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Sobre este blog

Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.

Los científicos ante la ética

Cientificos ante la etica ilustracion de Enrique A. Vilar Vega

En España existe un órgano colegiado, el comité de bioética, independiente y de carácter consultivo sobre materias relacionadas con las implicaciones éticas y sociales de la Biomedicina y Ciencias de la Salud. La UNESCO no establece una definición oficial de “Comité Nacional de Bioética” debido a que los Estados Miembros de la UNESCO siguen modelos y enfoques diferentes. Estos enfoques varían entre países y están influidos por la manera según la cual cada gobierno educa y dictamina sobre cuestiones de bioética. Aunque no es vinculante sino consultivo, el comité sirve de referencia para analizar el marco legal en el que establecer la investigación y las prácticas biomédicas. El comité de bioética recientemente constituido en España (el anterior no fue renovado parcialmente como estaba estipulado sino destituido al completo) no es equilibrado en sus tendencias ideológicas. El comité cuenta con doce miembros y más de la mitad de ellos son doctores, profesores de universidad o miembros del mundo académico que pueden asignarse al colectivo general de científicos. Sin embargo, los miembros que lo integran representan un estrecho abanico de pensamientos dentro del ámbito más conservador, lo cual no es frecuente entre los científicos, no representa la pluralidad de la sociedad y no permite abordar con neutralidad numerosas cuestiones complejas que tienen profundas implicaciones éticas.

La ética se ocupa del estudio racional de la moral, la virtud, el deber, la felicidad y el buen vivir. Difícilmente un comité ultraconservador podrá elaborar un documento equilibrado o hacer una recomendación objetiva no ya sobre lo que es el “buen vivir” sino sobre cuestiones tan concretas y sobre las que existen tantos estudios médicos y biológicos como el aborto o la homosexualidad. Pero de las cosas más delicadas y que más importante nos parece abordar aquí es el uso de la ciencia para apoyar creencias. Un comité de bioética debería promover la adaptación de las creencias a la evidencia científica y no al contrario. Afirmaciones vertidas por varios de los miembros de este renovado comité tales como “el aborto cambia el cerebro de la mujer”, “la ciencia está a favor de la vida desde el mismo momento de su concepción”, “la homosexualidad es un modo de vida desordenado” o “la píldora poscoital tiene un efecto abortizante” se alejan de lo que establece el conocimiento estrictamente científico. Otras afirmaciones como que “las empresas productoras de refrescos investigan con fetos abortados para desarrollar edulcorantes” mantenida en una entrevista por el catedrático de genética de la Universidad de Alcalá de Henares el Dr. Nicolas Jouve, carecen de fundamento y son inapropiadas por ello de un científico y más aún de un científico situado en un comité de ética.

Los científicos no estamos exentos de subjetividad y de sesgos personales, pero no debe ser así en el terreno concreto de la propia ciencia, o al menos en la parte mejor estudiada de cada ámbito de investigación. El ejercicio de nuestra profesión nos enseña a usar datos y resultados para conformar teorías apoyadas en la evidencia. Cuando un científico se aventura en los terrenos de la política debe seguir fiel a los principios de su profesión original o bien renunciar a ella. En otras palabras, si un científico no se comporta como tal debe despojarse de lo que de otro modo sería un disfraz. Si los miembros de este comité de bioética emplean la respetabilidad del método científico para hacer valer sus opiniones y creencias personales no solo están haciendo un flaco favor a la sociedad en general aconsejando y asesorando de forma incorrecta sino que están minando la confianza que ésta tiene en la comunidad científica. No debemos subestimar la capacidad de la sociedad para informarse por sí misma, sobre todo en estos tiempos donde internet permite hacerlo con gran economía de tiempo y dinero. Numerosas revistas científicas están disponibles para quien quiera leerlas, y no es difícil para muchas personas con un mínimo de conocimientos generales, y algo de inglés, encontrar resultados experimentales precisos sobre cuestiones en las que un comité como el presente se ha pronunciado en contra, o al menos ignorando la evidencia científica.

El intentar abordar cuestiones éticas es un tema sensible, y siempre difícil. Más aún desde un comité que pretende asesorar a los políticos y a la sociedad. Pero un comité de esta naturaleza, compuesto al menos en parte por científicos, debería adoptar el principio primordial de la ciencia: ajustarse a la evidencia de los resultados de la investigación. El anterior comité de bioética no fue escuchado y los miembros que lo formaron se lamentan de que su trabajo altruista y desinteresado (no cobraron ni un euro por su tiempo ni sus numerosos informes) apenas sirviera para nada. El comité actual se ha desautorizado a si mismo mediante su propia composición y las declaraciones de varios de sus miembros. ¿Qué utilidad política o social puede tener un comité de científicos que lejos de comportarse como tales son capaces de adaptar la ciencia a creencias y prejuicios?

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Ciencia Crítica pretende ser una plataforma para revisar y analizar la Ciencia, su propio funcionamiento, las circunstancias que la hacen posible, la interfaz con la sociedad y los temas históricos o actuales que le plantean desafíos. Escribimos aquí Fernando Valladares, Raquel Pérez Gómez, Joaquín Hortal, Adrián Escudero, Miguel Ángel Rodríguez-Gironés, Luis Santamaría, Silvia Pérez Espona, Ana Campos y Astrid Wagner.

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