“No he conocido a ningún político comprometido con la cultura”
Joaquín Notario es un puntal del teatro clásico español. Ha intervenido en más de una treintena de montajes y más de 20 películas, y es miembro de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Tras una dilatada carrera profesional en la que ha probado todas las artes –cine, teatro y televisión-, el actor reconoce con cariño que su pasión por la interpretación empezó durante su infancia en Yunquera de Henares (Guadalajara), su pueblo natal, donde representaba obras con su grupo de amigos para las fiestas de esta localidad de la Campiña guadalajareña. Una afición que hoy en día sigue cultivando su panda de amigos que hace poco celebraron los 30 años de su primera función, ‘El Tartufo’, de Molière, donde también participó un joven Joaquín Notario.
Este año, el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, en su cuarenta aniversario, rinde homenaje a su trayectoria y su fidelidad a este certamen, en el que ha participado en 19 ediciones. Galardonado con el prestigioso Premio Max de teatro en 2016 por su papel en ‘El alcalde de Zalamea’, actualmente se encuentra inmerso en la gira de otro gran clásico, ‘El perro del Hortelano’, que ha cosechado una gran aceptación de público y crítica. En esta conversación, delante del madrileño Teatro de la Comedia, en pleno Barrio de las Letras, Notario habla sobre Guadalajara, Buero Vallejo, la vigencia del teatro clásico, las dificultades de la profesión de cómico y las permanente trabas a la cultura.
El Festival de Teatro Clásico de Almagro cumple 40 años y le va a homenajear por su trayectoria artística y su vinculación al Festival, ¿cómo se siente ante este reconocimiento de la profesión?
Me siento halagado y, al mismo tiempo, muy descolocado porque no me lo esperaba. No es un ataque de humildad, pero nunca pensé que me lo fueran a conceder. Es maravilloso. Este homenaje significa un reconocimiento para todos aquellos actores que hemos pasado por Almagro y que damos la vida en los escenarios.
¿Cómo ha evolucionado este festival?
Recuerdo cuando comencé a participar en el festival en 1989. Almagro era un pueblo y los vecinos nos miraban como aquellos forasteros que venían a invadirles en verano. Curiosamente, ese año se inauguró un espacio genial como es el Palacio de los Fúcares. No había ningún hotel ni infraestructura. Dormíamos en las casas de la gente. Había unas jornadas universitarias, pero todo estaba deslabazado. Hoy en día el festival es vida, toda la localidad está integrada y la oficina funciona todo el año. Es algo grande.
¿Qué representa Almagro para un actor y para el teatro español?
Es el gran festival de referencia. Siempre ha sido relevante, pero en este tiempo de crisis Natalia Menéndez (habla de su directora) ha conseguido que se convierta en el gran festival del teatro clásico español. Todo el mundo quiere ir a Almagro. Es como una feria donde tú exhibes tu trabajo y te evalúan.
Existe una percepción en torno al teatro clásico como que llega menos al espectador que otros. ¿Cómo lo valora?
Creo sinceramente que no es así. Lo que ocurre es que tenemos un prejuicio del teatro heredado de tiempos inmemoriales. El teatro clásico se identificaba no como una forma de vida, sino como una actitud política. Nuestro clásico es el más rico de Europa y ha evolucionado gracias, en parte, al festival de Almagro. Allá donde vamos con la Compañía de Teatro Clásico, sitio que llenamos. Y no es falsa humildad; es la realidad y las estadísticas ahí están de lo lleno que tenemos el Teatro de la Comedia todo el año. Requiere mucho esfuerzo hacer que el teatro del siglo XVII tenga algo que contar hoy en día.
En alguna entrevista ha dicho que la “pasión” de la interpretación le viene de sus raíces en Yunquera de Henares (Guadalajara), donde “siempre se ha hecho teatro”. ¿En su familia se hacía teatro? ¿Cómo fue su infancia en Yunquera y cuando se marchó del pueblo?
En Yunquera todo el pueblo hacía obras de teatro para las fiestas. Mi padre, mis hermanas, mis primos hicieron teatro. Y a mí me apasionó, me gustó mucho. Estaba estudiando Psicología en Madrid y un amigo mío del pueblo tenía un grupo de teatro. Me apunté y en aquel momento decidí que esa era mi profesión. Me sentía bien haciendo otros personajes, experimentando emociones.
¿Qué relación sigue teniendo con Guadalajara?
Con mi pueblo, mi familia y mis amigos procuro tener todo el vínculo que puedo, aunque voy menos de lo que quisiera. Con Guadalajara sí me gustaría volver a aquel tiempo de joven cuando me recorría en coche toda la provincia. Adoro esta provincia y me encanta que siga siendo bastante desconocida para que la gente no la estropee. Es muy rica en románico. Hace años hubo un obispo dejó que se cayeran los templos románicos para no permitir al por entonces Ministerio de Información y Turismo que se encargara de ese patrimonio. La cuestión era si el patrimonio era de la Iglesia o del Estado. Si permitían que lo reconstruyera el Estado, entonces pasaba a ser patrimonio nacional. En fin, algún día aprenderemos.
