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Querer y no poder dejar de ser español

David Sarabia

“La patria es un invento”, le dice Martín a su hijo en la película Martin (Hache). Porque, como si de un contrato unilateral se tratase, nacemos siendo, en el sentido más estricto de la palabra ser. Y en la idea de pertenencia, el concepto de posesión; somos ciudadanos propiedad de un país, del estado en el que hemos nacido. Somos españoles, o colombianos, o suecos. Esto es así.

Para la artista Núria Güell (Gerona, 1981) esto no es así. O mejor dicho; para Núria Güell, lo que debería ser, es no ser español. Ni colombiano, ni sueco. “No me siento identificada con la patria”, nos explica al otro lado del teléfono. Con esa contundente afirmación responde a eldiario.es por la tarde después de presentar, por la mañana, su proyecto en La Casa Encendida: Apátrida por voluntad propia. Sobre el desafío de lo imposible.

La instalación ronda lo ilegal. Núria toma un punto de partida común -el concepto de nacionalidad- y lo diluye a lo largo de las instituciones y los edificios oficiales por los que ha pisado. Oficinas de extranjería, registro civil, embajadas. El trayecto parece sencillo si solo nos fijamos en el fin, que es el de revocar esa nacionalidad española. Por eso, Núria estructura su decisión como el resultado de tres pasos:

1. “Es necesario cambiar la estructura del estado nación y también toda la cuestión de la nacionalidad que va directamente ligada al estado-nación”.

2. “Cuando voy a otros países a trabajar y me tengo que identificar como española, eso contiene una carga colonial e imperialista que no me identifica”.

3. “Mi compañero no es europeo. La legislación europea, en muchas ocasiones, era la que dictaba cuándo nos podíamos ver, cuándo podíamos estar juntos y cuando no.”.

¿Se puede entonces querer no ser español? Sí. Pero no se puede dejar de ser español siguiendo un cauce legal. Núria explicaba durante la presentación de su proyecto que la nacionalidad puede ser retirada si ocurren determinados supuestos, “pero yo quería dejar de ser española por voluntad propia”. Entonces inició un periplo con las instituciones para cumplir su deseo.

“Pero si todo el mundo viene aquí a hacerse nacional, ¿cómo tú te vas a quitar?”

A Güell le gustan las grietas burocráticas. En el Reina Sofía, creó una sociedad anónima con sede en un paraíso fiscal y le cedió el control a un grupo activista. En otra ocasión, contrató a un albañil que había sido desahuciado para quitar las puertas de acceso a viviendas vacías que la CAM había adquirido en subasta después de desahuciar a las familias que vivían allí.

En este proyecto, ha trabajado con una abogada, un filósofo y un teórico político para intentar entablar un diálogo con el Estado, basándose en el principio de autodeterminación del sujeto. Redactó una carta de renuncia a la nacionalidad española que entregó en la Embajada de España en Dublín. “La leyeron, me hicieron subir a un despacho y me empezaron a preguntar varios hombres, claro está, con el busto de Juan Carlos y el cuadro del rey ahí colgado. Les parecía muy agresiva mi propuesta y mis intenciones”, dice Núria. En una oficina de extranjería le dijeron: “Pero si todo el mundo viene aquí a hacerse nacional, ¿cómo tú te vas a quitar?”.

Lo que descubre en el proceso es que es imposible dejar de ser español por vías legales. Según el ministerio de Justicia, la condición de ser español puede perderse al adquirir voluntariamente otra nacionalidad, al utilizar otra nacionalidad ininterrumpidamente durante tres años seguidos, al tener otra y renunciar a la española o al no declarar su voluntad de ser español tres años después desde la emancipación -este último supuesto es solo para personas nacidas en el extranjero y cuyos padres sean españoles también nacidos en el extranjero-.

Núria no quiere nacionalizarse de otro país. Núria quiere tener el derecho a decir “no” a España. Y para los que ya piensen “claro, es que se quiere nacionalizar catalana”, la respuesta es que no. “No quiero ser española, ni catalana”, dice. “Lo único que tenemos en común en España es que quienes nos roban son los mismos. No es una cuestión de identidad”.

El proyecto de la artista nacida en Gerona se enmarca dentro de Generación 2016, una iniciativa de la Fundación Montemadrid con el objetivo de promover el trabajo de jóvenes artistas. Estará en La Casa Encendida hasta el próximo 10 de abril junto a otros jóvenes artistas, como Ignacio Bautista, Daniel Martín Corona, Julia Varela o Juan Zamora, entre otros. Paralelamente, la videoexposición de Lizzie Fitch y Ryan Trecartin, titulada Priority Innfield, explorará hasta el 24 de abril el impacto de las nuevas tecnologías de la comunicación en el lenguaje y la construcción de la identidad y el género.

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