Siete plantas que desconoces pero que para tu abuela fueron importantes

Foto: Manuel

Jordi Sabaté

1 de febrero de 2016 20:29 h

Si vivimos en un entorno mediterráneo -lo que implica a la mayor parte de la península exceptuando el cuadrante noroeste- y solemos pasear por el campo, notaremos la existencia de numerosas hierbas ruderales, propias de caminos y descampados si no yermos, sí al menos incultivados. Allí, igual que en otras ubicaciones más recónditas o rocosas, habitan una serie de plantas comunes, en las que nunca repararíamos. La albahaca, la uña de gato, el ajo silvestre o la achicoria entre otras.

También veremos frutos que normalmente pateamos para apartarlos de nuestro camino, como las algarrobas, o que observamos en huertos desde la distancia, como las cebollas o los pepinillos. Por no mentar la zarza mora con sus frutos rojos y sus hojas festoneadas de pequeños garfios. Todas ellas se nos antojan insignificantes y no sospechamos que algunas fueron las precursoras de bebidas como la Coca Cola o infusiones que sustituyeron al café en España durante años tras la guerra civil. Este reportaje recoge algunos de estos humildes vegetales y destaca sus antiguos usos.

1. Algarrobas para el chocolate

El chocolate de algarroba fue una constante en muchas casas rurales hasta hace mucho menos de lo que creemos. Tanto por ser un ingrediente que está mucho más a mano que el cacao como por las dificultades del abastecimiento hasta bien entrados los años sesenta y en algunas zonas los setenta. No se trata de chocolate de pastilla sino a la taza, y solía tomarse por las mañanas por la energía que aportaba y como sustituto del café.

Por otro lado, su sabor es muy similar al del cacao, aunque ligeramente más amargo si llega a hervir, pero tiene la ventaja de que no aporta tanta materia grasa ni la excitante teobromina, sino que estimula por su gran aporte en azúcares naturales y su abundancia en fibras solubles, que también actúan como laxantes. Se le atribuyen además muchas otras propiedades nutricionales, pero incluso grandes chefs proponen recetas basadas en la harina de algarrobas.

Esta se puede comprar en tiendas especializadas o bien elaborar recogiendo las algarrobas que nos encontramos por el campo, ya maduras o caídas del algarrobo (Ceratonia siliqua, un árbol generalmente cultivado porque las algarrobas se utilizan para alimentar al ganado); separando las habas y tostándolas en una olla y luego machacándolas con un mortero o un molinillo hasta que tomen consistencia harinosa. Una vez picadas, basta con una cucharada de esta harina en un vaso de leche para conseguir una taza de buen chocolate de algarrobas.

2. Pepinos para el cutis

Aunque nos parezca sorprendente, nuestras abuelas apreciaban más los pepinos (Cucumis sativus) por su capacidad reparadora de la piel facial que como condimento para ensaladas. Solían recogerlos de la huerta, limpiarlos con agua y, sin pelarlos, triturarlos y mezclarlos con yogur o bien con aceite de oliva hasta conseguir una pasta firme que se aplicaban en la cara como mascarilla. Al parecer, el pepino tiene cualidades notables como hidratante, reparador de quemaduras solares e incluso antiinflamatorio.

3. Achicoria para hacer café

El café de achicoria (Cichorium Intybus, una planta común en prados incultos y márgenes de caminos) fue la infusión más tomada en los primeros diez años de las posguerra, pues el café normal era tremendamente escaso y difícil de conseguir. El sabor es similar y sus propiedades le permitían hacer las mismas funciones. Es decir, era un buen estimulante gracias a su riqueza en inulina, un hidrato de carbono complejo y compuesto de fructosa, que va liberando azúcares lentamente. Esto le hacía dar energía sin los efectos enervantes de la cafeína.

Por otro lado también era rico en fibras solubres, con lo que actuaba como buen purificante intestinal y laxante. Además, gracias a la intibina, un compuesto que estimula la bilis, también se usaba como aperitivo, es decir para abrir el hambre. Adicionalmente, la raíz de achicoria, que era la parte de la planta usada en forma de harina, es rica en ácidos Omega-3 y Omega-6. Hoy en día todavía hay personas que prefieren el café de achicoria al normal, aunque lo mezclan con malta -un cereal proveedor de energía- para suavizar su fuerte sabor.

4. Uña de gato para las picaduras

En verano en el campo o se es muy sufrido o conviene tener un hectolitro de 'afterbite' cerca para paliar el escozor de las picadas de abejas, tábanos, mosquitos y cualquier otro pequeño guerrero volador que quiera echarnos de su territorio o bien usar nuestra sangre como alimento. Bueno, los más avezados en química saben que la famosa barrita milagrosa contiene en realidad amoníaco diluido, que neutraliza el ácido fórmico que los insectos nos inoculan.

Ahora bien, si después de una dura picada no tenemos a mano ni 'afterbite' ni amoníaco, lo suyo es recurrir a la uña de gato, también conocida como raïm de pastor en catalán, que es el humilde Sedum sediforme, una plantita crasa que crece en terrenos yermos o rocosos aportando hojas en forma de garra felina o también a veces, en zonas muy lluviosas, en forma de uvitas. Basta con aplicarnos un trozo de esta planta jugosa contra la picada, de modo que suelte su jugo, para sentir alivio. Especialmente recomendada, por otro lado, para las heridas por ortigas.

5. Zarza morisca para hacer Coca Cola

La planta Smilax aspera, que se conoce comúnmente como zarza morisca, tiene una raíz con propiedades estimulantes y desde muy antiguo se ha utilizado tanto en África como en Europa y América como bebida tónica, conocida como zarzaparrilla. De hecho, el inventor de la Coca Cola se inspiró en este brebaje para crear su exitoso producto. Pero no hay que ir en España demasiado lejos para encontrar rastros de su comercialización. Antes de que se vendiera la Coca Cola en nuestro país, la zarzaparrilla era su homólogo y triunfaba la marca conocida como Zarzaparrilla 1001, “el cap i cua de la simpatía española”.

6. Albahaca para repeler a los mosquitos

La albahaca (Ocimum Basilicum) es una hierba mediterránea famosa por ser la base de la salsa de pesto y también por condimentar numerosos platos de la comida italiana. Sin embargo, en España era común en verano tener una mata de albahaca o un tiesto en cada estancia de la casa, sobre todo en el campo, pues el fuerte aroma que desprende es un repelente efectivo contra los mosquitos. También los agricultores solían ir al huerto con una ramita de esta planta colocada en la oreja y aún es tradición durante las fiestas mayores de muchos pueblos de la costa catalana llevar la rama de albahaca.

7. Ajo silvestre y cebolla para los callos

Los empastes de ajo tienen la virtud de ser un potente fungicida, además de tener propiedades antibacterianas. Puede usarse también ajo de consumo, pero tiene el problema de su fuerte olor. Por contra, las emanaciones del ajo silvestre (Allium Sativum) son más suaves. El tratamiento consistía en limar un poco el callo, después humedecer la zona con hojas de cebolla (Allium Cepa) y finalmente aplicarle una cataplasma de ajo machacado y mezclado con aceite de oliva. La misma se envolvía en una venda y se dejaba toda la noche, mientras la persona dormía. ¿Era realmente efectivo? Bueno... las abuelas creían que sí.

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