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Los Escritores Plagiaristas, voces propias, prosa impostora
Todo escritor lleva en su interior un Tom Ripley, un frío impostor capaz de robar voz y espíritu a quienes ama, incluso sin proponérselo, una idea que sostienen Los Escritores Plagiaristas, quienes afirman sin rubor que “lo original es parecerse a todos”.
El grupo de “plagiaristas” lo forman guionistas, dramaturgos, filólogos, poetas y novelistas, y ese “todos” es, en realidad, un reducido grupo de genios, entre los que se encuentran Borges, Cervantes, Bolaño, Cortázar, Vila-Matas o Carver, el banco de voces literarias en la que pesca este movimiento “plagiarista”.
El movimiento vuelve ahora a las librerías, esta vez con todas las letras, tras el sonado debut que supuso en algunos círculos literarios su primer “mix”, titulado “Doce cuentos del sur de Asia”.
“Aquel libro fue la primera traslación de casi todos los postulados de nuestro manifiesto”, reflexiona en una entrevista con Efe Daniel Jiménez, novelista galardonado con el premio Dos Pasos por “Cocaína” y uno de los Ripleys de esta historia.
El otro que atiende a Efe es el filólogo e investigador Félix Blanco, y ambos responden a los seudónimos de César Ruiz-Tagle y Leandro Romaña, respectivamente, en el libro que acaba de editar la editorial cordobesa Bandaáparte.
El libro también lo firman el guionista Daniel Remón y el poeta y escritor Minke Wang: cuatro tipos con sombrero que salen de un bar, como ilustra la bella portada diseñada por Pedro Peinado.
Porque en este juego de original e impostor, la charla de bar está muy presente tanto como lugar de recreo como sitio donde “pasan cosas”, pequeñas charlas y diálogos que disparan el relato, una especie de “mix literario”, orquestado por una de esas bandas de versiones que tocan en las ferias de los pueblos, pero que sorprenden al público porque suenan increíblemente originales.
“Me gustaría aclarar que no estamos plagiando a nadie. Es decir, no estamos haciendo pasar por nuestras las obras de otros autores. Estamos haciendo lo mismo que se ha hecho durante toda la historia de la literatura: leer a otros e imitar su estilo para crear algo distinto, propio”, señala Blanco.
Jiménez apostilla que “la única regla que está detrás del movimiento es la lectura”.
Blanco insiste en aclarar un concepto: el “plagiarismo” surge como respuesta “contra todos esos autores que se empeñan en la originalidad y dicen cosas como que no leen a nadie cuando escriben para no contaminarse”.
“El 'plagiarismo' está presente en todos los escritores, porque todos ellos, lo admitan o no, crean a partir de otros textos”, sentencia Jiménez.
Y eso les lleva citar a Cervantes como ejemplo de “escritor 'plagiarista'”, pues es un tipo que “crea la primera novela moderna, que es, paradójicamente, una mezcla de todos los estilos narrativos exitosos del siglo XVI”.
Algo de eso hay en Los Escritores Plagiaristas, que enhebra a través de una decena de relatos algunos de los estilos más vibrantes de la literatura moderna.
Los estilos van desde la búsqueda obsesiva de la originalidad de Bolaño; al desasosegante fulgor cotidiano de Raymond Carver; o los juegos literarios de Foster Wallace, Borges o Cortázar; mientras recrean una visión triste y paródica de la vida del escritor con ecos de Bukowski, entre otros.
“Creo que la idea del escritor romántico y sufridor se ha divinizado erróneamente. En parte, porque los propios escritores nos hemos empeñado en hacer de nosotros mismos figuras legendarias, batallando con la vida y con el lenguaje y con la posteridad al mismo tiempo”, reflexiona Jiménez, a lo que Blanco puntualiza que esa “visión romántica” es “pura parodia” en el libro.
Entre la parodia y la impostura, el resultado acaba siendo tremendamente original, tanto que estos “escritores plagiaristas” acabarán plagiándose unos a otros, retorciendo aún más conceptos y creando el “metaplagiarismo”, tal y como reconocen Jiménez y Blanco.
“El manifiesto es metaliteratura, y todo lo que vamos a escribir a partir de ahora, porque vamos a seguir escribiendo, lo será”, sentencian.
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