiento de divulgar que se adquiere, por ejemplo, al obtener financiación para un proyecto de investigación científica, la buena divulgación debe tener un impacto positivo real en el currículum del investigador. La comunicación exitosa de la ciencia está por ello cada día más reconocida como un mérito en la carrera científica, lo cual da lugar a un círculo virtuoso que lleva a una mejor calidad de la divulgación.
El ejercicio actual de divulgación se beneficia de la sinergia entre potentes herramientas de comunicación cuyo desarrollo exponencial se ha producido en los últimos años. Estas herramientas tienen un potencial enorme, pero su utilización efectiva presenta también retos importantes. Las nuevas generaciones de científicos y profesionales de la comunicación crecen en este nuevo entorno y poseen las cualidades necesarias para liderar el proceso de interacción entre el mundo científico y la sociedad. De este acercamiento solo pueden surgir cosas positivas… y divertidas. Porque una clave del éxito de la divulgación de calidad radica en acertar con la combinación entre conocimiento y entretenimiento. Como dijera Chesterton, “divertido” no es lo contrario de “serio”. “Divertido” es lo contrario de “aburrido”, y de nada más.
Este post es la tercera parte de una trilogía que se ha publicado en el blog Ciencia Critica sobre la comunicación y divulgación científicas. La primera parte la puedes una trilogíaver aquí, y la segunda parte, aquíparte, aquí.
Sobre este blog
Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.