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Pastor de profesión, organista por vocación

Pastor de profesión, organista por vocación

EFE

Autillo de Campos (Palencia) —

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El órgano de la iglesia de Santa Eufemia, en Autillo de Campos (Palencia), ha recuperado la voz y suena cada domingo al compás que le imprimen las manos de Félix Curieses, pastor de profesión y organista por vocación que ha aprendido a leer partituras para deleite de sus vecinos.

Gran parte de “culpa” la ha tenido el prestigioso intérprete y restaurador Francis Chapelet, que vive justo al lado, en Abarca de Campos (Palencia), donde ha fundado una Academia de Órgano y una asociación que vela por la salud de los muchos instrumentos que habían dejado de sonar en otras tantas iglesias de Tierra de Campos.

La recuperación ha conllevado décadas y mucho empeño, y una vez resucitados había que devolver la voz a estos órganos ibéricos, explica a Efe Luis Arranz, miembro de la Fundación Francis Chapelet.

En esas lides se metieron hace dos años un grupo de apasionados organistas, liderados por Chapelet, con la puesta en marcha del Proyecto Custodio, que pretendía enseñar a los habitantes de los pueblos a tocar “como los ángeles” y a cuidar de los órganos de sus iglesias.

Alumno aventajado en este empeño ha sido Félix Curieses, un pastor con vocación musical que ya amenizaba las celebraciones eclesiásticas de Autillo con música de guitarra, y que miraba con ojos de deseo el órgano que, construido en 1827 en lo alto del coro, permanecía mudo año tras año desde que hace más de medio siglo se fuera el último tañedor.

Tanto fue el abandono que el se estropeó y solo cuando Francis Chapelet se empeñó en arreglarlo, en la década de los años ochenta, se volvió a escuchar su sonido, pero solo de vez en cuando porque no había quien lo tocara.

En esta época Curieses hizo sus primeros intentos “de oído”, acompañando al cura en sus homilías, y hasta llegó a arrancarle acordes que vibraban en el templo, e incluso a tocar la marcha nupcial para las bodas, “pero con pocas notas, porque entonces no sabía leer música”, relata a EFE.

Por eso, este hombre rudo por fuera y sensible por dentro fue de los primeros que en apuntarse al Proyecto Custodio, con la firme decisión de aprender a leer partituras y a interpretarlas en su pueblo.

“Empecé con un tiento muy sencillo que me dio Francis para aprender”, recuerda, mientras regala una enorme sonrisa de satisfacción por los avances conseguidos y por la oportunidad que ha llamado a su puerta.

“Si tienes la gran suerte de tener en tu pueblo un órgano como este, y que te lo dejan tocar, y unos profesores de primera... esto es más que un lujo... es un milagro”, afirma agradeciendo la infinita paciencia de los maestros de la Fundación Francis Chapelet.

Explica que al principio se llevaba las partituras para aprender mientras estaba con las ovejas en el campo y que desde que empezó a leer las primeras notas no ha dejado de tocar el órgano ni un solo día, porque como bien dice “para llegar aquí solo hace falta afición, práctica, estudio y que te guste mucho la música”.

Y a la práctica lo lleva, porque mientras habla no deja de tocar en ningún momento, y se apasiona intentando demostrar que lo mismo le da lo clásico que lo moderno.

De hecho hoy, con 56 años cumplidos, es capaz de tocar cualquier cosa: partituras clásicas de Juan Sebastián Bach, composiciones para órgano de Chapelet, y modernos temas de The Beatles, Dire Straits, Supertramp e incluso de Alejandro Sanz, porque “con este órgano se puede tocar casi de todo”.

Y además de poner música a la misa mayor cada domingo, y a cada evento que se celebra en Autillo, un pueblo con 150 habitantes, toca en otros templos vecinos, como el de Frechilla, y acompaña a sus compañeros del Proyecto Custodio a un sinfín de audiciones por toda la provincia de Palencia.

Dice que “podría estar tocando todo el día y toda la noche” porque la satisfacción que le produce escuchar la música de órgano no tiene comparación con ninguna otra cosa en el mundo.

Hoy todavía se asombra de haber sido capaz de aprender tanto, de entender cosas que antes “me sonaban a chino”, y se emociona con cada nota que arranca a su nuevo compañero de viaje, del que no tiene intención de separarse y que, mientras de él dependa, no va a quedar mudo nunca.

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