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Una muestra denuncia las políticas que aumentan la desigualdad mundial

La exposición 'Puertas' // Foto: Plataforma 2015

Paula Corroto

Más de 1.500 millones de personas viven en situación de extrema pobreza y más de 850 millones padecen hambre y no tienen acceso a la educación, sanidad y otros servicios básicos. A su vez, las 85 personas más ricas del mundo acaparan la misma riqueza que las 3.500 más pobres. Son datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en su informe de 2014. Un reflejo brutal de las desigualdades en el planeta, que no han dejado de incrementarse.

Este es el principal motivo de la exposición Puertas. La vida que llevamos; la vida que queremos, organizada por la Plataforma 2015 y más –reúne a once ONG que trabajan en cooperación al desarrollo- y que este miércoles se inaugura en el espacio público Centro-Centro de Madrid, después de haber recorrido varias ciudades españolas y ser visitada por más de 30.000 personas. Estará hasta el 28 de junio.

La muestra, que ahora ha renovado sus contenidos, es un relato dividido en cuatro partes que pone al espectador ante la tesitura de poder comerse todos los días un buen filete y comprar compulsivamente en las grandes multinacionales de ropa, mientras otras personas apenas tienen un techo en el que refugiarse. Y que, además, como dicen sus organizadores, ahora no nos queda tan lejos: la crisis nos ha hecho acercarnos a niveles de pobreza que antes pensábamos que estaban a miles de kilómetros de distancia.

Precisamente, el recorrido de la exposición, que ha contado con el apoyo principal de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), y de cuyo montaje, mediante puertas, fotografías y vídeos, se ha encargado la empresa Cipó, comienza con un salón en el que aparecen todos los objetos con los que lidiamos en el primer mundo: un móvil, un buen plato de comida, un juguete y una prenda de vestir. Es el Mundo Feliz, el que creemos que es habitual, aunque como recuerda José Medina, investigador de la Plataforma, “sólo una de cada seis personas en el mundo vive en un lugar así”.

El oscuro Mundo Real

A partir de ahí se entra en el Mundo Real, muy alejado de nuestro holograma occidental. Está creado a partir de diferentes puertas que actúan como metáfora de lo que sucede en aquellas regiones y países de los que se extraen los recursos para que en el primer mundo podamos disfrutar de nuestros juguetes tecnológicos, alimentación, energía y vestuario. Mediante un buen número de datos y con un afán muy didáctico se cuenta al visitante cómo el petróleo o el coltan –la materia prima con la que se fabrican los móviles- son una maldición para muchos habitantes. O cómo, por ejemplo, muchas tierras son arrasadas para el cultivo de soja con el que alimentar a los animales que después servirán como alimento para nosotros, los occidentales. “El 30% de la producción de cereales en el mundo se destina a los animales, no a las personas”, apunta Medina.

En este área también se recuerda a aquellas empresas instaladas en las zonas más pobres y que esclavizan a sus trabajadores, como El Corte Inglés, que estaba en el edificio Rana, de Bangladesh, donde murieron 1.127 personas y otras 2.437 resultaron heridas tras su derrumbe, o cómo realmente las grandes decisiones para regularizar el comercio se toman en instituciones como el FMI o el Banco Mundial que lo que hacen es “imponer normas para su propio beneficio y que las cosas no cambien”, afirma Medina.

Hay varias puertas que aluden a problemas concretos que suceden en este ‘mundo real’. La mayoría de ellos están asociados con numerosas contradicciones. Un ejemplo: los 800 millones de personas que pasan hambre frente a los 1100 millones que tienen sobrepeso y a los que se les estimula constantemente con productos para adelgazar (y a la vez con todo tipo de comida muy poco sana). Mediante la puerta de un avión de combate se recuerda a su vez los 1,3 billones que este planeta se gasta anualmente en armamento. Otra puerta con un muro detrás hace una analogía de la discriminación de las mujeres; de hecho, el 70% de los pobres del mundo son mujeres. Una puerta blindada hace mención a las migraciones y, sobre todo, a los obstáculos de muchas personas para poder moverse –recuerden los muros, vallas y concertinas-.

Una nevera refleja cómo las materias primas no fósiles se utilizan principalmente para los biocombustibles y no para la elaboración de alimentos biológicos para las personas. Un cubo de basura hace alusión a los residuos que se multiplican en el primer mundo y que suelen acabar en vertederos de las zonas más pobres. “Por ejemplo, muchos restos de las Torres Gemelas acabaron en China y La India”, sostiene Medina. Y, por último, una escena de cine antológica de los Hermanos Marx en Más madera que nos invita a cuestionarnos nuestra forma de vida: ¿destrozar un tren para que la máquina de vapor no se pare?

Las políticas que no han ayudado a nadie

Una vez que se han traspasado las puertas de este mundo real se llega a la zona de la crítica: los falsos remedios, esas políticas que se han implementado en los últimos años y que, según los miembros de la Plataforma 2015, no han servido para nada. Mediante puertas negras que ensombrecen el ambiente se alude a las cumbres mundiales en las que nunca se cambian las políticas estructurales, a la responsabilidad social corporativa, que muchas veces no deja de ser mero maquillaje, y a los fondos para la ayuda al desarrollo que, como dice Medina, “en muchas ocasiones tienen más que ver con intereses geostratégicos” que con una ayuda real.

En una de estas puertas se da una bofetada a las políticas de austeridad que “lo único que han hecho es que la mayor parte de los recursos vayan a los bancos”, añade Medina. En otra se critica la lucha contra el terror, tan de actualidad, ya que ha concitado todos los problemas en torno a la seguridad en detrimento de las libertades. Y, finalmente, se denuncia cómo la ecología y la solidaridad se están convirtiendo también en una moda mercantilista. Rebelarse vende, que decían en su libro homónimo Joseph Heath y Andrew Potter.

La última parte de esta exposición, sin embargo, es luminosa. Se trata de ‘El mundo posible’, es decir, todas aquellas propuestas y luchas ciudadanas que sí han contribuido a cambiar el status quo y a mejorar la situación de muchas personas. Esta vez son puertas blancas, bien lacadas, limpias, que reflejan los avances de la economía social alternativa, la aparición de medios de comunicación que no están sujetos a intereses de grandes grupos o fondos buitre, los cambios en el consumo o aquellos producidos gracias a la participación política de los ciudadanos.

“Todo parece imposible hasta que se hace”, dijo Nelson Mandela. Y con esa frase, insertada en un último vídeo de dos minutos con el discurso de fondo de Martin Luther, se pone una brecha esperanzadora a esta muestra que busca remover las conciencias de todos nosotros.

Si eres socio y te apetece ir como invitado a ver la exposición “Puertas”, no lo dudes, ¡participa!

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