Cinco 'chicharros' que las empresas de cosméticos intentan colar en las cremas antiarrugas

Foto: Pexels

Jordi Sabaté

La apropiación indebida de conceptos científicos para darles un uso comercial es una constante tanto en el mundo de la alimentación como en el de la cosmética, sobre todo cuando entra en juego la imaginación y el talento creativo de los departamentos de marketing. Desde los danacoles a los bífidus activos, pasando por los suplementos vitamínicos, la industria de la nutrición ha intentado siempre aplicarse en ofrecer novedades en su etiquetado que justificaran el precio del producto, no solo en función de su valor dietético, sino también de supuestas propiedades sanadoras.

Del mismo modo ha actuado la industria cosmética para validar los precios muchas veces exagerados de sus cremas o sueros. Puesto que la composición química básica de una formulación cosmética es muy homogénea para todas las marcas, y en la mayoría de productos, los departamentos de marketing han necesitado incluir elementos milagrosos con nombres complejos que prometan la desaparición de las arrugas, el rejuvenecimiento de la piel o la eterna juventud. 

Los cosméticos nunca harán los milagros que prometen los elementos estrella que se anuncian y que van rotando en el etiquetado según pasan las modas o los estudios científicos desmienten sus supuestos poderes mágicos. A continuación se comentan cinco invenciones del mundo del marketing para vender más cosméticos.

1. “Parabene free”

Los parabenos son un elementos de las composiciones cosméticas cuyo único cometido es actuar como fungicidas y bactericidas, es decir evitar que las cremas se estropeen, se contaminen o puedan provocarnos infecciones. Han sido largamente discutidos porque algunos de ellos pueden tener un cierto papel como alteradores del equilibrio hormonal de nuestro cuerpo, aunque esto solo sucede en cantidades muy superiores a las que los parabenos se encuentran en nuestras cremas.

La mayor parte de ellos están autorizados y la normativa europea especifica claramente cuáles de ellos se pueden usar y cuáles sí podrían ser peligrosos y por tanto no están permitidos. También en qué productos puede aplicarse y en cuáles no: por ejemplo, algunos de los más comunes no pueden usarse en cremas destinadas a la zona donde van los pañales para el bebé, especialmente cuando hay heridas. Por lo tanto, la etiqueta 'Paraben free' no indica un valor diferencial respecto a otras cremas del mercado, ya que los parabenos no están prohibidos y sí completamente regulados. 

2. “Con Coenzima Q10”

La Coenzima Q10 es famosa en ciencia porque interviene en numerosos procesos vitales para el metabolismo humano, desde la prevención de la oxidación de la membrana celular a la fabricación de moléculas de ATP o la síntesis de los nucleótidos del ARN mitrocondrial. Por su don de la ubicuidad en tantas funciones fisiológicas, los departamentos de marketing tuvieron la genial idea de bautizarla como Ubiquinona.

Se ha utilizado ampliamente como reclamo en infinidad de suplementos dietéticos pero una y otra vez la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria ha desmentido que ingerida por vía oral tenga efectos sobre nuestro metabolismo tras pasar por el tracto digestivo, donde seguramente es degradada. En cosmética, sin embargo, también es ubicua su presencia en infinidad de marcas y cremas, desde las más humildes hasta las más caras.

En teoría su acción se debería a que penetra con la crema a través de la epidermis y llega a las células de la dermis profunda, a través de cuyas membranas se cuela. En todo caso, de ser así, su eficiencia sería muy irregular y dependería del tipo de epidermis. Pero la realidad es que no existe ningún estudio que haya demostrado por el momento ningún tipo de eficacia de la Coenzima Q10 aplicada por vía tópica. 

3. “Con péptidos de arroz como activadores de las sirtuínas”

Las sirtuínas fueron en 2009 la molécula estrella del mundo del 'antiaging', al atribuírseles un papel estimulador de los genes que activan la regeneración celular. Su descubrimiento y entronización se debió a una serie de estudios en los que tanto algunas cepas de levaduras como ciertas poblaciones de la mosca del vinagre, demostraron una inusitada regeneración en determinadas células adultas en presencia de estas proteínas.

Sin esperar a conocer el papel de las sirtuínas en la especie humana, los departamentos de marketing se lanzaron a crear gamas de productos contra el envejecimiento celular a base compuestos que actuaban como activadores de las situínas, entre ellos un compuesto del vino llamado resveratrol, pero también los péptidos de arroz, sin saber muy bien a qué proteína del grano de arroz se refería el etiquetado del envase.

Finalmente varios estudios en 2011 desmintieron el papel de estas proteínas en la alta tasa de regeneración celular tanto de las cepas de levaduras como de las poblaciones de la mosca del vinagre y se lo atribuyeron a factores de índole genética más complejos. 

4. “A base de células madre vegetales de manzana”

Otra invención de las empresas cosméticas fueron las cremas 'antiaging' a base de células madre vegetales, sobre todo las de la manzana. Las células madre, por muy indefinidas -pueden dar lugar a células especializadas- que sean tanto en animales como en vegetales, no tienen nada que ver en un reino respecto al otro, y tampoco los productos que generan. Las células madre de manzana no nos darán una piel tersa y brillante como la de una manzana, que por cierto es la parte del manzano que antes envejece.

Es cierto que las células madre animales se usan en regeneración epitelial de grandes quemaduras, pero ni su estructura, su membrana ni su código genético se corresponde en absoluto a las células madre animales. Por otro lado, las células madre vegetales producen una serie de reguladores hormonales conocidos como citoquininas, pero que solo afectan a los vegetales, no a los animales. Parece más bien que se busca el reclamo por el apelativo 'madre', que sugiere protección. 

5. “Regenerador con micropartículas de oro”

Una de las campañas más imaginativas y delirantes del marketing cosmético ha sido el lanzamiento de los regeneradores con micropartículas de oro, ya que se trata de un metal que no interviene en ningún proceso relacionado con la regeneración celular ni la protección frente a la oxidación. Sin embargo es un metal caro que justifica perfectamente una subida de precio en el tarro de crema. 

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