Trump y la farándula, un constante dolor de cabeza para los republicanos
Que iba a ser problemático era cuestión de estadística. A falta de un mes para la ceremonia de investidura de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, se comenzaron a hacer listas de aquellos que habían rechazado formar parte del tradicional espectáculo. En ellas figuraban Elton John, Celine Dion, Garth Brooks, Charlotte Church, Beach Boys, Ice T o Kiss. Así que los chistes comenzaron a circular. Se tardaba menos en hacer la lista de los que sí iban a actuar, y parece ser que acabará siendo más corta de lo que su equipo hubiera deseado: 3 Doors Down, Toby Keith, Big & Rich y Jackie Evancho.
Por si esto fuera poco, según el diario británico The Independent, Trump plantea hacer homenaje a sus ancestros escoceses con un poema de Joseph Charles McKenzie que alude a liberarse del “tirano” y en el que el futuro presidente parece hacer alusión a Barack Obama y los progresistas estadounidenses. Para colmo, se rumorea que Lady Gaga quiere hacer mención a Trump -y no elogiosamente- en su próxima actuación en la Super Bowl.
Y es que Obama no se lo ha dejado fácil. Quien tuvo a Beyoncé, Kelly Clarkson y Aretha Franklin para sus investiduras puede jactarse de haber llenado sus actos de artistas famosos. Bruce Springsteen y Garth Brooks cantaron al optimismo en el Lincoln Memorial, y Stevie Wonder, Usher y Shakira corearon temas también para su investidura.
Son incontables los famosos queridos por el gran público que han arropado a la pareja presidencial del siglo XXI. No casualmente, fueron los más mediáticos. Barack y Michelle Obama se prodigaron por platós y late night shows, bailaron para el público, y tuvieron de su lado a estrellas de Hollywood y prensa internacional por igual.
De ellos parecíamos saberlo todo, hasta cómo versó su primera cita -paseo por el parque, visita al museo y película de Spike Lee incluida-. En un alarde de paroxismo pop sin precedentes, la narrativa de la pareja tuvo su propia película con ellos aún en la Administración, Southside with you (Michelle y Obama). Si hubo un entorno presidencial que quiso emular a una serie de televisión -El ala oeste de la Casa Blanca-, fue el de Barack Obama.
¿Pero Trump? ¿Qué tendrá Trump? Pese a los rumores, el jefe del comité de inauguración ha negado la presencia del rapero Kanye West, que parecía su mayor baza, aduciendo que “no se trataba del espacio apropiado”. Para un fan de la farándula como el nuevo presidente electo -que, recordemos, tiene cameos en productos audiovisuales tan variados como El príncipe de Bel Air y Sexo en Nueva York, además del reality El aprendiz a sus espaldas-, no deja de ser un disgusto no poder contar con nombres de mayor calado público.
Artistas y republicanos nunca se han gustado
El desprecio de los artistas por Trump lleva dando titulares desde hace tiempo, especialmente desde el discurso de Meryl Streep, pero es de todo menos nuevo en el partido republicano. Si el demócrata Bill Clinton quiso hacer una declaración de intenciones sobre su pertenencia a la laureada generación del baby boom, con Bob Dylan en su investidura, y Chuck Berry y Little Richard en el baile inaugural, el republicano George W. Bush tuvo menos donde elegir.
Todavía resonaban las palabras del escritor y periodista Tom Wolfe, que se manifestaba dispuesto a acompañar al aeropuerto a todos aquellos artistas de Hollywood estadounidenses que, aseguraban, abandonarían el país si Bush ganaba las elecciones. Sornas aparte, el desprecio hacia Bush hizo que fueran a su inauguración el rey de Las Vegas Wayne Newton y la estrella del pop Ricky Martin, que con la guerra de Irak se desmarcó de la Administración republicana. Para su segunda investidura, se trató de las cantantes líricas Susan Graham y Denyce Graves.
Echando la vista atrás hay una gran excepción: Ronald Reagan. El artista Neil Young se declaraba fan suyo en público, y John Lennon en privado, en una vuelta de tuerca que algunos denominaron “liberalismo reaganiano”. Tal es así que los Beach Boys se animaron a agasajarle en la gala presidencial de 1985.