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Sobre este blog

Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.

¿Podrías enamorarte de un gusano?

Frederic Bartumeus investiga la ecología del movimiento animal

J.Luis Ordóñez y Anna Ramon

En enero de 2014, el ecólogo Frederic Bartumeus publicó un artículo en una revista científica de prestigio en el que explicaba que él y sus colegas se habían dedicado a crear un modelo matemático capaz de simular el movimiento de un gusano cuando éste busca alimento “a ciegas” en una placa de Petri.

Apasionante, ¿verdad…? ¡A que adivino lo que estás pensando!

“Y ¿esto para qué sirve?” Esta es la primera pregunta a la que nos enfrentamos cada día quienes pretendemos que el conocimiento que generan nuestros investigadores e investigadoras llegue a toda la sociedad. Y aunque casi siempre hay una respuesta, lo difícil es extraerla de la boca del científico sin provocarle un estado de hiperventilación o incluso una taquicardia. Y es que la mayoría de científicos y científicas sienten auténtico pavor a que se les atribuyan poderes sobrenaturales (como curar el cáncer) o a que se tomen sus conclusiones como recetas infalibles para el devenir de la vida, por dos motivos: porque saben perfectamente que tales recetas no existen y porque siempre acaba apareciendo alguien dispuesto a pedirles el libro de reclamaciones.

Pero, fuera del mundo académico esta prudencia no se entiende, y tampoco se concibe que alguien pueda destinar parte del dinero público únicamente a saciar su propia curiosidad. Así que, con razón o sin ella, si no logramos explicar para qué sirve nuestra investigación (o, al menos, para qué podría llegar a servir), tu cabeza irá a buscar automáticamente una segunda pregunta: “Y ¿esto lo he pagado yo con mis impuestos?”.

Es decir, que los departamentos y gabinetes de comunicación tenemos, de entrada, dos cometidos: divulgar el conocimiento generado en nuestros centros y tratar de evitar que llegues a plantearte esta segunda pregunta. Porque, si lo haces, estamos perdidos.

Esta ya no es la sociedad del siglo XIX y de principios del XX. Hoy, sin el apoyo social, la investigación tiene los días contados. Ahora, a los científicos y científicas se les exige la misma implicación y transparencia que a otros colectivos a la hora de hacer frente a los grandes retos sociales, ambientales y económicos, y además se les pide que se lancen a explicar cómo están arrimando el hombro. Y les conviene, porque quienes deciden a dónde van a parar nuestros impuestos (aquí y en Europa), lo más probable es que no sepan nada de gusanos, de modelos o de placas de Petri, y eso no posiciona a la Ciencia en la cabeza del reparto.

Hay que conseguir que la sociedad se enamore de la investigación. Que se enamore el ciudadano y también el político. No se trata de engañar a nadie con prótesis de silicona, sino de lavarse bien la cara, en lugar de las manos, de mostrar sin tapujos el trabajo científico y de asumir tanto los límites como la parte de responsabilidad que nos toca en la sociedad. Está claro que cada centro intentará ser el más alto y el más guapo, pero el beneficio de unos pocos acabará abriendo camino a los demás, como pasó con aquel anuncio del niño Edu que felicitaba la navidad a medio país, que supuso un aumento de ventas en todas las compañías telefónicas.

Afortunadamente, Frederic es un gran conquistador desde el punto de vista científico, y lo es porque está convencido del papel social que tiene que tener la Ciencia. Eso facilita muchísimo el trabajo de los comunicadores. Con su modelo basado en el movimiento del gusano, él y sus colegas querían saber lo siguiente: cuando no tienes ni idea de si lo que buscas está cerca o lejos, ¿es mejor buscar a fondo en un área pequeña o buscar sin tanta precisión pero en un área mayor? Al final, resultó que el gusano encontraba más comida si combinaba los dos tipos de búsqueda incorporando de vez en cuando cambios de dirección al azar en sus movimientos.

Como una de las cosas que más hacemos los humanos es buscar (como la mayoría de bichos), esto podría tener aplicaciones en diferentes ámbitos de nuestra vida, como por ejemplo, en la búsqueda de alpinistas accidentados en alta montaña, en la programación de los robots de limpieza o en la búsqueda de información por internet.

El titular de la nota de prensa que se envió a los periodistas decía: Un gusano puede ayudar a planificar mejor los rescates. La noticia tuvo cierta repercusión mediática y, a los pocos días, un responsable de la Guardia Civil llamó al despacho del investigador para preguntarle en qué estado estaba realmente la investigación. Esto no dejaría de ser una anécdota si no fuera porque actualmente el equipo de Frederic está estudiando cómo optimizar algunos tipos de operaciones de rescate, a partir de aquella conversación.

Y esto nos lleva al tercer cometido que, tarde o temprano, deberemos ir asumiendo los departamentos y gabinetes de comunicación: darle un par de giros a Cupido y situar al personal investigador frente a sus flechas, para que ese amor entre investigación y sociedad sea mutuamente correspondido.

J.Luis Ordóñez y Anna Ramon trabajan en el Departamento de Comunicación del CREAF, en Barcelona.

Mas información en http://blog.creaf.cat/es/medios/el-gusano-que-ayudara-a-planificar-mejor-los-rescates/

Este post es la segunda parte de una trilogía que se publica en el blog Ciencia Critica sobre la comunicación y divulgación científicas. Aquí, la primera. la primera

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