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El 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, se torna cada año en un día colmado de reivindicaciones y de lucha, de compromiso y de responsabilidad, de confianza y de futuro. El 8 de marzo se convierte en un recordatorio que nos avisa de que todavía no nos encontramos ante una sociedad igualitaria y de que aún nos queda un laborioso camino antes de conseguir la igualdad real y efectiva entre mujeres y hombres. El 8 de marzo nos empuja a seguir trabajando a favor del empoderamiento de la mujer y de la igualdad de género.
La ciudadanía ha de tener el convencimiento de que es imprescindible incorporar los valores, el trabajo y los conocimientos de las mujeres a la sociedad. De que es esencial la participación económica, política y social de las mujeres para mejorar la calidad de una sociedad democrática y avanzada. Solo alcanzando una auténtica igualdad de derechos y oportunidades entre mujeres y hombres se construirá una sociedad más fuerte y más justa.
Es cierto que desde que comenzó a celebrarse este día hemos dado pasos importantes hacia la igualdad. Gracias al trabajo y el esfuerzo individual y colectivo hemos avanzado en derechos en educación, laborales y civiles, en participación de las mujeres en la vida pública y política.
El no conformarse tiene una larga historia de transformaciones positivas, pero aun habiendo conseguido considerables progresos ningún país puede decir que ha alcanzado la igualdad de género ni en el ámbito público ni en el privado, por ello tenemos la obligación de trabajar para que las mujeres tengan el mismo derecho al reconocimiento que los hombres y proponer soluciones. Cada vez que se ignora a una mujer, se hace invisible.
La desigualdad de género se manifiesta en todos los ámbitos. Cuando las mujeres buscan trabajo encuentran un empleo a tiempo parcial y más precario que el de sus compañeros. Pero aún con el mismo empleo, debido a la desigualdad salarial y desempeñando el mismo trabajo y con las mismas capacidades, a final de mes el hombre por la sola condición de su género, cobra una nómina más alta. Por ello hemos de desarrollar una ley de igualdad salarial que equipare a mujeres y hombres.
En las empresas las mujeres ocupan puestos de menor responsabilidad. Cerca del 52% de la población mundial son mujeres, pero la mayoría de las posiciones de poder y prestigio lo ocupan los hombres. En consecuencia, hemos de impulsar políticas para el fomento de la igualdad en el acceso a los puestos de responsabilidad en el ámbito empresarial. Al fin y al cabo, brechas de género en los sueldos y en oportunidades que hacen que arrastremos un gran desequilibrio que no permite mejorar la calidad de vida de las mujeres.
Asimismo el reparto de los asuntos domésticos y de los cuidados en la esfera de lo privado sigue siendo desigual. La carga continúa siendo de las mujeres y solo con una auténtica corresponsabilidad entre mujeres y hombres se equilibrarán de forma real las oportunidades para ellas.
Alcanzar la igualdad depende del conjunto de la sociedad. De los gobiernos ampliando y mejorando las leyes sobre igualdad y protección a las mujeres y aplicando políticas educativas que las fomenten, de las empresas ofreciendo trabajos de calidad y remuneraciones iguales a mujeres y hombres, de madres y padres que enseñan a sus hijos e hijas que todos los seres humanos son iguales y que han de ser tratados y educados del mismo modo.
Conseguir un modelo social más igualitario y una sociedad mejor y más justa, que conlleve la disolución de las desigualdades entre mujeres y hombres, depende de nosotros y nosotras.