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Pérez-Reverte defiende “la razón frente al fanatismo” en su nueva novela
El escritor Arturo Pérez-Reverte defiende “la razón frente al fanatismo” en su nueva novela, “Hombres buenos”, una intriga histórica ambientada a finales del XVIII, en el París de la Ilustración, en la que hay mil aventuras y lances pero también ideas que tienen plena actualidad.
“La razón, la educación y la cultura son las únicas armas frente al fanatismo y la estupidez de los seres humanos”, asegura Pérez-Reverte (Cartagena, Murcia, 1951) en una entrevista con Efe, en la que adelanta las claves de esta novela que Alfaguara publicará el próximo 12 de marzo en España, Latinoamérica y Estados Unidos.
Con “Hombres buenos”, cuyas pruebas acaba de corregir, el escritor regresa al territorio literario de “El Club Dumas” (1993), el libro que abrió puertas a otros del mismo género y con el que Pérez-Reverte consiguió lectores en medio mundo.
Realidad y ficción se funden en su nueva novela, en la que rinde homenaje a aquellos “hombres buenos que, en tiempos de oscuridad, lucharon por traer a sus compatriotas las luces y el progreso y que quisieron cambiar España y Europa, acabar con la tiranía, con la injusticia, y crear ciudadanos educados, cultos”.
En su nuevo libro, sumerge al lector en el París de los años previos a la Revolución francesa, y despliega ante él “todo lo que es el mundo cultural, político e ilustrado de la época”. “Las luces, el progreso, la democracia que viene, la revolución que se está gestando, es decir, la Europa futura”.
Al mismo tiempo, recrea el ambiente de “la España que pudo ser”. “(La España que pudo ser) si las luces nos hubieran guiado, y que no fue porque la oscuridad nos lo impidió”, señala Pérez-Reverte, uno de los autores españoles de mayor éxito y cuya obra está traducida a más de 40 idiomas.
El siglo XVIII fue la “gran oportunidad”. “España estuvo a punto de levantar la cabeza y salir del pozo negro donde nos tenían metidos los más reaccionarios, los políticos corruptos”.
De pronto, “se fue todo al diablo porque llegó la Revolución y llegó Napoleón”. Pero “ese momento de esperanza, de finales del siglo XVIII, fue magnífico en todo: en la ciencia, en la literatura, en la política, en los avances sociales”.
La chispa de la novela prendió en la mente del escritor cuando vio en la Biblioteca de la Real Academia Española (es académico desde 2003) los 28 tomos de la primera edición de la Enciclopedia francesa. Empezó a indagar y la historia se adueñó de él.
Y es que, en el siglo XVIII, la RAE decide conseguir la Encylopédie de D'Alembert y Diderot, prohibida en España, y para ello obtiene el permiso real y el de la Inquisición, “pero bajo ciertas condiciones”. En las actas de la época se menciona a los “hombres buenos” que enviaron a Francia.
La Enciclopedia “no estaba bien vista por el sector reaccionario de la cultura española, de la Iglesia, del Estado”, comenta Pérez-Reverte, que ha situado la trama en torno a 1780.
La novela se desarrolla en un doble plano, porque transcurre en el siglo XVIII y en el XXI.
El narrador es académico -“No soy yo”, asegura el novelista-, y desgrana la investigación que lleva a cabo y sus conversaciones con historiadores en París y en Madrid.
Ese narrador va contando “la novela de la novela, cómo se escribe una novela a mitad del XVIII”, añade el autor de “Hombres buenos”, en la que, en algún momento, salen personajes reales como Víctor García de la Concha, Darío Villanueva, José Manuel Sánchez Ron, Carmen Iglesias o Francisco Rico y se menciona a Javier Marías y a su padre, el filósofo Julián Marías.
En la ficción, la difícil misión de conseguir la Enciclopedia recae en dos académicos: en el bibliotecario don Hermógenes Molina, uno de esos hombres ilustrados que “creían conciliables fe y razón”, y en el almirante don Pedro Zárate, “científico, frío, que solo cree en la razón”.
Desde el Madrid ilustrado de Carlos III, la dispar pareja viaja a París con las dificultades propias de la época y por caminos infestados de bandoleros.
El sector reaccionario español decide sabotear el viaje y manda tras los académicos a un sicario que es “muy 'revertiano', un tal Pascual Raposo, antiguo soldado de caballería, para que les reviente la operación”, comenta el autor.
A esos dos académicos “respetables y tranquilos” les hace de guía en París un abate español exiliado, Bringas, “un hombre exaltado, revolucionario, radical, ultramontano, que los mete en unos líos enormes”, añade.
Como sucede con cada uno de sus libros, detrás de “Hombres buenos” hay un trabajo de documentación exhaustivo. El escritor ha viajado a París, ha comprobado en planos antiguos calles y lugares, y ha leído “todo lo que se puede leer del XVIII español y del francés”.
Cada debate de los académicos está tomado de textos de la época. “No hablo yo: lo hacen Voltaire, Rousseau, Diderot, D'Alembert, Feijóo, Jovellanos, Cadalso”, subraya el autor, que se ha limitado a “transformar ese material en diálogos lúcidos entre personas inteligentes”.
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