¿Ha trabajado en Guadalajara o le gustaría hacerlo, especialmente, en el teatro Buero Vallejo?
Sí, hace muchos años. Interpreté al Plauto con un grupo de teatro profesional y creo que la otra fue ‘La discreta enamorada’. No estoy seguro. Me gustaría volver al Buero Vallejo, pero Guadalajara tiene la suerte y la desgracia al mismo tiempo de ser la ciudad más cercana a la capital, y eso tiene sus ventajas e inconvenientes. Antonio Buero Vallejo sufrió la persecución y la cárcel por sus ideas políticas, pero pienso que su valoración es alta. Es nuestro gran autor de posguerra. Grande. Tuve la suerte de hacer ‘La fundación’ hace unos años y conocerlo. Recuerdo que me dijo algo gracioso. Nos presentaron y me preguntó: “¿entiendes la obra?” Le contesté: “creo que sí”. Y me dijo: “es que algunos de Guadalajara no la entienden y otros no la entenderán nunca”. Él tenía dolor con Guadalajara. Pero el reconocimiento ha sido total.
¿Es Guadalajara una ciudad difícil para representar teatro clásico?
Guadalajara no tiene mucha tradición teatral. Hace años no había mucha gente que fuera al teatro. Quizá ahora se llenen. A pesar del esfuerzo que conlleva producir y montar una obra de teatro, considero que Buero hubiera merecido una representación teatral en su centenario.
Ha formado parte de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y ha intervenido en más de 30 montajes, dirigido, entre otros, por Helena Pimenta, Miguel Narros, Pilar Miró y José Carlos Plaza. ¿Cuál fue el director que más le ha marcado en su crecimiento profesional?
Todos los directores con los que trabajas te marcan mucho. Tengo un recuerdo muy especial de Jean Pierre Miquel como muchos compañeros. Fue administrador de la comedia francesa e hicimos con él en el Teatro de la Comedia ‘Don Juan’, de Molière. Fue maravilloso. Me marcó para bien y me enseñó otra forma de ver y entender el teatro. Además, José Carlos Plaza fue mi maestro; Narros es el maestro de los maestros; Pilar Miró me dio mi primera gran oportunidad en teatro; con Helena Pimenta hay un gran entendimiento, he crecido con ella profesionalmente.
¿Qué significó el premio MAX al mejor actor de reparto, que recibió el año pasado?
Fue maravilloso. Un honor. Lo que más me emocionó fue que toda la gente que me aplaudía era del teatro y ese gesto es algo que no olvidaré nunca. Me sobrepasó. En nuestro mundo somos humanos, empáticos, solidarios. No somos tan críticos como en otros sectores.
¿Cómo fue su experiencia de trabajar al lado de Carmelo Gómez?
Estupenda. Carmelo Gómez es un ‘actorazo’. Era fantástico no saber cómo se iba a desarrollar la escena nunca. Conocíamos el texto, pero hay un aspecto sobre la actitud de los personajes que no sabías hasta donde iba a llegar y eso da vida. Algo que con Carmelo era posible.
Actualmente está representando ‘El perro del hortelano’ para la Compañía Nacional de Teatro Clásico Español. Es un texto de Lope de Vega donde se abordan temas de la sociedad de su tiempo como la libertad del individuo, el destino, las jerarquías, las barreras sociales en el amor… ¿Siguen siendo temas actuales?
Sí. Los conflictos que plantean son eternos. Nosotros hemos ido buscando la esencia de estos conflictos para que nos llamen la atención. Intentamos hacer reflexionar al público, que se cuestione cosas. El teatro existe para plantear preguntas. Estoy contento con lo que se está logrando con el teatro clásico. En ‘El perro del hortelano’, la protagonista es una mujer que lucha por decidir sobre su destino. En la actualidad, no podemos decir que la mujer esté en unas condiciones de igualdad con respecto a los hombres. Esta obra la ha dirigido una mujer muy comprometida con el papel de la mujer en nuestra sociedad. Se define como una mujer que quiere vivir su propio destino, su amor y lucha contra sus prejuicios y las ataduras sociales. Duda entre escuchar a su corazón o seguir la responsabilidad de su cargo. Hablamos también de clases sociales. Todavía tenemos muchos problemas en este sentido. Hay grandes escalones sociales y nuestra función ayuda a replantearnos estas cuestiones tan arraigadas.
De las obras de la literatura del Siglo de Oro que ha interpretado (‘La vida es sueño’ o ‘El alcalde de Zalamea’, entre muchas otras), ¿cuál le ha llenado más profesionalmente?
‘La vida es sueño’, definitivamente. Es la mejor obra de teatro clásico que se ha escrito en castellano. El personaje de Segismundo es grande, inabarcable…
Usted se formó en el Laboratorio William Layton. ¿Qué aprendió allí?
