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Sobre este blog

Cuaderno Común propone debatir en torno a las múltiples formas en las que el procomún está apareciendo en la sociedad red.

En este blog escribe un grupo de colaboradores de Medialab-Prado y del Laboratorio del procomún: Floren Cabello, Alberto Corsín Jiménez, Javier de la Cueva, Adolfo Estalella, Sergio Galán, Carolina García, Juan Gutiérrez, Antonio Lafuente, Tíscar Lara, Rubén Martínez, María Ptqk, Margarita Padilla, Jara Rocha y Jaron Rowan. Si alguien está interesado en publicar una contribución puede escribir a commonlabbook [a] gmail.com

De la piedra a la nave. Diseño colaborativo de tipografía

Esbozos de la tipografía Serrería Extravagante del primer día de taller

Manufactura Independente

Las fachadas de la futura nueva sede del Medialab-Prado, la Serrería Belga, están decoradas con una hermosa tipografía. En respuesta al reto, propuesto por el Medialab-Prado, de liberar estas letras de su pétrea prisión y abrirlas al resto del mundo, celebramos un taller de tres días en Madrid. La premisa era diseñar una tipografía de manera colaborativa, usando un forma de trabajar absolutamente libre, y sin requisitos para los participantes – la invitación estaba abierta a todos.

Manufactura Independente es un estudio de investigación y diseño libre sito en Oporto, Portugal, dirigido por Ana Isabel Carvalho y Ricardo Lafuente. Nos entusiasmó recibir la invitación del Medialab-Prado para venir a Madrid y trabajar en este revival tipográfico inspirado por un edificio con una historia tan rica. La acogida de la convocatoria fue impresionante, y dos días después ya estaba cerrada con un total de treinta participantes con trayectorias dispares y provenientes de ciudades de toda España.

La primera dificultad con la que nos topamos fue la de idear un método que nos permitiera trabajar de manera colaborativa y, al mismo tiempo, crear y mantener un estilo de diseño coherente. Partir de las letras talladas de la fachada de la Serrería resultó ser un aspecto fundamental. Supuso un punto de partida desde el que podíamos empezar y al que podíamos recurrir cuando fuera necesario.

Al observar el edificio uno de los primeros descubrimientos colectivos fue que esas letras no venían de una fuente preexistente. En las composiciones se pueden identificar diferentes representaciones o variaciones del mismo carácter. Aún así, hay una serie de principios tras los trazos de las letras que hacen que el conjunto mantenga una unidad.

El hecho de que las letras fueran tan ricas y tuvieran tantas variaciones las convertía en el escenario perfecto para el desarrollo del trabajo. Permitían improvisaciones e interpretaciones (dentro de unos parámetros). No había una dirección clara para el diseño de la tipografía sino muchas, y pudimos elegir con libertad.

El primer día del taller se desarrolló sin el uso de ordenadores. Los instrumentos elegidos para esta fase, que queríamos que fuera tan libre y experimental como fuera posible, fueron papel y bolígrafo. El objetivo era hacernos con el sentido general de la tipografía, más que con su perfección formal.

Observando las letras en los muros discernimos dos direcciones posibles y dividimos el grupo de participantes en dos. Todos fuimos a las sesiones de esbozos, donde cada persona dibujaba una pequeña serie de letras. Después, nos reuníamos y colectivamente comparábamos los resultados y elegíamos una de las series; a continuación, repetíamos el proceso, esta vez con más letras pero manteniendo las normas básicas que se establecieron con el primer grupo de letras seleccionado. De nuevo, todos escogíamos una de las proposiciones, y así fue como la identidad de la tipografía quedó fijada.

A continuación, la atención pasó de la propuesta de posibles diseños al trabajo conjunto para trazar todos los caracteres basándonos en la identidad que habíamos desarrollado durante los pasos previos. Usando un sistema de control manual (post-its), todos trabajamos juntos para dibujar los caracteres que faltaban para completar el alfabeto, así como los números y signos de puntuación básica. Este sistema de control rudimentario nos ayudó a entender mejor el estatus actual de nuestro cometido, además de especificar quién estaba trabajando en qué (evitando consultar unos a otros pegando voces) y a quién pedir consejo (por ejemplo: alguien que estuviera dibujando la “B” podía consultar con quien fuera que estuviera trazando la “P”).

De vez en cuando parábamos, mirábamos el progreso y reconfigurábamos la dirección general de las dos tipografías que se estaban formando. Después de horas de trabajo, dibujo, de comparar y retrazar, acabamos el día con una serie bastante completa de caracteres sobre papel.

Durante el segundo día del taller nos tocó trasladar los bocetos a soporte digital, y para ello usamos el mejor editor de gráficos vectoriales que conocemos: Inkscape. Después de una introducción al dibujo vectorial y de una breve muestra de las posibilidades de Inkscape, comenzamos a dibujar de nuevo todos los bocetos usando puntos y curvas. Los dibujos del día anterior sirvieron de referencia, pero decidimos no los escanearlos. Fueron cruciales para entender la estructura de las letras, pero contaban con multitud de inconsistencias que no queríamos reproducir en formato digital.

Imprimíamos, a intervalos regulares, las letras y discutíamos sobre ellas. Los participantes proponían cambios, alternativas y, en ocasiones, decidían hacer variaciones múltiples de un carácter específico. El ambiente era vibrante y los descansos para comer cada vez se acortaban más, por lo motivados que estábamos por volver al trabajo y avanzar lo más posible. Se añadieron caracteres adicionales al conjunto original, algunos por sugerencia de los participantes. Entre ellos encontramos la “ñ”, de uso común en español. El técnico de Medialab-Prado aportó una hermosa “@”, extendiendo el glifo de la tipografía más allá de lo planeado.

El último día del taller se reservó para el Fontforge, la herramienta de edición tipográfica. Fue entonces cuando empezamos a juntar todos los caracteres y los reunimos en un archivo. Pero una fuente tipográfica no sólo se compone de trazos, también es una red de colaboración, de relaciones que se establecen entre los distintos trazos. El espacio entre caracteres es una parte importante del diseño tipográfico y requiere una gran inversión de tiempo. En el campo de la tipografía libre, esta tarea resulta más sencilla ya que puedes usar recursos de otras tipografías y aplicarlos a la tuya. Teniendo esto en cuenta, recurrimos a un guión que escribimos hace un año. Se denomina transpacing y permite seleccionar la tabla reguladora de espacios de una tipografía específica y aplicarla a otras. Esto facilitó nuestra labor, ya que no tardamos en tomar prestado el espaciado de tipografías similares y las aplicamos a la nuestra.

Una vez que se completaron los caracteres, procedimos a escribir las condiciones de copyright, adjuntándolo a la Licencia Open Font, creando el fontlog y concretando todos los aspectos necesarios antes de exportar el archivo final. La tipografía se lanzó a través del Open Font Library, un repositorio de fuentes tipográficas libres, y todos juntos lo subimos a la red. Desde ahí cualquiera es libre para continuar el trabajo, sea construyendo sobre esa base o llevándolo en otras direcciones.

Las dos tipografías creadas se nombraron Serrería, en honor al edificio que las inspiró. La primera, Serrería Sobria, se basó en las formas más convencionales, mientras que la segunda, Serrería Extravagante, se basó en las formas más decorativas. Celebramos su estreno y la clausura del taller imprimiendo unos hermosos especímenes tipográficos.

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