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Veinticinco años del Juan Carlos I, el parque de los olivos y las estatuas
Hace veinticinco años, Madrid alumbró un pequeño milagro: un olivar bicentenario que sobrevivía a duras penas cercado por la escombrera más grande de la ciudad se convirtió en el corazón de un enorme parque, el Juan Carlos I, que celebra mañana sus bodas de plata convertido en referente social y cultural.
Con sus 220 hectáreas, el doble que el parque del Retiro, el Juan Carlos I destaca por su peculiar paisaje moteado de olivos y por su colección de 17 esculturas al aire libre, que lo configuran como un espacio integrador en el que naturaleza y arte se dan la mano.
Uno de los dos arquitectos que elaboraron el proyecto, José Luis Esteban Penelas, explica en una entrevista con Efe que la “idea fundamental” era la recuperación del Olivar de la Hinojosa, un lugar “realmente maravilloso y mágico” de más de 200 años de antigüedad, ajeno al polvo y los escombros que lo rodeaban, reminiscente de un Madrid rural ya olvidado.
El primer paso hacia la realización del jardín fue la reforma del PGOU en 1985, en el que el Ayuntamiento concibió un parque forestal al noreste de la ciudad, pero Penelas y su compañero, Emilio Esteras Martín, dieron un vuelco a la idea original y propusieron un espacio de mentalidad urbana adaptado “al siglo XXI”.
Las obras comenzaron en 1989 con una intensa labor sobre el olivar, que fue sometido a “numerosas operaciones fitosanitarias” para determinar cuáles de los 2.200 árboles tenían esperanzas de prosperar y cuáles no.
Otra tarea ardua fue el desplazamiento de los tres millones de metros cúbicos de tierra de la escombrera, que se utilizaron para levantar cinco colinas artificiales que emulan edificaciones representativas de civilizaciones antiguas, como zigurats o pirámides.
La guinda al pastel llegó con la convocatoria en 1991 de un simposio internacional en el que se seleccionaron doce escultores de renombre mundial, que a su vez eligieron personalmente las zonas del parque en las que exhibirían sus obras, con el fin de que quedaran “integradas en su entorno”.
El resultado final fue un parque inspirado “en el arte abstracto”, que tomó referencias de artistas como Pablo Picasso o Georges Braque y trata el espacio “como una superposición de planos”.
No en vano, el contiguo parque de El Capricho, otro icono de la capital, se vislumbra desde prácticamente cualquier punto del Juan Carlos I como una continuación paisajista hacia el sureste.
Un enorme círculo de un kilómetro de diámetro vertebra el coto, surcado por tres vías de agua que unen otros tantos estanques, toda una alegoría a la vida en contraposición a la hostilidad que reina en el exterior de la circunferencia.
A esa vitalidad aún le falta potencia visual, pues el medio vegetal “necesita tiempo” para desarrollarse hasta alcanzar su esplendor, pero Penelas asegura que “ahora empieza a ser más parque” y luce cada vez más verde.
Con el olivar más importante de Madrid como insignia, el Juan Carlos I ofrece una gran variedad botánica y, en el “jardín climatizado” llamado la 'Estufa Fría', pueden verse ejemplares exóticos como bambúes o palmeras distribuidos en doce zonas que recrean atmósferas y ambientes, como el bosque de riberas o el jardín japonés.
Para celebrar este aniversario, la asociación Barajas BIC ha organizado en las últimas semanas una serie de conferencias en torno un parque que, además, ayudó a “rehabilitar” una de las áreas “más degradadas de la ciudad”, según afirman en un dossier de prensa.
El presidente de la agrupación, David Carrascosa, cuenta a Efe que una de sus metas es asegurar la protección legal del Juan Carlos I, cuya declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) solicitaron a la Comunidad de Madrid en mayo de 2014, sin que haya respuesta definitiva por el momento.
“En Barajas hay mucho patrimonio que se podría potenciar y proteger”, asegura Carrascosa, quien defiende que el Juan Carlos I, galardonado con numerosos premios en el ámbito arquitectónico, tiene “muchas más funcionalidades que cualquier otro parque”.
Y espera que a esas posibilidades se le vayan sumando todavía más, como la reapertura del auditorio del que goza el parque, para que donde antaño reinaba el polvo puedan celebrarse más efemérides envueltas en verdor.
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