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La labor femenina en las costas: detrás del arte de las mariscadoras gallegas

Parábola de la abundancia

J.M. Costa

El marisqueo en Galicia, más concretamente el de moluscos, siempre fue una ocupación de las mujeres de la costa. Una ocupación menor, como ir a sacar las patatas a la mínima parcela que poseía la familia. Mientras, los hombres salían a la mar o trabajaban en alguna fábrica, donde la había. Cosa seria. Sin embargo, andando en el tiempo, las mariscadoras tomaron su destino y su trabajo en sus manos, como tantos otros colectivos de mujeres por todo el país.

Ese es el motivo de Parábola de la abundancia, una instalación de los artistas Terry Berkowitz y Francesc Torres en el Museo do Pobo Galego en Santiago de Compostela (hasta el 24 de Septiembre). Ya es raro que un museo antropológico encargue una obra de arte actual e incluso más si se trata de celebrar con ella el 40 aniversario del museo. El caso es que la obra funciona desde ese doble punto de vista, como arte y como antropología.

Francesc Torres (Barcelona, 1948), de quien parte la primera idea del proyecto, tiene una trayectoria abrumadora y está considerado como un importante artista con especial incidencia en lo político y social. Siendo sus trabajos más que interesantes, hay un aspecto previo y no visible que debe destacarse en este contexto extra-artístico. En muchas ocasiones Torres se interesa por una historia y la investiga, sin saber a qué va a conducir esa investigación. Puede que sea a su propio bagaje personal, a una documentación, a un trabajo colectivo o a una obra de arte.

En este caso, Torres lleva muchos años yendo por Galicia e interesándose por lo que es una demografía peculiar y cuyas dinámicas sociales presentan rasgos muy diferenciados. Su interés por las mariscadoras es solo uno de los aspectos que ha ido conociendo de Galicia en general y de la Costa da Morte más en particular. La video-fotógrafa Terry Berkowitz también participó de esta investigación no académica sin un propósito preciso. Reconocer lo que es notable y profundizar en ello, quizás documentarlo. Finalmente se documentó entre 2014 y 2015, cuando esta exposición aún estaba lejos de concretarse.

Parábola de la abundancia: tres secciones

Al final y por una serie de casualidades surge la posibilidad de trabajar en un museo como el del Pobo Galego, cuyos fines y cuyo público potencial son, en principio, distintos a los de los centros de arte. Y esto se ha tenido en cuenta: se trata de una obra de arte para un lugar que no está consagrado al arte.

Parábola de la abundancia se divide en tres secciones. La primera es un espacio repleto de residuos de plástico, de metal, maromas, objetos de todo tipo recogidos en el mar y/o en las playas de la zona. Al fondo de la sala se proyecta un vídeo que muestra un paisaje vacío de la berberechería de Caldebarcos, una imagen que podría ser permanente debido a la polución que tenemos ante nuestros ojos solo en su forma más grosera pero que, según las mismas mariscadoras, ha influido incluso en el color y el olor del agua y ha reducido de forma drástica la producción. Para hacerse una idea y tras las catástrofes del Urquiola en 1976 y del Prestige en 2002, pero también del continuo vertido de aguas fecales sin depurar, la cantidad de mariscadoras se ha reducido de forma drástica, hasta las más o menos 4.000 de la actualidad.

La segunda sala está formada por los aperos de estas mujeres. Desde carritos inspirados en los de la compra pero progresivamente adaptados y fabricados ex-profeso, a rastrillos, azadas y la horquilla, un artefacto diseñado expresamente para estas faenas. Es una muestra del ingenio y la profesionalidad de unas mujeres cuya imagen aún no ha aparecido.

Lo hará en la tercera sala, donde se proyectan 10 fotografías sobre telas translúcidas en las cuales aparecen sendas mariscadoras o grupos de ellas en pleno trabajo. No hay nada de pretendidamente heroico ni exótico. Estas mujeres, auto-organizadas en casi toda Galicia, con sus estructuras y una capacidad reivindicativa notable, ya no son las pobres mujeres de los marinos que aportaban así un complemento a los ingresos del hombre de la casa. No hay más que ver las fotos, estas son trabajadoras conscientes y que lo mismo logran controlar el intrusismo que han logrado la explotación sostenible de un recurso frágil.

