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Las obras de José Antonio Hernández-Díez toman el MACBA

Las obras de José Antonio Hernández-Díez toman el MACBA

EFE

Barcelona —

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Las piezas del venezolano José Antonio Hernández-Díez toman desde hoy la sala de exposiciones del Convent dels Àngels del MACBA, en la primera muestra monográfica del artista en Barcelona, titulada “No temeré mal alguno”, y para la que ha reconstruido sus primeras obras videográficas experimentales.

Estos trabajos de los años ochenta y noventa, articulados en torno a la muerte, la conciencia y la resurrección, se ponen en diálogo con un nuevo proyecto, creado especialmente para esta exposición, “Filamentos”, que, según su autor, “hay que entender como un eco conceptual”, a partir de filamentos de bombillas.

José Antonio Hernández-Díez, que lleva dos décadas residiendo en Barcelona, quiere reflejar con esta instalación cómo las bombillas inventadas por Edison “cambiaron la forma de iluminar el mundo”, excepto en las iglesias, donde no se utilizaron.

Por eso, él ha querido trasladar ahora la bombilla incandescente a este espacio, antiguo lugar sacro, en el que antaño se levantó un convento católico.

Sin embargo, no es este el proyecto artístico que más llama la atención de la exposición, puesto que el que ocupa el espacio central es “San Guinefort”, una provocativa instalación cuyo protagonista es un perro disecado, que yace en una vitrina transparente como una incubadora.

Se trata de una obra de 1991, una de las más insólitas de la trayectoria del artista, basada en la leyenda de San Guinefort, en la región francesa de Dombes, que durante mucho tiempo veneró a un lebrel, cuyo amo mató creyendo que había asesinado a su hijo, lo que, posteriormente, se descubrió que no había ocurrido.

Hernández-Díez conoció esta historia en los años noventa y decidió construir “una cámara en la que la materia no se corrompiera”, con un perro en su interior, que consiguió de un amigo veterinario venezolano y que fue embalsamado por un taxidermista de su país.

Veinticinco años más tarde, quiere dejar claro que el animal no sufrió y ha recalcado que cuando expuso la obra en Nueva York ya tuvo que explicar lo mismo.

Sin embargo, ha reconocido que quizá ahora, bien entrado el siglo XXI, no haría este proyecto.

Los comisarios de la exposición, Max Andrews y Mariana Cánepa Luna, de Latitudes, han querido empezar el recorrido de la muestra por las dos primeras obras realizadas por el artista, tituladas “Annabel Lee”, de 1988, y “Houdini”, de 1989.

La primera, una pieza única que se ha debido reconstruir completamente ahora, es un diorama que representa un corte transversal de una tumba en miniatura, en la que no faltan ni una lápida ni una corona de flores, y bajo tierra se ve una filmación de una joven en una suerte de trance convulsivo.

El título de la obra alude al poema del mismo título de Edgar Alan Poe, y remite a la “tapefobia” o temor a ser enterrado vivo.

En “Houdini”, los técnicos del MACBA han hecho pesquisas durante un tiempo para conseguir un monitor en blanco y negro de los años setenta para reproducir la pieza tal como fue concebida en 1989 y que tiene al mismo autor de protagonista en una filmación en blanco y negro, en la que, sumergido en el agua, rinde homenaje al mago Houdini y a su truco de la Cámara de Tortura China.

Otra pieza que tampoco deja indiferente es “Sagrado corazón activo”, de 1991, un corazón que parece flotar en el centro de un crucifijo, y “El resplandor de la Santa Conjunción aleja a los demonios”, del mismo año, y que muestra un sucedáneo de pantalla, con un trípode en frente, con forma de crucifijo, que produce fogonazos de luz y estremecedores alaridos.

Estos trabajos fueron el preludio de lo que el propio Hernández-Díez denominó “una nueva iconografía cristiana”.

“La hermandad”, de 1994, a partir de tres monitores sobre mesas de madera, muestra unos vídeos en bucle, en la que unos “chicharrones” de cerdo dan forma a unos monopatines, “en un viaje por la vida”, en el que en una de las pantallas unos perros hambrientos devoran estas carnes.

La exposición se completa con dos piezas más, “La caja”, de 1991, y “Vas pa'l cielo y vas llorando”, de 1991.

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