Este blog se dedicará a hablar de uno de los fenómenos más incipientes de la actualidad: el mundo seriéfilo. Recomendará, analizará y traerá curiosidades de series de televisión estadounidenses, británicas, europeas y de otros países del mundo.
La corrupción y las tropelías varias en la política han puesto de moda -desde hace unos años- las series sobre esta temática: ‘House of Cards’, ‘Borgen’, ‘Boss’, ‘1992’, ‘Veep’, ‘Crematorio’ o ‘Scandal’, entre otras. Desde ‘The West Wing’, ficción de referencia para muchos, se le ha dado muchas vueltas de tuerca al género político. Yo soy gran fan de este tipo de series y, por tanto, las he visto de todos los colores y tamaños. El día 15 de mayo ‘Netflix’ estrenó ‘Marseille’ una producción propia que viene desde Francia. Así, el gigante del streaming, intenta engancharse al tren de las ficciones políticas: ¿qué tal le habrá salido el experimento?
‘Marseille’ venía llamando mucho la atención desde hace tiempo, de hecho, se llegó a leer por internet que venía a ser la ‘Borgen’ francesa; vamos, lo que viene siendo un listón muy, muy alto. Su creador es el escritor y actor francés Dan Franck pero, sin duda, el nombre que llama más la atención a nivel internacional es Gérard Depardieu que protagoniza la serie; aunque, últimamente no es que esté en su mejor época. Un actor de renombre con una producción a priori muy cuidada para ganarse al público internacional.
Un thriller político contextualizado en la ciudad de Marsella en plena precampaña de las elecciones municipales. Robert Taro (Gérard Depardieu) tras 20 años en la alcaldía de la ciudad tiene todo orquestado y preparado para su retirada de la vida política: un casino que renovará por completo el desfasado puerto marítimo, convirtiéndose en leyenda, y un pupilo, Lucas Barrés (Benoit Magimel) como un sucesor perfecto. Sin embargo, algo falla en el guión cuando Lucas le traiciona ‘in extremis’ y los oscuros intereses de la mafia salen a la luz. Entonces, la carrera a la alcaldía se convertirá en algo muy peligroso y obsceno.
Los 45 primeros minutos de ‘Marseille’, es decir, el piloto, me dejaron bastante extrañado y frío pero, con las series ‘Netflix’, a veces, tienes que dar tres o cuatro capítulos hasta que cuaje. Pues, todo lo contrario, ya que la cosa iba de mal en peor episodio tras episodio. Un experimento de resultado nefasto que se produce al intentar un cóctel seriéfilo de esta índole: ‘Borgen’, ‘Boss’, ‘House of Cards’ o ‘ Gomorra’. Un auténtico caballo de Troya que escondía una sorpresa terrible: un producto ‘bonito’ con cero contenido. Una ficción artificiosa difícilmente creíble vendida como un Lamborghini pero con los componentes de un utilitario.
Con el paso de los capítulos se le ven más las miserias y la mediocridad, a una serie ‘limpita’ por fuera pero sucia por dentro. El texto es compendio de giros de guión muy desafortunados y mal elaborados. Una sensación anticlimática que se produce al ver venir esos giros a la legua. Una sensación de deja vú que hace un flaco favor a la ficción. ‘Marseille’ está llena de relleno, es decir, de tramas secundarias tan accesorias como prescindibles que lo único que hacen es embarrar una trama principal endeble y predecible. Unos diálogos plenamente nefastos en su mayoría que dan pie a situaciones irrisorias y, una voz en off que me resulta irascible.
Gérard Depardieu está simplemente correcto y quizás el mejor de un reparto flojo, flojo; y, pido perdón al actor francés pero, no le llega ni a la suela de los zapatos a Kelsey Grammer y su alcalde Tom Kane. Un compendio de actores donde muchos de ellos son nefastos, por ejemplo: Benoit Magimel que cuando se pone intenso da verdadera risa o Guillaume Arnault interpretando a un “psicópata” de medio pelo.
Los personajes están mal dibujados y construidos; además, su desarrollo es bastante paupérrimo en muchos casos, de hecho, son muy predecibles debido a que son estereotipos andantes. Los femeninos, en general, no pueden estar peor representados, definidos y escritos. En definitiva, ‘Marseille’ lleva al extremo la definición de cliché en alguno de ellos.
La dirección es el enésimo error en el afán de cubrir las carencias que tiene el guión. Un timón mal capitaneado que busca crear, ineficazmente y de manera chapucera, a través del ‘slow motion’ momentos de tensión y, el problema, es que se convierte en una absurda dependencia narrativa. Un texto insustancial que no es capaz de generar por sí solo algo de tensión.
La música tampoco juega mucho a favor de la narración, de hecho, resulta muy torpe. Una utilización extraña y molesta con esos acordes de música clásica que vuelven a conjugar mal -como lo hace la dirección- con el texto en ese intento de crear tensión y ritmo en la historia.
En conclusión, ‘Marseille’ es un experimento artístico fallido, un producto mediocre que no tiene nada de especial, de hecho, ‘Netflix’ se está planteando -si no lo ha hecho ya- no renovarla por una segunda temporada. Mucho tendrían que cambiar las cosas -si se produjera la renovación- para que esta ficción se convierta en algo medianamente aceptable.
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