'Solos', hasta quedarse a oscuras
César tiene 30 años. Empezó a pintar a los 10. Desde el viernes, expone una parte de su obra en el C.A.V. La Neomudéjar de Madrid hasta el 3 de noviembre. La muestra lleva por título Solos, un título tan conciso como intrigante. Ze Carrión -su nombre artístico- solo pinta. Y como solo el arte le vale, vive con ello, a modo de impostura. Pero con una función doble: crítica, aunque sin quererlo; real, sin llegar a ser cierta del todo.
En el mundo de Ze Carrión, vivir es un alegato constante. Hay pintura, madera, materiales reciclados y colores, muchos colores. La vida es algo parecido: tiene hueso, carne, implantes en el cuerpo, azul cielo y verde bosque. Él relaciona todo eso con los sentimientos mientras desgrana la soledad que acostumbra a tener el ser humano en los últimos tiempos. La tecnología se lo ha llevado todo. La realidad sobrelleva esta idea y la convierte, de hecho, en el motivo de esta exposición: la vida no es sin tecnología. Pero a la inversa.
“Intento hacer una descripción social de cómo están las cosas”, cuenta el madrileño. Solos no propone únicamente una reflexión acerca de nosotros, del yo y el ello. El mundo gira deprisa mientras el teléfono móvil no para de vibrar en la mesa. Internet se erige como centro del todo. El vivir se anquilosa en una pantalla, en una conexión por cable, en un avatar que se conforma como un ente que actúa, piensa y ve por el individuo: “La idea de que necesitamos a una persona que responde por nosotros”, cuenta Ze Carrión.
Solos entre la multitud
“Somos solos. Existimos en un conjunto de experiencias, de entendidos y malentendidos que todos sufrimos desde nuestros sentimientos más egocentristas”, dice el artista en el manifiesto inicial con el que -casi- se inicia la exposición. La idea es la siguiente: nacemos, recibimos información; crecemos, recibimos información; pensamos, recibimos más información y al final, vivimos y morimos contando en nuestro haber con toneladas de datos banales, ausentes, insípidos. “Vivimos ahí, en ese runrun del fútbol, de la política entendida de forma tan superficial con los distintos partidos políticos, como si eso fuera un top”, afirma Ze Carrión.
En Solos no existe el PP, ni el PSOE, ni Podemos. Tampoco hay balones de fútbol. O sí, pero insertados de forma sutil en cada composición, que la mera visión dictamina veredictos ajenos a ellas. Hay besos entre policías y manifestantes. Hay policías custodiando grupos de personas bajo la bandera de la UE. Espejos que en el suelo vomitan perspectivas. Perros famélicos, retrospectivas de vida, retratos de lo que somos -Macaulay Culkin en El grito de Edvard Munch-. Y la tecnología: pocilgas de cerdos comiendo sobre móviles cuya manzana mordida es casi venenosa, una televisión que repite una y otra vez que la policía anda pegando a inmigrantes en Melilla, lámparas hechas con cristales rotos.
Ze Carrión desgasta y reconstruye. Desmonta y ordena. “He intentado descomponer el cerebro como si fuera un odernador. Desde el software, con cuadros de informaciones más banales, a los sentimientos”. Así se crea una muestra que va más allá del grafiti, que habla de vivir en sociedad con individuos aislados en su caja negra personal, inundada de fotos, mensajes, citas, vídeos, tuits, retuits y apariencias. Apariencias impostadas por la tecnología.
“Que las paredes remuevan a la gente”
“No tengo Whatsapp por la idea de que no quiero mil grupos, mil mensajes de gente que me cae genial, que me va a estar escribiendo y a los que no voy a contestar”, dice César. Ha llegado a perder trabajos por no “estar en el mundo”. Considera que la escena de arte urbano en España está creciendo, y sobre todo en Madrid, “solo que a nivel institucional está bastante jodido y censurado”.
Él dice que se lo toma casi “como algo personal”. A diferencia de otras ciudades europeas como Berlín, París o Londres, el arte urbano en Madrid no está del todo bien visto. Otros puntos de la geografía europea apuestan por el grafiti u otras formas de composición alternativas para decorar sus ciudades. En la capital del reino, aunque de vez en cuando surge alguna iniciativa, pocas son las que parten desde las instituciones. “Algunos quieren decorar las paredes con monstruos y flores en los barrios. Yo defiendo y lucho por hacer que las paredes remuevan a la gente”, cuenta.
Algunos artistas nacen y otros se hacen. Pero en España, muchos de ellos se ven obligados a irse fuera para desarrollar su talento. Lo explica con una metáfora: “Si a uno no le dejan hacer un edificio así de grande [señala el bloque de pisos más próximo] nadie va a saber que puede construirlo”. ¿Qué hacer, entonces, para recuperar la ciudad como centro de arte urbano en España? César lo tiene claro: “Seguir trabajando, no queda otra”.