Me formé a lo largo de tres años y aprendí muchas cosas, sobre todo, profundizar en el análisis de los personajes. Es una gran escuela para formar actores. Estuve dando clases durante un par de años, pero tuve que dejarlo por mis compromisos. Ahora una vez al año imparto un curso de verso para no desconectar del ambiente de la escuela. Es un centro muy honesto y comprometido con la formación del actor. A los jóvenes les aconsejaría que se tomaran muy en serio su carrera y que se diviertan. Lo importante es querer ser actor y no una estrellita. Creerse actor y meterse en la piel de los personajes. Si consigues empatizar con el público, trasladarles los mismos dilemas y sensaciones que se plantean en las obras, ésa es la mejor recompensa.
“Trabajar con Almodóvar es la gran experiencia”
¿Cuáles son sus actores de referencia?
Tengo pocos. El gran referente español de todos es Fernando Fernán Gómez como el hombre completo de nuestra profesión, porque era director, guionista de teatro y de cine. José Sacristán, al que le dan el premio del Corral de Comedias este año en Almagro. En ‘Magical Girl’ hacía un papel que te hacía volar desde la silla del cine. Me dejó loco. Es genial.
Trabajó en 'Julieta' con Almodóvar. ¿Cómo es Almodóvar?
Trabajar con Almodóvar es la gran experiencia. Es un genio y como tal genio te hace trabajar en otra dimensión. No te lo pone nada fácil, pero descubres cosas fantásticas en ti que él te las propicia. Por ejemplo, aprendes hasta donde puedes llegar con tu personaje en la distancia corta.
El teatro es la base para un actor pero usted ha participado en muchas series de televisión de éxito, como ‘Aída’, ‘Isabel’ o ‘Cuéntame’. ¿Qué es la televisión para un actor?
La televisión es un medio más para trabajar y ahora se ha convertido en la puerta para que la gente te conozca. Es la puerta por la que tú entras a la hora de comer, cenar, en la sobremesa de las familias. Es bonito.
Ha dicho en más de una ocasión que los actores “se quejan demasiado poco con lo que están sufriendo, que es mucho”. Explíquese.
Somos un gremio muy castigado. Nos han subido el IVA y ahora parece que lo han bajado. La crisis ha arrasado muchas pequeñas compañías y la gente se queja poco. Sigue trabajando. Yo no me puedo quejar de verdad, pero tenemos un 92% de paro. Creo que protestamos poco.
¿El Gobierno de Rajoy ha sido el más letal para la cultura y los creadores?
Creo que ha habido una condena contundente contra nosotros, a raíz del 'No a la guerra'. Tengo la sensación de que los políticos no están interesados en la cultura. No he conocido a ningún político comprometido con la cultura. Para mí la cultura es un bien de primera necesidad.
Lorca dijo que un país que maltrata a su teatro está condenado al fracaso. ¿Está de acuerdo?
Sí, aunque creo que en España no se maltrata al teatro. Empecemos a leer a nuestros poetas y seguro que encontramos alguna repuesta. Lorca fundó algo maravilloso como fue la compañía de La Barraca, llevó la cultura a los pueblos y vivió en una época muy floreciente en nuestro país en el ámbito cultural, educativo, en derechos para la mujer…
¿Por qué ese sentimiento de desprecio hacia nuestro patrimonio cultural, a diferencia de lo que ocurre en Francia y otros países?
En otros países la gente valora a sus artistas como profesionales, como personas que les alimenta a ellos. Aquí simplemente se reduce a ‘te vi o no te vi’ en la tele. No tiene más importancia. En otros sitios siento que mi trabajo es útil. Aquí me estoy esforzando para que mi aportación contribuya a que la cultura enriquezca a la sociedad. Cuánto más educación y cultura tiene la gente, más libre es para elegir lo que desea realmente. Hay un desprecio generalizado que llevamos arrastrando durante muchos años. El franquismo castró a la cultura en España. A pesar de todo, siempre estamos a tiempo de todo y más en un país tan rico culturalmente como éste. La falta de apoyo a la cultura influye en que la gente valore más lo que viene de fuera que lo propio. Es absurdo.
¿El castigo a los titiriteros fue una manera de avisar al resto de la profesión de actores, cómicos y creadores?titiriteros
Creo que fue una gran metedura de pata donde mucha gente se quedó en evidencia. El problema es que el proceso de estos titiriteros sigue adelante. Todavía están en los juzgados estos chicos y eso es una vergüenza para todos. Como pasó el ‘boom’ informativo, nadie se ocupa de eso.
¿Por qué cree que el Gobierno decide bajar el IVA a los espectáculos taurinos y, en cambio, sigue castigando al cine?
Es inexplicable. Lo lógico es que bajara el IVA para todos por igual. El cine es, además, como bien dijo mi amigo Mariano Barroso, una industria que genera riqueza. ¿Por qué castigarla más? En ningún país de Europa ocurre esto. Es extremismo. Pero va a ser muy difícil callar a los cómicos. Porque entonces no serían cómicos entonces, sino mimos.