The Yes Men son repugnantes: “Pranksterismo” documental y comprometido
El 3 de diciembre de 1984, hubo una fuga en una fábrica de pesticidas en Bhopal (India). Provocó la muerte inicial de entre 6.000 y 8.000 personas y de otras 12.000 después. Afectó a más de medio millón de personas. Veinte años después, un portavoz de la compañía estadounidense Dow Chemical llamado llamado Jude Finisterra anunciaba en BBC que la empresa asumía por fin las responsabilidades de la tragedia, prometiendo un fondo de 12.000 millones de dólares de compensaciones a las víctimas.
Hasta los directivos de la cadena británica lo saludaron con alegría, alabando el buen juicio de la empresa. Una hora después, descubrieron que Finisterra no había existido jamás. Había sido un invento perpetrado por The Yes Men.
Jacques Servin e Igor Vamos, más conocidos por sus “identidades públicas”, Andy Bichlbaum y Mike Bonnano, integran el dúo activista The Yes Men, que desde hace años sacude las conciencias mundiales a base de espectaculares acciones de impostura. Practican lo que en inglés se conoce como “pranksterism”, la fusión entre la “broma” (pranker) y el activismo (“activism”).
Sus fines se asemejan a los del director Michael Moore o a los del cómico británico Sacha Baron Cohen, pero discrepan en sus modos: Bichlbaum y Bonnano recorren el mundo haciéndose pasar, mayoritariamente, por portavoces de grandes corporaciones que “regalan” anuncios drásticos y diametralmente contrarios a la línea “ideológica” de las compañías o de los poderes fácticos a los que dicen encarnar. Su intención, además de mover a la reflexión, es la de promover cambios a través de la acción directa.
Entre sus hitos, los Yes Men presumen de haber logrado colarse en ruedas de prensa de la Casa Blanca. En una ocasión, Bichlbaum se hizo pasar por portavoz del Departamento de Comercio para anunciar un paquete de sanciones a los contaminadores. La anécdota fue portada de noticiarios y obligó a la Casa Blanca a pronunciarse sobre el hecho y a querellarse contra Bichlbaum/Servin. El definitorio episodio sirve de tráiler a The Yes Men Are Revolting, la tercera incursión cinematográfica del dúo tras The Yes Men (2003) y The Yes Men Fix The World (2009), y película a concurso en el actual festival Documentamadrid, activo hasta el próximo domingo día 8 en sus sedes del Matadero de Madrid y del Cine Doré (la sala de exhibición de la Filmoteca Española).
El film se abre con los Yes Men embutidos en sus “survivaballs”, los aparatosos y satíricos trajes de creación propia con forma ovoide que preservan de un posible holocausto ecológico. En plena cumbre sobre el cambio climático. El tema es eje vehicular de la película, y la obsesión más destacable de los Yes Men desde hace años. Profesores universitarios, Vamos y Servin conciencian a sus alumnos de los riesgos y peligros de una catástrofe climática. En The Yes Men Are Revolting convierten la sala de cine en una inmensa aula.
El cambio ecológico marca la agenda de sus acciones en Estados Unidos, en Uganda, en Copenhague, siempre en pos de un renuncio de los poderosos y de la complicidad de los espontáneos. La batalla por un mundo menos contaminado, menos “echado a perder en los últimos tiempos”, condiciona la política de alianzas y equilibrios observantes en el film. La idiosincrasia de The Yes Men Are Revolting es tanto social como universalista.
Los men detrás de los Yes Men
Pero además, su tercera película incide por primera vez en las vicisitudes personales de sus protagonistas, de las personas detrás de los personajes. Los retratados pasan por un momento dulce, feliz, y su alborozo se contagia a la cámara: ambos, en pleno vértigo de la cincuentena, cuentan, por fin, con situaciones familiares estables. Vamos es padre de dos niños y está casado; Servin ha iniciado una relación con un hombre, con el que espera mantenerse de por vida. En el metraje, hay espacio para detenerse en los altibajos de una relación profesional sin margen para los titubeos ni las dudas.
Los Yes Men están empeñados en devolver las esencias de “una democracia robada” por empresas y medios serviles, que reducen hasta el raquitismo la participación ciudadana y predican la manipulación informativa. La película incide con rotundidad en estas malas praxis.
El fresco de sus acciones y personalidades es de ésos que gustan al principal certamen de documentales español, una estampa por la que sus organizadores llevan apostando fuertemente en las últimas ediciones. Los activistas han abandonado, en manos del equipo de selección coordinado por Mikel Olaciregui, exdirector del festival de San Sebastián, su condición quijotesca, ideal e idílica, para abrazar una humanidad y erigirse en agentes de transformación de la realidad. Documentamadrid parece incidir, veladamente, en un discurso comprometido bajo su mantra oficial de que el documental es espejo de lo real: el documental, se nos lleva diciendo tres años, los mismos que median desde el desembarco de Olaciregui, es la ventana que se abre para quienes no están conformes con lo que les rodea.
El año pasado, dos combativas abuelitas airadas casi se llevan el premio del público (que no ganaron por milésimas) con su aventura por buscarle un sentido al crecimiento económico sostenible; en paralelo, un banquero alemán exponía con total frialdad los despiadados resortes –económicos– que mueven el mundo. The Yes Men Are Revolting cumple la función de cuadratura de un círculo. La película magnifica hasta lo colosal acciones que, fuera de los focos o de las cámaras, pasarían por descabelladas travesuras o boutades.
The Yes Men Are Revolting se verá en Documentamadrid un día antes de su primer pase en Estados Unidos, dentro de la programación del festival internacional de cine de Louisiana, que proyecta, también, dos documentales a concurso esta misma semana en la capital española: The Look of Silence (Joshua Oppenheimer, 2014) y Cartel Land (Mathew Heineman, 2014). Su “vida” ha sido, hasta ahora, efímera pero firme: presentado por primera vez en el pasado festival de Toronto, en diciembre de 2014, sólo ha sido proyectado con anterioridad en Turquía (enero) y Suecia (abril). Lejos, muy lejos, de su patria natal. Y sin embargo, muy cerca de su idiosincrasia internacionalista.