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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

México: la omnipresente violencia debe cesar

Wolfgang Kaleck

Ciudad de México, mayo de 2015. En el año 2008 la directora de cine Christiane Burkhard se presentó al público mexicano con su película Trazando Aleida, un capítulo de su historia desconocida. Burkhard cuenta la historia de una joven mujer, Aleida, quien a mediados de los 2000 se entera de que sus padres no son sus padres carnales y que su abuela carnal la está buscando a ella y a su hermano. Los verdaderos padres de los jóvenes, según la abuela, son “desaparecidos” en la guerra sucia que México también llevó en contra de la oposición en los años setenta; el tipo de respuesta contra levantamientos que conocemos en casi todos los países latinoamericanos de aquella época. La directora de cine inicia una doble búsqueda. Junto a Aleida, buscan el paradero de su hermano y lo encuentran finalmente en Washington, mientras que en el Estado de Guerrero siguen las huellas de los padres de Aleida, quienes eran miembros activos de una guerrilla rural.

La represión en aquel entonces en México no alcanzó las dimensiones de dictaduras contemporáneas como la argentina y la chilena. Además, México se mostró progresista hacia afuera y ofreció refugio a muchos exiliados de izquierda de toda Latinoamérica. El país fue gobernado desde los años veinte por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), de una manera que el autor peruano Mario Vargas Llosa una vez describió como la dictadura perfecta. A finales de los años ochenta se abrió el panorama político y surgieron movimientos sociales al margen de los partidos establecidos. Un pequeño rayo de esperanza.

La situación actual en el país centroamericano deja al observador con un sentimiento de desesperanza. No solo son las masacres de los estudiantes de Ayotzinapa en septiembre de 2014, sino otras numerosas masacres como la de los migrantes de Guatemala, El Salvador y Honduras, quienes en su viaje a la tierra prometida -los Estados Unidos- se ven enfrentados a peligros y brutalidades en México. El problema se ha vuelto aún más complejo. En el pasado el aparato autoritario del Estado mexicano hizo uso de la violencia -en ocasiones, incluso, violencia excesiva- con el propósito de controlar a los segmentos de población en resistencia. Hoy, sencillamente no se sabe a qué actores atribuir la muerte de decenas de miles de personas y los más de 20.000 desaparecidos en los últimos años. Hace años que el Estado mexicano ya no tiene el monopolio del poder y tiene que ceder diversos territorios a bandas criminales. Por otro lado, existen empresas transnacionales que se aprovechan de dicha confrontación para apropiarse de tierras y materias primas. Una situación realmente complicada.

Pero hay motivo para tener esperanzas. La protesta contra la desaparición y asesinato de estudiantes no solo es masiva en el interior del país, sino que en el exterior crece la solidaridad con las víctimas y con ello también la presión hacia el gobierno neoliberal del presidente Peña Nieto. En estos días me encuentro en seminarios, debates y actos en universidades y reuniones con activistas de derechos humanos en México con varios jóvenes y también con reconocidos abogados, quienes se esfuerzan activamente de manera política y jurídica en contra de las violaciones de los derechos humanos.

Todos ellos, al igual que decenas de miles de afectados por torturas, robo de tierras y explotación, arriesgan mucho en este peligroso país. Por ello, deben ser apoyados en la construcción de un Estado de derecho democrático y no corrupto. También nosotros en Europa podemos aportar. Alemania debe rescindir cualquier colaboración dudosa con el gobierno mexicano, como por ejemplo la cooperación escandalosa de la policía alemana con sus colegas mexicanos, parar por completo la exportación de armas hacia dicho país y controlar a las empresas europeas de una manera más estricta respecto a sus actividades en México.

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Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.

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