Suso de Toro: “España vive una crisis nacional porque no tiene cultura nacional”
Suso de Toro acaba de publicar su último libro tras cuatro años de retiro, Sonámbulos (Alianza Editorial), un compendio de tres relatos que el autor sentía la necesidad de sacar de su cabeza. Desde su nueva vida como profesor de secundaria, el autor hace un repaso a su obra, a sus motivaciones y a la situación de España desde la perspectiva de quien ve la vida desde fuera.
Sonámbulos es el título de este nuevo libro. ¿Se siente así en este momento? ¿Tienen parte autobiográfica estas tres historias?Sonámbulos
En cierta medida he vivido estos años como un impostor. Mi verdadero yo, y esto ya aparecía en Siete palabras, era aquel joven de 17-18 años que se llamaba Álvaro y que era mi nombre en la clandestinidad. Tras los Pactos de la Moncloa me sentí, no traicionado, pero sí abandonado, olvidado, incómodo. Yo estos años he vivido, he disfrutado de esta democracia con sus limitaciones, pero en el fondo siempre me he sentido un poco incómodo conmigo mismo.
Lo que no he podido soportar es haber leído cosas de algún intelectual del régimen que ha afirmado que eran igual de antidemócratas los franquistas que los antifranquistas. No es cierto porque, aunque nosotros tuviésemos ideologías delirantes, teníamos razón en todo lo que pedíamos, éramos los que combatíamos a aquel régimen y éramos los que pedíamos un gobierno provisional que convocase unas Cortes. No tuvimos fuerza porque éramos grupos minoritarios que cumplíamos con la función de molestar al régimen pero no teníamos el apoyo de la sociedad. Para mí estuvimos estigmatizados. Este libro responde a eso, a la reivindicación de la memoria de aquellos años y de aquellas cosas. Que te tiren al basurero y que te insulten, pues no.
El segundo relato del libro se centra en la figura de un hombre que se dedica a conversar con los turistas de su ciudad. ¿Es un reflejo de su ciudad, Santiago, en la que esos personajes son habituales en el entorno de la Catedral?
A mí me hizo mi ciudad, Santiago, en todos los sentidos. Me hizo ser radical en todas mis ideas, me formó una ciudad muy abigarrada, muy apretada, y también muy doméstica y muy llena de gente de todas partes. Esa dialéctica está en el mismo relato. No me costó nada imaginarme nada a un anciano que le da la brasa a los turistas.
¿Qué motivos le llevaron a iniciar su carrera como escritor?
Mi sueño de chaval era escribir una obra literaria a la altura de los autores que admiraba. A partir de un momento, en los años 80, cuando empiezo a editar, me planteo la posibilidad de ser un escritor que viva de su trabajo, que pueda dedicar su vida a la creación literaria. Tenía un obstáculo importante, que era que en aquel momento empezaba a haber condiciones para la profesionalización de escritores en lengua castellana, pero yo era un autor en lengua gallega. A partir de principios de los años 90 empiezan a traducirse mis libros al castellano, algún libro me lo compran en Francia y mis obras se venden. Empiezo a ver las bases de la profesionalización.
Para mí, la aventura entonces fue imaginar una carrera literaria, que es hacer la obra que tú quieres escribir, que esta obra tenga una recepción, que sea seguida por público y crítica, que sea editado en otras lenguas y países y que tenga una continuidad.
Sin embargo, en 2010, decide abandonar la escritura, al menos de manera profesional, y reincorporarse a su puesto como profesor de secundaria. ¿Qué motivos hay tras esta decisión?
Ser un autor en lengua gallega en España significa que no saben lo que hacer contigo, o que sí saben lo que hacer, meterte en la bodega. Yo me sentí muchos años un polizón a bordo de ese barco. Cuando se hablaba de literatura española se podía hablar de un autor peruano o argentino, y yo que soy ciudadano español, que pago los impuestos al Estado español pues por ser autor en lengua gallega no me consideraban parte de la cultura y de la literatura españolas. Acabé hasta los cojones de todo, del sectarismo ideológico y del nacionalismo, del españolismo.
Llegué a la conclusión de que un tipo de Santiago que vive en su ciudad, que es un escritor en lengua gallega, que mantiene esta posición, que le toca los cojones a todo Dios, pues para mí hay lo que hay y ya está. Digamos que llegué a mi límite y constaté que era mi límite y dije: hay lo que hay, escribo bien, llevo escritos 30 o 31 libros, son los libros que quería escribir.
Y ahora, cuatro años después, vuelve a la arena con Sonámbulos.Sonámbulos
Cuando hace cuatro años abandono dejo una novela empezada que se llama Chuvia (Lluvia) en la que retomaba personajes de libros anteriores y también una obra teatral. La obra teatral, finalmente transformada en texto narrativo, está en este libro, en la primera parte del texto llamado Negocios de familia. Ese texto tenía una conexión profunda dentro de mí. Durante estos años cuando me despistaba, cuando tenía un momento de ensoñación, volvían los personajes, seguían hablando y avanzaba la relación. Es decir, la obra se estaba escribiendo. Entonces llegó un momento en que me dije que tenía que escribirla, tenía que dejar que hablasen. Y fue durante unas vacaciones de verano que aproveché y eché fuera ese texto, al que incorporé dos más para formar el libro.
¿Cómo ha sido la vuelta a las aulas después de tanto tiempo apartado?
