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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Cuando 'pintar casas' significaba asesinar: la verdadera historia detrás de 'El Irlandés' de Martin Scorsese

Al Pacino interpreta a Jimmy Hoffa y Robert De Niro a Frank Sheeran en 'El Irlandés'

Matías de Diego

La primera vez que Frank 'El Irlandés' Sheeran llamó a Jimmy Hoffa estuvieron hablando sobre pintar casas y hacer trabajos de carpintería. “Me han dicho que pintas casas”, le dijo Hoffa, el líder sindical más famoso de Estados Unidos, en aquella conversación telefónica. “Y también hago trabajos de carpintería”, contestó 'El Irlandés'.

En el lenguaje de la mafia pintar casas es un eufemismo: la pintura es la sangre que salpica la pared después de disparar a alguien. Deshacerse de los cuerpos después de pintar una casa son los trabajos de carpintería. A esto es a lo que se dedicó Frank Sheeran para el sindicato de camioneros hasta el 30 de julio de 1975, el día que Jimmy Hoffa desapareció de la faz de la Tierra.

Hoffa se había evaporado de la noche a la mañana. El único rastro de su paradero lo encontró el FBI en su casa de veraneo. Tres palabras escritas en un taco de notas amarillo: “Russ y Frank”. Hoffa sabía que alguien acabaría pintando su casa y también sabía quiénes serían los únicos que se atreverían a cruzar esa línea: Russell Bufalino, el todopoderoso padrino de la mafia de Pennsylvania, y Sheeran, su chico para todo. 'Russ' daría la orden y 'Frank' se encargaría de apretar el gatillo.

Qué pasó con Hoffa y qué papel jugaron Bufalino y 'El Irlandés' son las dos preguntas que trata de responder Charles Brandt en I heard you paint houses [He oído que pintas casas]. Un libro publicado en España como El Irlandés. Jimmy Hoffa. Caso cerradoEl Irlandés. Jimmy Hoffa. Caso cerrado (Crítica), que busca resolver las grandes incógnitas que el FBI no pudo atajar antes de darle carpetazo al caso en el año 2002.

Desde entonces se han escrito decenas de libros sobre la desaparición de Hoffa y las relaciones de su sindicato con la mafia, pero Brandt consiguió aportar un elemento que diferencia su libro del resto. Caso cerrado es el testimonio de 'El Irlandés'; es la historia de lo que pasó la noche de julio del 75 contada por el hombre que tuvo que pintar la casa de Jimmy Hoffa. Una confesión que ha servido de base para el guion de The Irishman (El Irlandés), la última película de Martin Scorsese.

“El hombre más poderoso del país”

A finales de los años cincuenta, casi veinte años antes de esfumarse, Hoffa era uno de los líderes sindicales más poderosos de Estados Unidos. Su leyenda se había forjado como activo en la Fraternidad Internacional de Camioneros, una agrupación de sindicatos locales que acabaría dirigiendo y de la que dependía todo el servicio de transporte de mercancías y abastecimiento del país. Según explica Brandt, si los camioneros decidían ir a la huelga, podían llegar a paralizar por completo EEUU.

El poder de Jimmy, al que políticos como Robert 'Bobby' Kennedy definían como “el hombre más poderoso del país junto con el presidente”, se sostenía sobre la base de sus relaciones con otro de los grandes sindicatos estadounidenses: la Cosa Nostra. El fondo de pensiones que Hoffa había creado para garantizar la jubilación de los camioneros no era más que la tapadera de una especie de “concesionario de préstamos” para el sindicato nacional del crimen organizado.

A cambio de disponer de su propio “banco privado”, la Cosa Nostra se encargó de pintar casas y resolver aquellos problemas de los que ni Jimmy ni el sindicato podían encargarse. “Las alianzas establecidas por Hoffa con los mafiosos de todo el país a medida que su sindicato crecía”, explica Brandt, “son ahora parte del registro histórico, pero en los años 1950 era un tema que apenas empezaba a salir a la luz”. Russell Bufalino fue uno de esos mafiosos.

