Los tres poderes “blindados” que han convertido el Tajo en un “cadáver hidrológico”
El debate social y político sobre la gestión del río Tajo está “sobre la mesa” y la consolidación de un nuevo paradigma en torno a su gobernanza, para que sea más participativa y sostenible, ya no tiene marcha atrás. Esta es solo una de las muchas tesis que defiende la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA) y que ha desgranado en la Real Fundación de Toledo la profesora universitaria y experta Nuria Hernández-Mora, dentro del ciclo de conferencias ‘Investigando el Tajo’ organizado por la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM).
El cambio de concepción y mentalidad se ha producido en la última década, pasando del denominado ‘paradigma hidráulico’ –enfocado exclusivamente al uso del agua como instrumento económico y productivo- a una nueva visión más centrada a la participación y donde los ríos “no son únicamente canales de agua sino elementos de vertebración territorial y fuentes de vida”.
Hernández-Mora recuerda que el concepto más tradicional viene apoyado por una “comunidad política del agua” con gran poder e influencia, como el sector agrario del regadío, el sector hidroeléctrico o las constructoras beneficiadas por obras hidráulicas. Por el contrario, la nueva corriente busca “encajar” las necesidades de agua con la disponibilidad de la misma, desde el punto de vista de la sostenibilidad ambiental. Ahí es donde el nuevo paradigma encuentra “más resistencia” y es en la cuenca del Tajo donde mejor se aprecian las “disfuncionalidades”.
Utilizando una expresión de María Soledad Gallego, la profesora habla de los “señores del Tajo” para nombrar a los tres “poderes blindados” que están provocando la actual situación del río: el canal de Isabel II como controlador de toda la oferta y el ciclo integral del agua y su depuración en Madrid, el trasvase Tajo-Segura y las empresas hidroeléctricas, cuyos intereses se han visto sobre todo en el tramo extremeño. Estos tres grupos de interés son el ejemplo de la gestión del agua “sometida al poder”, reflejada en la conversión del Tajo en un “cadáver hidrológico”.
En el caso concreto del trasvase, su importancia va más allá. Esta infraestructura, argumenta, ha condicionado además toda la política española sobre el agua, bajo el “hidromito” de que hay regiones con déficit estructural de agua y otras excedentarias, “sin buscar soluciones a cómo distribuirla”. Considera por ello especialmente graves reformas legales como la del denominado 'Memorándum del Tajo' y su efecto concreto: las operaciones de venga de agua del Tajo al Segura, “saltándose las reglas de explotación del trasvase aun cuando no hay suficiente agua para trasvasar”.
Pese a este análisis, Hernández-Mora es optimista. Opina que ha habido un “despertar” político y social en los últimos diez años, una serie de cambios en los que “ya no hay marcha atrás”. “Es un tema que se ha puesto sobre la mesa, no solo porque Castilla-La Mancha esté recurriendo judicialmente los trasvases, sino porque existe una conciencia generalizada de que la situación es insostenible, y de que no se puede tener al río más largo de la península en la situación de degeneración absoluta en la que está”.
Retomando el Memorándum del Tajo o el incumplimiento de la Directiva Marco del Agua (DMA), concluye que muchos de los “trucos” que se han utilizado para gestionar el río ya son también un debate social, y que por tanto, “venga quien venga, va a tener con lidiar con ello”. Por eso confía en que, como en muchos otros países, el Tajo se pueda recuperar, y que sirva como fuente de abastecimiento para los territorios por lo que pasa y “como patrimonio común de todos y no para beneficio de unos pocos”.