Viendo Parábola de la abundancia y cómo habla de algo sin recurrir a elementos narrativos obvios, resulta interesante compararla con otra obra donde las mariscadoras, si no protagonistas exclusivas, si tienen un papel central. Se trata de Costa de Morte (2013), de Lois Patiño. Un gran documental donde tampoco hay declaraciones, textos explicativos, voces en off, ese tipo de recursos propios del documental. Parece como si estas realidades no necesitaran más que mostrarse para resultar evidentes, despojadas de tragedia o de felicidad, vidas extraordinarias que hacen de lo extraordinario otra cotidianeidad. Y eso impresiona.

Si quiere salir de su nicho, tanto intelectual como demográfico, el arte de nuestros días podría plantearse operar en lugares como este Museo do Pobo Galego (una fundación privada con apoyo público y unos 1.500 socios). Hay docenas de museos en todo el país que ocasionalmente pueden recurrir al arte como otra forma de contar una realidad, social, urbana, rural, económica, estética o cualquier otra imaginable. Claro, en primer lugar hace falta que a esas instituciones se les ocurra. Pero también es necesario que el arte entienda que no tiene por qué responder únicamente a emociones o reflexiones individuales (del artista) sino integrar expectativas y contextos externos. No es algo obligatorio, habrá quien no se sienta cómodo trabajando, pero hay muchos artistas que, por su trayectoria, seguramente estarían encantados de pensar instalaciones como la presente.

El espacio entendido de forma artística

Pegado al museo do Pobo Galego se encuentra el CGAC en el cual se presenta la gran exposición de Luis Gordillo que ya estuvo en Sevilla. También hay otra exposición llamada Lugar: continxencias de uso. Son tres artistas, Patricia Esquivias, Luciana Lamothe y Sofía Táboas y la idea explicita es “un acercamiento a la significación existencial de la arquitectura y a la práctica artística en cuanto espacio no construido”. Se entiende, pero desde otro punto de vista lo que se muestra son usos artísticos y por lo tanto escasamente funcionales de materiales de la construcción que suelen parecernos funcionales, aunque el eterno artificio en la arquitectura también esté hecho con ellos.

Esto resulta muy evidente en la pieza que abre la muestra Plataforma de construcción de Sofía Táboas (Ciudad de México, 1968). Se trata de pequeños cubos de 20 centímetros compuestos por diferentes materiales de construcción como tejas, tubos o perfiles. Otra obra es Construcción Primordial una reminiscencia de planta de castro celta realizada con ladrillos de cannabis entre los que sobresale un ladrillo dorado que debe ser el tesoro del castro.

Las instalaciones de Luciana Lamothe (Buenos Aires, 1975) tratan sobre todo los materiales (planchas de madera, tubos de andamiaje) y una especie de situación semi-arquitectónica. También tiene un ariete compuesto por tubos de ensamblaje afilados que han traspasado un tabique. Ahí se ven los agujeros, con el artefacto en reposo. La arquitectura contra la arquitectura tal vez. Es violenta la cosa.

La tercera, Patricia Esquivias (Caracas, 1979), trata mediante vídeo y fotografía de establecer paralelismos entre Galicia y la Nueva Galicia mejicana, uno de los dos únicos reinos del virreinato que instituyó, según parece, Isabel de Portugal. También presenta una obra llamada Casarrubuelos #11 que trata sobre la familia Barrera, los últimos artesanos-artistas del metal en Madrid. Está muy bien que se recuerde a estas personas, en este caso una dinastía.

Mientras esto sucede en Santiago y aunque aquí la situación diste mucho de ser ideal, la actualidad cultural de Galicia se sitúa en Vigo, donde el alcalde Abel Caballero (PSOE) se hizo célebre plantando un Dinoseto y acaba de inaugurar una Rotonda Cibernética que consiste en unos cuantos paneles curvos en medio de una fuente en medio del tráfico. La idea, que forma parte de un Plan de Humanización, ha costado 34.000 euros. Pero es que en esta dinámica populista del líder que mete la mano en todo, el alcalde acaba de cambiar los estatutos del Museo Marco, que él mismo preside y ampliar su patronato con personas de su confianza. Que elegirán a un director sin transparencia alguna y que si pone en práctica las ideas del señor alcalde, igual tiene algo de independencia. Pero sobre este desaguisado procuraremos volver, porque el detalle de la peripecia cultural viguesa no llega a Valle Inclán, pero se le acerca.

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