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Madrid auspicia larga vida a Texas en una gran fiesta de 25 cumpleaños
Si lo de Texas es el fruto de 25 años de trabajo, así que pasen otros 25 más, habrán pensado las casi 2.000 personas que hoy han abarrotado hasta los pasillos de la sala de Madrid donde la banda escocesa ha celebrado un cuarto de siglo de existencia con una auténtica fiesta llena de éxitos.
Se lo deben en gran parte a su vocalista. De hecho, el término “frontwoman” debería haberse acuñado pensando en Sharleen Spiteri, no solo por su faceta de vocalista, sino porque, como se traduciría literalmente este término del inglés, ella es la cara, el alma y el motor.
Lástima que frente al gran directo de los escoceses, los asistentes hayan tenido que sobreponerse al intenso calor de una sala San Miguel saturada, por no decir sobresaturada, con medio centenar de personas que preferían seguir el concierto desde los pasillos, aunque eso significara renunciar a la calidad del sonido o a la visibilidad.
Los tristes sucesos de París no han enturbiado el buen rollo de la velada y solo una reducida presencia policial dentro del recinto ha recordado a los asistentes lo acaecido hace unos días en la sala Bataclan de la capital francesa.
“Hola, Madrid, estamos muy contentos de estar aquí”, ha dicho Spiteri, sorprendida por “tantos años (pasados) y tanta gente joven” entre los congregados en este, su primer concierto en España en esta tanda de presentación de “Texas 25”, disco que ya estrenaron en el último festival Actual de Logroño un día después de Año Nuevo.
Si el público se renueva, sus canciones lo que hacen es mantenerse inasequibles al paso del tiempo, como “I don't want a lover”, con ese magnético “slide guitar” de la apertura que los dio a conocer mundialmente en 1989 cuando algunos de los presentes quizás ni habían nacido.
Por el camino puede haberse quedado la sensualidad que entonces exudaba Spiteri, pero quién la necesita cuando esta mujer abre la boca, sea para cantar o para compadrear con el público, compartiendo mil y un chascarrillos (igual demasiados, también es cierto), recuperando versos de “Waterfalls” de TLC o invitándoles a elegir cómicamente entre ella o Madonna.
Vestida con unos cómodos pantalones anchos y una sencilla camiseta blanca de rayas, ha sido la primera en saltar a la tarima, a solas con su guitarra, avanzando desde el fondo del espartano escenario para interpretar uno de sus más recientes temas inéditos, “Start a family”.
Así han iniciado “un viaje por 25 años” que les ha llevado muy atrás, hasta discos tan antiguos como su debut, “Southside” (1989), para interpretar “Thrill has gone” y “Everyday now”, o “Ricks Road” (1993), del han tocado “So called friend” en el segundo lugar de un repertorio infalible que muta en cada velada.
El sonido británicamente Motown de “When we are together” ha supuesto el primer gran aplauso y Spiteri, emocionada, lo ha resuelto con una aparentemente sentida confesión: “Es un auténtico placer venir a España”.
Entre anécdotas, momentos de desmelene y otros para dejarse mecer, como la versión del tema de Al Green “Tired of being alone”, ha llegado el momento de reivindicar la tríada de oro que publicaron a finales de siglo: “White on blonde” (1997), “The hush” (1999) y su primer grandes éxitos.
De ellos han sonado “In demand”, “Halo” y “Once in a lifetime”, con su toque oriental, combinados con los dos grandes sencillos de su último disco de estudio, “The conversation” (2013, el que le da título y “Detroit city”, lo que da una idea de lo bien que se han asentado estos temas en su obra general.
“¡De puta madre!”, gritaba la cantante, antes de soltar un “Summer son” pletórico, lleno de cuerdas chisporroteantes y las consabidas campanadas, una vívida “Black eyed boy” o la imprescindible “Say what you want”, con el regalo final de “Inner smile” y una “Suspicious mind” en la que han dado todo lo que les quedaba dentro. Mañana, más en Barcelona.
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