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Arte a domicilio

El arte se reinventa, ahora podemos verlo "a domicilio". Fotografía de Paco Vallejo

Juan José Santos Mateo

El Museo Reina Sofía perdió medio millón de visitantes en el 2014. ¿A la gente cada vez le interesa menos el arte? No, los espectadores han preferido quedarse en casa. En casas como la de Ángela Cuadra, que ha convertido su salón en “Salón”. Un espacio independiente donde organiza exposiciones modestas, familiares, pero de calidad. Los eventos son anunciados sólo por Facebook: “Prefiero que sea así, ya que no es un lugar público exactamente. Las exposiciones suelen durar un par de días en horario de 20.00 a 23.00h.”.

Cuando la pregunto qué cargo le pongo se lo toma a risa: “Eso de tener un cargo en mi propia casa, ¡jejejeje! Pon que soy el ama de llaves. Es broma. No sé, no hay jerarquías. Aunque soy la cabeza visible tanto mi marido Kato como los vecinos de arriba están involucrados en el proyecto”. Vecinos y espectadores curiosos acuden a “Salón” para tener un contacto más cercano con el arte y con los artistas, y el hecho de que esto suceda en un domicilio particular no reduce su relevancia. No se produce un arte de andar por casa.

Al contrario, este espacio ha contado con propuestas de algunos de los mejores comisarios de Madrid, y tiene una lista de espera digna de cualquier gran centro de arte. A Ángela Cuadra, el ama de llaves, le surgió la idea gracias a diversas referencias: “Participar en Casas y Calles hace ya unos años me marcó de alguna manera. Art Palace de Josechu Dávila, Doméstico, Liquidación Total… más recientemente FelipaManuela, Indisciplinadas… Proyectos en los que rige la cercanía y en los que uno se siente a gusto tanto si es espectador como si participa en ellos”. Cuando le pregunto a qué se debe el éxito de este tipo de espacios, lo tiene claro: “A su independencia”.

Organizar exposiciones en casas particulares fomenta una experiencia diferente de acercamiento al arte. Aquellos espacios que son conscientes de su naturaleza, que no replican modelos institucionales o comerciales, generan exhibiciones tan interesantes como “1.2.3.” de Marc Larre, en Halfhouse. Una exposición (se puede visitar hasta junio) que captura situaciones sincronizadas en el tiempo. En una de ellas participa la hija de cuatro meses de los dueños de la casa, Alberto y Sinéad. Ellos iniciaron el proyecto cuando vivían en un loft en Poble Nou, donde proyectaban vídeos de artistas. Uno de sus objetivos es “proporcionar apoyo discursivo, tortilla de patata y vino”. Barcelona es la ciudad de España en la que más espacios artísticos alternativos están apareciendo, como Home Session, El Palomar o La Caníbal.

Romper con las normas convencionales

Los habitantes de Halfhouse tienen una teoría: “Los proyectos de arte no siempre cuadran en el cubo blanco, muchos artistas prefieren trabajar en espacios más orgánicos. Se pueden hacer cosas interesantes con muy pocos metros cuadrados o sin espacio ninguno, ¡lo único que se requiere es mucho amor al arte!”.

Rosario Ateaga y Andrés Vial tomaron nota y también decidieron convertir su hogar en una sala de exposiciones. Ellos venían estimulados por referencias que ya existían en su país, Chile, y con conocimiento de otras alternativas latinoamericanas. Tienen una visión crítica: “Mientras los grandes museos recorren el mundo all inclusive comprando grandes exposiciones de refritos, existen otras instituciones que deben ser más cercanas a un sentir colectivo y deben ser capaces de entregar el oxígeno que este sistema necesita.”

La flexibilidad de espacios como el suyo propicia que lo anecdótico, se pueda convertir en relevante: “Una vez nos hicieron un envío de obras desde Chile para una exposición. Como los envíos no son oficiales, corren el riesgo de ser revisados por completo, y fue exactamente lo que ocurrió. Nos llegó un paquete que volvieron a sellar de manera exagerada con esa cinta que dice Customs inspected. Finalmente el título de la muestra quedó así”.