La profesión ha cambiado mucho durante estos quince años. También ha cambiado el alumnado, la cultura del alumnado. Ahora estoy con niños de 11 y 12 años y es una cosa muy cansada. Siento que son como mis nietos, son muy emocionales, muy frágiles, muchos necesitan ser vistos. Hay niños que no son vistos en su casa y, muchas veces, los profesores hacemos esa labor. Los niños necesitan a alguien que los vea para florecer, para decir: “¡Existo, existo! Un profesor o una profesora me vio”. El trabajo de profesor tiene sentido, estoy muy orgulloso. Además valoran la literatura, respetan la figura del profesor, respetan el criterio, tu autoridad como docente y eso es importante a la hora de trabajar.
Usted es uno de los autores gallegos más conocidos a nivel nacional. ¿Cuál es la situación de la literatura gallega a día de hoy?
La literatura gallega es riquísima, pero no tiene los instrumentos para llegar al público. Cuando empecé a escribir era una literatura muy ideológica, precisamente mi obra fue toda una reivindicación de libertad del autor, de no tener que escribir bajo un programa ideológico aunque hay cosas socialmente justas. Reivindiqué la libertad gallega e incluso con poses provocadoras que cuestionaban esa ideología que era muy dominante. Hoy en día hay una gran libertad y una gran diversidad. Hay un fenómeno emergente que es la presencia de mujeres, narradoras y poetas, y eso es un fenómeno que acontece en todo el mundo.
¿Y de la española?
En la literatura española veo la desaparición como sistema literario. Fue una literatura creada en los años 80-90 con el entorno marcado por las cabeceras de prensa y por los medios de comunicación madrileños, particularmente el grupo Prisa. El ABC y El Mundo también crearon su otra galaxia. Entre todos definieron un panorama de autores, un paisaje que fue abandonado. Hace veinte años tú podías preguntar a un profesor y te decía una serie de nombres, siempre los mismos.
Hoy en día no hay ese espacio, no hay páginas en los medios de comunicación, no están presentes los escritores y sus obra. Nombres que hace quince años eran nombres asentados, referencias, hoy en día ya están olvidados. Las nuevas generaciones de lectores ya no los tienen como referencia, y en cierta medida fueron abandonados. Se puede decir que el mercado, que era un mercado nacional y español, hoy es un mercado latinoamericano. Hoy no hay páginas de Cultura, ha cambiado el paradigma, el modelo cultural y social.
Se habla mucho de la crisis del papel. ¿Qué importancia tiene esta crisis en la situación actual de la literatura?
Nosotros mismos como lectores somos personas que el tiempo que antes dedicábamos a una lectura pausada, tranquila, ahora estamos siempre conectados. Estamos siempre interactuando con otras personas pero no tenemos ese tiempo que pide la literatura. La literatura pide el abandono, pide estar sin electricidad, es decir, donde no lleguen las ondas de la comunicación, donde no puede haber radiotelefonía, para poder estar precisamente desconectado. Todo eso cambió, cambiaron nuestras vidas.
A usted le han concedido la Creu de Sant Jordi, un galardón que la Generalitat de Cataluña concede a aquellas personas que han realizado una labor destacada en la defensa de su cultura. ¿Cómo ve el proceso soberanista catalán tras la celebración del 9N?
Siempre me ha interesado Cataluña para aprender, porque de ellos he aprendido mucho como persona, como profesional. Me parece que Cataluña habría sido la gran maestra de España y habría hecho una España muy distinta, muchísimo mejor y más viable.
Cataluña es una nación a todos los efectos. Lo que ocurre es que no tiene Estado aún, por lo tanto no tiene relaciones internacionales. Y este individuo que es Rajoy se puede permitir el lujo de decir que no los va a echar de Europa. ¡Es increíble! Lo que va ocurrir ahora es una negociación de soberanía que ya veremos en qué acaba. Pero Cataluña podría haberse sentido cómoda dentro de España hace cinco años cuando aprobó un Estatuto. El diálogo entre Madrid y Barcelona es imposible, viven en tiempos históricos distintos.
¿Hay una crisis cultural en España?
Las culturas nacionales están sometidas a una crisis muy grande. En el caso de España además hay que decir que era un país inculto. La idea de que de repente pasamos de ser un país atrasado, inculto y aborregado guiado por un cura y un militar a ser un país demócrata, moderno y europeo es una gran mentira. La debilidad cultural no se curó de repente, se mejoró. En Alemania o en Francia hay una cultura que funciona más. España vive una crisis nacional porque España no tiene cultura nacional. La cultura nacional española se hizo con los toros, el fútbol y contra los vascos, a los que ahora sumamos los catalanes.
Además tenemos una cultura totalmente colonizada por la cultura norteamericana. Aquí se concibe lo que sucede en Dakota del Sur como cosmopolita, pero en cambio lo que acontece en Segovia es provinciano, paleto. Precisamente eso es ser un colonizado.
¿Y hay relación entre la crisis política que vive España y la cultural que menciona usted?
Cuando Zapatero planteó la idea un Estado plurinacional, que él llamaba “España plural”, valoré su esfuerzo. Pero insistí en la idea de que era necesario formar a la población para erradicar la idea instalada en algunos españoles de que lo normal es hablar castellano y los otros hablan raro. Esa mentalidad del monolingüismo español, del nacionalismo español. La sociedad española es hostil a personas que tienen una cultura distinta, y ese es el motivo por el cual aquí hay dificultad para aprender idiomas. A mí que me traduzcan el mundo, las películas... Incluso les molesta que un señor hable su lengua. Me parece una mirada enferma, el engreimiento de la gran lengua ha conducido a ser una colonia norteamericana, a desconocer lenguas y culturas que tenían en su casa. ¡Estoy hasta los cojones de Manhattan!