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Un estudio señala que el Tajo “no funciona como río”
El Tajo no está “mucho peor” que otros ríos en contaminación, pero sí es diferente al resto porque no tiene crecidas ni periodos de estiaje, es decir, no funciona como un río y esto tiene consecuencias “importantes” para la adecuada actividad ecológica del entorno, según concluye un estudio europeo.
Esta situación tiene como causas el trasvase al Segura -de media se derivan 350 hectómetros cúbicos de agua- y el abastecimiento a Madrid y su área metropolitana, una zona de seis millones de habitantes y con una gran actividad económica que se sitúa entre los primeros PIB del país.
El profesor de la Facultad de Ciencias Ambientales y Bioquímica de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM), José María Bodoque, ha participado en el proyecto Attenagua, que se ha desarrollado desde octubre de 2012 hasta el 31 de diciembre de 2014 en cuatro acuíferos aluviales de Francia y España.
Bodoque ha explicado a Efe que el proyecto ha consistido en evaluar la capacidad de autodepuración que tienen los bosques de ribera teniendo en cuenta que la contaminación del agua tiene dos orígenes, uno “puntual” -la actividad industrial- y otro “difuso”, que es la actividad agrícola.
El área de estudio en el que ha trabajado el equipo de la UCLM se ha situado a lo largo de 25 kilómetros del río Tajo a la altura de La Puebla de Montalbán (Toledo), entre el embalse de Castrejón y la desembocadura en el Tajo del canal de riego del Castrejón.
Las conclusiones del proyecto, que son extrapolables a toda la cuenca del Tajo, indican que el río “no está mucho peor que otros” en sus niveles de contaminación, por ejemplo el Ebro y el Garona (Francia), ya que la carga de contaminantes es “importante” pero no supera las concentraciones máximas establecidas por la normativa.
Lo que diferencia al Tajo del resto es que no tiene una dinámica fluvial, no tiene crecidas ni periodos de estiaje, sino que los niveles permanecen prácticamente estáticos durante todo el año hidrológico, salvo variaciones centimétricas o, a lo sumo, decimétricas.
“Y esto tiene implicaciones muy importantes: para que las zonas de ribera cumplan su función de autodepuración, el río tiene que experimentar crecidas a lo largo del año y para que la actividad ecológica del entorno funcione adecuadamente el río debe funcionar como tal, y es algo que en el Tajo no ocurre”, asegura.
De hecho, Bodoque resalta que un compañero de la investigación define al Tajo como un río con “encefalograma plano” debido a su nula actividad.
Esta situación tiene como causas el trasvase al Segura -de media se derivan 350 hectómetros cúbicos de agua- y el abastecimiento a Madrid y su área metropolitana, una zona de seis millones de habitantes y con una gran actividad económica que se sitúa entre los primeros PIB del país.
El estudio plantea que el Tajo mejoraría su capacidad de autodepuración si aumentara su caudal “lo suficiente” para conseguir que el río tenga crecidas.
“El río no tiene mecánica fluida, no hay bosques de ribera, y si no hay bosques de ribera toda la fauna y la variabilidad botánica desaparece o se ve reducida de manera drástica”, asegura este investigador.
Una vez terminado el proyecto, los investigadores están poniendo en común los datos para publicar los resultados y conclusiones del Attenagua, que está incluido en el Programa Operativo Sudoe 2014-2020 integrado por España, Francia, Portugal y Reino Unido -para Gibraltar-.