De Chile vinieron a Barcelona Rosario y Andrés y de Argentina llegaron las cotorras. Una colonia de escandalosos loros verdes que poblaron los árboles de los parques. Eso escuchaba Rosa Lleó mientras acondicionaba una casa como espacio artístico. No lo dudó; lo llamó The Green Parrot. La exposición inaugural, “The World of Interiors”, funciona como una declaración del proyecto: “Cinco artistas de diferentes generaciones y recorridos intervinieron el espacio, que cabe decir que es un antiguo apartamento, a partir de objetos como cortinas, papel de pared, sonido, alfombras. Era una exposición bastante irónica hacia la visión tradicional del arte decorativo, estas piezas en cierta forma hacían esa función pero con un componente altamente crítico”.

Para la fundadora de The Green Parrot la clave está en la cercanía: “En nuestro caso sin duda la experiencia que se tiene al subir a un segundo piso sin ascensor, que te abramos la puerta y te saludemos… Intento siempre preguntar cómo nos han conocido, de dónde vienen, qué les ha parecido…esto crea una situación bastante diferente a la distancia que se genera tradicionalmente en una galería. Aun así la gente se confunde y nos pregunta precios y esas cosas… pero esa confusión nos gusta, es parte de todo nuestro concepto.”

Existen varios antecedentes de esta conversión de casa a sala de exposiciones. Una de las pioneras fue Gallery House, en el Londres de los setenta, o Chambres d'Amis, organizada por Jan Hoet en 1986, una exposición que tuvo lugar en 58 casas particulares. Melanie Smith convirtió su departamento-estudio mexicano en un espacio expositivo en los 90, y en Manchester, más recientemente, varios artistas ocuparon la casa-galería Apartament durante años.

Pero fue la experiencia del comisario más famoso de la historia, Harald Szeemann, la que inspiró a Paloma Pájaro: “En 1974 realizó la exposición Grand father en casa de su abuelo, que era peluquero”. Así que Paloma emuló a Szeemann y creó Dead at home en la casa de su abuelo en Salamanca: “Hacia la tercera semana de exposición tomé conciencia del poder increíble del espacio donde estábamos trabajando. Muchos visitantes llegaban a la casa esperando grandes efectos, fabulosas transformaciones de la luz o de los espacios, encontrar un cadáver en la bañera de mi abuelo y cosas por el estilo. Pero la verdad fue que desde el primer momento el espíritu pacífico y humilde de la casa venció nuestros afanes histriónicos. Dead at Home es, en un sentido estricto de la expresión, una casa de abuelo habitada temporalmente por piezas de arte contemporáneo, y no al revés”.

Este proyecto está en fase de definición de su programa, pero en breve volverá a habitar un hogar para proponer iniciativas tan originales como la “Cookiefunding”, que además de alimentar a los espectadores sirve para financiar las exposiciones: “Tengo familia de pasteleros así que gracias a su micromecenazgo lanzamos una colección de galletas de autor que se vendió muy bien.”

Todos los espacios de la casa

No son salones de arte sino arte de salón. En Valladolid acaba de abrir un nuevo espacio, La Gran, que continúa esta tendencia de arte a y en domicilio. Pedro Gallego de Lerma es el director y fundador de esta idea: “Vamos a producir obra y ediciones (en el estudio y el taller); exponerla (en el salón y el vestíbulo); alojar a sus creadores (en el dormitorio de invitados); y provocar la interacción y el debate entre los artistas, los aficionados y nosotros por todos los espacios de la casa, particularmente en la cocina”.

Actualmente está exponiendo su primera colectiva, “Prólogo”, con artistas como Blanca Gracia, Enrique Marty, Julio Falagán o Laura Salguero, una visita que transforma a los espectadores: “Casi todo el mundo llega pensando quedarse cinco minutos y rechazan quitarse el abrigo. A los 15 minutos buscan el armario porque son conscientes de que van a pasar mucho más tiempo. Abandonan la condición de visitantes y adquieren la de invitados.”

Para finalizar este circuito casero viajamos al sur, a la casa de Pedro Alarcón Ramírez,director de Casa Sostoa en Málaga. Allí se pudieron ver muestras imposibles de ver en otro tipo de instituciones, como “Wunderkammer”, convirtiendo la casa de Pedro en una cámara de maravillas renacentista: “Al eliminar los convencionalismos de los espacios museísticos (cartelas identificativas, barreras visuales y psicológicas...) y de las galerías de arte (indicadores de precios, ventas, piezas reservadas...) se consigue una relación más natural con la obra de arte”. Casa Sostoa es otro de estos espacios que fomenta una relación distinta con la obra, con exposiciones diferentes que desacralizan el arte y lo acercan al espectador, que, junto con los creadores y los comisarios, se sienten aquí como en casa.

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