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Pérez Zúñiga baja al infierno con “No cantaremos en tierra de extraños”
“En el mundo todo es muerte, salvo las horas destinadas al amor”, dice un personaje de la última novela de Ernesto Pérez Zúñiga, “No cantaremos en tierra de extraños”, una novela de guerra, de camino, un wéstern con un Quijote y un Sancho en medio del exilio y de un territorio en ruinas en la España de posguerra.
Publicada por Galaxia Gutenberg, “No cantaremos en tierra de extraños” es uno de los títulos importantes que llega este otoño, una novela con el trasfondo de la Segunda Guerra Mundial y la posguerra española, un territorio mítico que supone para Pérez Zúñiga un paso más en su búsqueda literaria y artística, con un lenguaje muy carnal y dúctil y con guiños a Valle Inclán, Max Aub, a Howard Fast.
Ernesto Pérez Zúñiga (Madrid, 1971) poeta y narrador, criado en Granada, es una de las voces singulares y mas consolidadas del panorama literario con títulos como “Santo Diablo”, “El juego del mono” o “La fuga del maestro Tartini”, con la que ganó el premio Torrente Ballester de Novela, además de sus numerosos poemarios.
Y la poesía, la filosofía y la épica corren por estas páginas de “No cantaremos en tierra extraña”, un grito a favor de la libertad y contra el totalitarismo“, protagonizado por unos refugiados, que narra el viaje de Manuel Juan María y Ramón Montenegro) y Sargento de la Nueve, que salen de Francia, y emprenden viaje a España en busca de la mujer de Manuel.
Ambos se han conocido en el hospital Varsovia de Toulouse en 1944, mientras estaban reponiéndose de las heridas de guerra. Y ahí comienza esta novela “órfica”.
“Comienza en el hospital porque es la antesala de la historia, son las puertas de la novela. Lo que hacen Montenegro y Manuel después es meterse en el infierno porque van a rescatar a una Euridice que se quedó en un mundo en ruinas”, explica a Efe Zúñiga.
“Son dos personas que han perdido todo -argumenta el autor- , han pasado por lo peor del infierno real que es la guerra, los campos de concentración, y cuando ya no tienen nada que perder, en lugar de dejarse hacer, se ponen a buscar el sentido de su propia existencia, en medio de las ruinas físicas y morales, que es lo que ha quedado de Europa”, dice.
Una aventura que comienza cuando entrar los dos en la España de posguerra. “Ese territorio es también un territorio mítico para mí, casi mágico que podría ser nuestro realismo mágico y que mi generación no conoce”, subraya el autor de “Ella cena de día”.
“El territorio histórico es 1945 y me interesa mucho porque recoge las ruinas de varios sueños; pero para ellos, para los protagonistas, solo hay una guerra mental, que es la guerra contra el totalitarismo de cualquier signo.
“Para Montenegro la lucha es igual tanto contra Franco como contra los Nazis. Han luchado en la Nueve contra el fascismo por ser españoles y les han traicionado, pero no pueden volver a España porque han luchado contra ese totalitarismo y al final están en tierra de nadie; de ahí su título”, recalca.
Aventuras e intensidad literaria en unas páginas donde el autor, como en otras ocasiones, mezcla la experiencia real con la experiencia imaginaria en un territorio mágico donde los hechos reales e históricos se confunde para inventar un mundo propio.
“Y también ese mundo tiene que ver con el western, que suele estar en un territorio inventado, que es lo que hace John Ford, con sus personajes que se mueven por un mundo con una libertad que está por encima de la historia”, precisa.
“En el libro, la posguerra es un territorio en penumbra, una especie de infierno donde personajes de una nobleza importante van a entrar en busca de lo más puro que hay, que en este caso es el amor. De hecho, como Orfeo, uno de los protagonistas va cantando y canta 'No cantaremos en tierra de extraños', que es un verso de un salmo del exilio, cuando los soldados babilonios entra en Jerusalén, queman el templo y raptan a los cantores de Babilonia”.
“Cuando están cerca de los ríos de Babilonia los soldados les dicen que canten y ello responden que no cantarán a Dios en tierras de extraños, pero aquí mis protagonistas sí cantan porque creen en la amistad y la lealtad”, concluye Zúñiga.
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