Luis Gordillo, el maestro reluctante
Luis Gordillo (Sevilla, 1934) es uno de los pintores españoles más significativos de finales del siglo XX. De hecho, ha acumulado todas las distinciones y premios posibles (Nacional, Velázquez, etc.). Pero no siempre dio la impresión de que fuera a ser así. En una línea temporal alternativa pero bastante plausible, Luis Gordillo figuraría en los manuales como una aparición peculiar, aislada e interesante en sí misma pero que apenas habría dejado trazas en la pintura subsiguiente. En nuestra propia línea temporal mediaron un par de acontecimientos no buscados por él pero que determinaron su fama y su trascendencia.
Los dos acontecimientos indicados tuvieron características muy diferentes. El segundo y de mayor notoriedad sucedió en 1986, cuando Alfonso Guerra, entonces vicepresidente de gobierno, declaró en El País como se despertaba todos los días contemplando el Gordilllo que tenía a los pies de la cama. No hace falta explicar que la cotización del pintor se elevó de forma drástica e inmediata.
El primero fue de orden casi puramente pictórico y algo anterior: su influencia directa en lo que hoy se conoce cono Nueva Figuración de los 70. Guillermo Pérez Villalta, Chema Cobo, Herminio Molero y sobre todo los “dos Carlos”, Alcolea y Franco. Era el grupo de artistas españoles que iba a romper con la ya pesada herencia del grupo El Paso y pondrían a Gordillo en el centro de la discusión.
Ello permitió evaluar su trabajo como algo más que una curiosidad algo extravagante y periférica del discurso general. En la medida que esos artistas fueron creciendo y repitiendo en público sus influencias, el nombre de Luis Gordillo aparecía ya nimbado por el aura de maestro.
París, Londres
Gordillo pertenece a una de las últimas generaciones para las cuales París seguía siendo una especie de Meca artística. Eso se muestra en que incluso hoy en día se habla de sus comienzos en el Informalismo, la versión francesa del Expresionismo Abstracto o la Colour Field Painting americanos. En esta exposición el periodo está representado por una muy interesante Serie de Abstracciones entre 1959 y 1960 que el mismo Gordillo ha conservado hasta hoy.
Como inciso: los comisarios Santiago Olmo y Juan Antonio Reyes (directores del CGAC y del CAAC respectivamente) han organizado esta exposición en Sevilla llamada Confesión General en series cronológicas, algo sensato en este caso porque a lo largo de toda su vida Gordillo ha trabajado de forma más bien monotemática en diferentes aproximaciones.
En la obra posterior de Gordillo sigue habiendo llamadas a ese pasado pero el sevillano, un solitario vocacional, no se sentía muy identificado con la versión hispana de la idea informalista, el grupo El Paso. Y posiblemente se diera cuenta de que, a finales de los años 50, ese género o estilo había dado de sí casi todo lo que tenía y que dos nuevas corrientes, el Conceptual y el Pop Art, tan opuestas como emparentadas, eran los lugares donde se producían las alternativas.
Por ello y ya en los sesenta, Gordillo adoptó un estilo que tenía en cuenta el Pop Art. El único problema era que la traducción del Pop Art en España a través de Equipos como Crónica y Realidad o del Eduardo Arroyo de aquella época era bastante política. Y esto, de nuevo, resultaba difícil de digerir para alguien criado en el formalismo psicologizante y ya casi global de la abstracción de posguerra. De hecho, es hacia finales de los 60 cuando Gordillo comenzó sus sesiones de psicoanálisis, algo que entonces había adquirido cierto carácter de moda en los círculos intelectuales de Madrid, donde residía.
De modo que Gordillo se lanzó a una notable amalgama de tendencias abstractas, figurativas y de tratamiento del color con antecedentes en artistas pop más bien británicos como Ronald B. Kitaj, Allen Jones e incluso detalles del David Hockney de aquella época. Esto le condujo primero a experimentos con fotografías mutadas o mutiladas o a cuadros simétricos cuyo motivo, un Automovilista acaba siendo una excusa para la composición del cuadro.
Madrid y la Nueva Figuración
Esta etapa, que comenzó a exponerse en Madrid en 1967 en la muy heterogénea colectiva Nueva Generación en la Sala Amadís o en galerías como Edurne (1968) o Vandres (1971 y 72), es la que le hizo llegar a un público a la larga muy influyente, una generación de pintores más nueva que la suya y que expondría pocos años después en esas misma sala Amadís o en galerías de nueva creación como Buades, en la que también lo haría Gordillo (1975).
Los ecos de la relación con aquellos aspirantes y sus igualmente nuevos críticos, llegan hasta nuestros días y no son recordados con especial agrado por Gordillo, que se sentía agobiado por la atención y sentía que a veces le “ponían zancadillas”. La realidad, hay que decirlo, es que les trataba casi con cariño. Fueron años importantes y trascedentes en el arte español, no solo por esta historia, pero al fin y al cabo son solo unos pocos en la actividad de Gordillo.
Esos primeros 70, los pivotales en esa relación, no están representados aquí por aquellas pinturas que estallaban en color y que suponían una bofetada brutal a las monocromías de El Paso, el híper-realismo más o menos fantástico de un Toral o un Antonio López, el realismo colorista y entonces muy en boga de Eduardo Úrculo o el social de Juan Genovés. Unas pinturas que resonaron como cañonazos casi psicodélicos.
Lo que hay de esa época son sobre todo papeles. Y, ha de decirse, aunque la decisión de prescindir de algunas de sus obras más icónicas sea bastante cuestionable, seguramente son estos papeles los que influyeron de manera más directa en la Nueva Figuración, simplemente porque Gordillo los producía en cantidad e incluso los regalaba a sus jóvenes admiradores. Tener admiradores jóvenes y además muy cultos debía ser una gran novedad para él, por otra parte.
La abstracción concreta
Dejando atrás esa época se llega a finales de los setenta y el inicio de otra de sus etapas más importantes, una que se quiso ver como un regreso a la abstracción. Puede ser, pero igualmente pueden ser tractos intestinales formalizados o, como se titula una de esas pinturas, vesículas. Es la época en que Alfonso Guerra se declaró fan de su paisano y en gran medida la de su consolidación como gran figura, tal y como se reflejó en una exposición de 1988 en la galería Soledad Lorenzo. Esta confusión abstracto-figurativa, ya había sucedido unos años antes con los Huevos, la Sombras o los Camuflajes de Warhol, pinturas de objetos que parecen abstracciones. No era lo mismo, pero muestra lo difuso de las categorías.
Algo que esta muy bien de esta exposición es que sigue la trayectoria de Gordillo hasta el presente. A sus 82 años el pintor ni ha dejado de pintar ni de buscar. Ahora ya carece de sentido asociarle a ningún estilo. Gordillo se labró hace ya tiempo su propio espacio y habita en el a su modo. En sus obras de las últimas décadas existen las alusiones, pero más bien a sí mismo. Aparecen motivos como los cuadros simétricos, el trabajo sobre fotografías, rostros… Pero también montajes y técnicas relativamente nuevas como la impresión digital. Algunos de estos cuadros son identificables de inmediato como gordillos, pero otros no tanto.
Esta exposición, que podrá contemplarse en otros lugares de España como en Vitoria, Santiago de Compostela o Granada, explica bien a un pintor influyente pero en esencia absolutamente único. Quizá algo críptico en su intención última, pero en muchas ocasiones con fuerza suficiente como para superar esa barrera. Aunque si se recuerda el recorrido un par de veces, también pueda parecer el melancólico preludio del fin de la pintura tal y como se conoció el pasado siglo.