Corría el año 1955 cuando Frank Sheeran conoció a 'Russ'. “Yo me dedicaba al reparto de carne para Food Fair con un camión refrigerado”, cuenta en Caso cerrado. “Me dirigía a Syracuse cuando el motor empezó a darme problemas [...]. Aparqué en un área de descanso y abrí el capó para echar una mirada cuando apareció un italiano mayor y bajito que se acercó al camión y me preguntó: '¿Te puedo echar una mano, muchacho?”. “Cuando nos dimos la mano, [...] no tenía ni idea de quién era”. 

Mientras Sheeran luchaba en Sicilia contra los nazis bajo las órdenes del general Patton, participaba en la liberación de Dachau y daba sus primeros pasos en el sindicato de camiones tras el final de la guerra, ese “italiano mayor y bajito” hacía carrera en el mundo del crimen organizado. Desde las sombras, sin caer en los excesos del resto de familias, Bufalino dirigió la mafia de Pensylvania hasta convertirse en lo más parecido a un líder para la Cosa Nostra. Nada se decidía sin su aprobación. Bufalino lo controlaba todo.

Fue 'Russ' quien ayudó a Sheeran a ascender. 'El Irlandés' empezó haciendo pequeños recados: llevar un paquete del punto a al punto b, sustituir a algún camionero, dar palizas o hacer de chófer. Hasta que le pidieron que hiciera “lo que hay que hacer”: “No era necesario ir a matricularse en un curso en la Universidad de Pennsylvania para saber qué quería decir”.

Frank hizo de sicario para Bufalino hasta que Hoffa decidió cobrarse un favor. Jimmy necesitaba un hombre eficaz y de confianza para solucionar los problemas del sindicato con los empresarios y políticos de Detroit, y Russell se ofreció a presentarle a su chico de los recados. “¿Quieres ser parte de esta historia?”, le preguntó Hoffa en su primera conversación.

“Se va a desatar un auténtico infierno”

El imperio de Jimmy Hoffa empezó a tambalearse en 1957. La discreción de la Cosa Nostra les había permitido operar sin llamar demasiado la atención, pero la detención de 58 capos en una cumbre de la mafia en Apalachin (Nueva York) les había colocado en el centro del foco mediático y judicial. Lo que hasta entonces parecía un rumor, la existencia de una organización criminal en EEUU, era ya una realidad evidente.

Acorralada por la comisión de investigación del Senado, al frente de la que estaba Bobby Kennedy, la Cosa Nostra se convirtió en uno de los grandes enemigos del FBI. Hoffa pasó de ser un héroe de la lucha sindical a convertirse en un peón más en el tablero de juego de la mafia. Un peón que el joven Kennedy esperaba poder destruir y encerrar en una prisión federal para el resto de sus días.

“Cada vez que ganaba un juicio, Jimmy creía que jamás sería derrotado. Y que no queden dudas: odiaba a Bobby Kennedy con toda su alma”, explica Sheeran. Sí, su nombre había quedado manchado, pero la comisión no consiguió condenarle y en plena persecución había logrado vencer en las elecciones para presidir la Federación Internacional de Camioneros.

Apenas se había recuperado de ese primer golpe cuando John Fitzgerald Kennedy ganó las elecciones presidenciales de 1960. Nada más llegar a la Casa Blanca, J.F.K. nombró a su hermano Bobby como nuevo fiscal general de EEUU. Bobby Kennedy tenía ahora la oportunidad de hacer aquello que no pudo llevar a cabo desde la comisión del Senado: acabar de una vez por todas con la Cosa Nostra.

Bobby tomó el control del ministerio de Justicia y del FBI y organizó un nuevo equipo de fiscales y agente federales. Un grupo seleccionado personalmente por él y al que, según cuenta Sheeran en el libro de Brandt, decidieron llamar “El equipo para atrapar a Jimmy Hoffa”. Y esta vez Robert Kennedy sí iba a conseguirlo.

El fiscal general logró encerrar a Hoffa, aunque fue una victoria agridulce. Hoffa había sido condenado a 13 años de prisión, pero cuatro años después el gobierno de Richard Nixon decidió indultarle. Los camioneros habían apoyado a Nixon cuando era el candidato republicano que se enfrentó -y perdió- contra Kennedy en 1960, así que Jimmy buscó la forma de cobrarse ese favor. Aceptó dejar la presidencia de la Federación y no volver a realizar acciones sindicales hasta los años 80, como le pedía el presidente, y quedó en libertad.

A pesar de haber logrado algo prácticamente imposible, alguien con las aspiraciones de Jimmy Hoffa no iba a quedarse sentado viendo pasar la vida por delante de sus narices. Nada más salir de prisión decidió luchar hasta el final para recuperar el poder perdido, deshaciéndose de la prohibición de volver al mundo sindical que le había impuesto Nixon para el indulto y recuperando la presidencia de los camioneros. Pero la mafia tenía otros planes.

Bufalino y la Cosa Nostra habían sobrevivido sin Hoffa. Les había bastado con colocar a uno de sus peones al frente de los Camioneros; alguien más sumiso, que siguiera facilitando el flujo de dinero y que asegurara sus intereses. Según 'El Irlandés', Bufalino hizo todo lo posible por convencer al todopoderoso Hoffa de dar un paso atrás, de retirarse y dejarles hacer. Jimmy ya se había convertido entonces en una piedra en el camino de Bufalino.

Hoffa era un lastre, y lo sabía. También sabía que intentarían quitarle de en medio, pero no estaba dispuesto a renunciar a lo que era. “Si a Hoffa le sucede cualquier cosa fuera de lo normal, te puedo asegurar que se va a desatar un auténtico infierno”, le dijo Jimmy a Sheeran cuando este trató de hacerle entrar en razón. “Tengo más registros y listados de los que puedas imaginarte preparados para ser enviados a los medios de comunicación”.

Sheeran cuenta en Caso cerrado que Hoffa había guardado todos los registros de las actividades que hacían para la Cosa Nostra: préstamos, transportes, hombres y sobornos. “Hay secretos que sé, que he visto y que he apoyado que serían capaces de remover todo el país”, aseguró Hoffa. Y uno de esos supuestos secretos, que Sheeran nunca conoció y nunca llegó a confirmar, tenía que ver con el asesinato de J.F.K., la detención de Lee Harvey Oswald y el papel de la mafia en el magnicidio.

Esa última amenaza fue la sentencia de muerte de Jimmy Hoffa. Bufalino dio la orden: organizar una falsa cumbre en una casa de Detroit de la que el líder sindical más poderoso de EEUU no saliera con vida. El 30 de julio de 1975, 'El Irlandés' llevó a Hoffa hasta la casa y nunca más se le volvió a ver.

¿Qué pasó entonces con Hoffa? “Cuando vio que la casa estaba vacía, que nadie salía de ninguna de las habitaciones, supo al instante de qué se trataba. Se dio la vuelta rápidamente, aún pensando que estábamos juntos en todo aquello, que yo era su respaldo. Si vio la pistola que llevaba yo en la mano, debió de pensar que era para protegerlo. [...] Cuando fue a coger el pomo de la puerta, Jimmy Hoffa recibió dos disparos a una distancia decente -no demasiado cerca o te salta la pintura encima- en la nuca, detrás de su oído derecho. Mi amigo no sufrió”.

Cuando Frank 'El Irlandés' Sheeran acabó de pintar la casa de Jimmy Hoffa, alguien recogió el cadáver y lo quemó. Nadie volvió a saber nada de él hasta que, muchos años después, en diciembre de 2003, con la investigación cerrada y a pocas semana de morir, Sheeran le confesó a Charles Brandt que había matado a Hoffa.

Las fotografías de 'El Irlandés', de Hoffa y de la casa en la que fue asesinado forman parte del libro Jimmy Hoffa. Caso Cerrado y han sido cedidas por Frank Sheeran y Charles Brandt.

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