Ocho exposiciones sobresalientes que disfrutamos en 2015
Daniel García Andújar en el Reina Sofía
El artista tecnopolítico Daniel García Andújar (Almoradí, 1966) inauguró en enero en el Museo Reina Sofía su exposición Sistema Operativo. El título de la muestra ya constituía un adelanto de lo que nos íbamos a encontrar: un entorno, una parábola del mundo en el que vivimos. 50 trabajos del artista almoradiense, que sin embargo no buscaban componer una retrospectiva, sino un trayecto por diversos aspectos de su obra. “García Andújar tiene la vocación del espacio público, físico y digital/comunicacional; del recibir y compartir; del cuestionar con una dosis de humor lo que se pretende incontestable”, describía J.M. Costa.
Rogier van der Weyden en el Museo del Prado
Entre marzo y junio de este año el Museo del Prado acogió un recorrido por las obras del primitivo flamenco Rogier van der Weyden (Tournai 1399, Bruselas 1464). Fue un protagonista del arte de la corte de Borgoña y Flandes de Felipe el Bueno (1396–1467), periodo que cubría esta exposición. Van der Weyden aportó expresividad al retrato, que ya en otros coetáneos como van Eyck se entendía casi en sentido moderno. “Impresiona mucho ver el detallismo extremo de estos primeros pintores al óleo. Texturas, luces, reflejos, arquitecturas, paños... Todo esta realizado en los niveles micro y macro. Si en Velázquez la ampliación de un pespunte conduce casi al expresionismo abstracto, en el caso de van der Weyden o van Eyck, el detalle va ampliándose si perder su 'resolución'”, decía nuestro colaborador.
Melancolía en el Museo de Escultura de Valladolid
“Hay exposiciones que un museo público debe hacer casi como obligación documental y otras que nacen de una idea no tan evidente ni necesaria pero ponen la piel de gallina y explican el sentir, ya no de un artista, sino de toda una época”. Así definía J.M. Costa dos casos que se dieron a la vez durante 2015: el primero, el homenaje del Prado a la obra de Luis de Morales (Badajoz 1509- Alcántara, 1586); el segundo, Melancolía, que hasta octubre se pudo ver en el Museo de Escultura de Valladolid y luego viajó a Palma de Mallorca y Valencia, sin pisar la capital. La llamada en realidad Tiempos de Melancolía, Creación y Desengaño en la España del Siglo de Oro repasaba en unas 60 obras la representación durante aquella época de esta característica del genio artístico.
Punk en el CA2M de Móstoles
El subtítulo de esta exposición que disfrutamos en marzo en el CA2M de Móstoles era claro: Sus Rastros en el Arte Contemporáneo. Nuestro colaborador advertía: quien se acerque a esta exposición no se va a encontrar con una exposición de fotos de la época, portadas de discos míticos, vídeos del mismo orden, reliquias o memorias, “aquí hay Arte Contemporáneo y eso es precisamente lo interesante”. La idea era establecer relaciones, no darse un baño de fetichismo y nostalgia, y se hacía a través de un recorrido no lineal, con todo tipo de materiales y enfoques. “Se trata de hacer ver, no tanto la influencia de la música pop en el arte sino de mostrar cómo, desde hace ya mucho tiempo, diferentes tipos de artes van de la mano, que todo influye en todo”, concluía la reseña.
Fernández Sánchez Castillo en el CA2M de Móstoles
Otra de las exposiciones de esta lista de sobresalientes seleccionada por Costa también estuvo, y de hecho continúa hasta el 28 de febrero, en el CA2M de Móstoles. Una retrospectiva sobre la obra del artista madrileño Fernández Sánchez Castillo (Madrid, 1970). “Uno de esos artistas españoles en lo que se llama media carrera, aquellos que ya tienen tras de sí una trayectoria sólida, que ya están en disposición de presentar ese trabajo como una obra coherente pero que aún no se han convertido en clásicos indiscutibles”, le definía nuestro crítico. Destacaba Síndrome de Guernica, Azor (2012), sobre el ya mítico barco Azor, símbolo de poder estival del Caudillo por la gracia de Dios. Sánchez Castillo, tras su reconstrucción en Burgos con la disparatada idea de convertirlo en hotel temático, lo transformó en obra de arte en forma de un vídeo y de trozos de chapa prensados como en los desguaces.
Jim Campbell en Fundación Telefónica
El Arte de Luz, en nuestra cultura, tiene quizá su representación más espectacular en los rosetones y vidrieras góticas. A lo largo de la Historia del Arte Contemporáneo, se ha demostrado muchas veces el poder de una bombilla, desde el húngaro Laszlo Moholy-Nagy, pasando lastimosamente por los alardes nazis en el Estadio Olímpico de Berlín (1936) o Núremberg (1937) hasta conceptuales de los 70, como Bruce Nauman, Joseph Kosuth o Mario Merz. Lo explicaba Costa. En abril, la Fundación Telefónica acogió una muestra sobre la obra de Jim Campbell (Chicago, 1956). “Solo su trabajo sobre la percepción ya genera un montón de reflexiones, pero si añadimos el saqueo apropiacionista de lo universalmente distribuido (la Red) lo tecnológico deja de proponer simple paradojas llenas de ingenio y pasa a terrenos mucho más emocionales e incluso sociales. Una cosa para ver”, terminaba nuestro experto.
Isaac Julien en Galería Helga de Alvear
En cuarenta años, el vídeo-arte se ha instituido como uno más y cada vez más aceptado dentro del mundo del arte. Durante la feria Arco 2015, en la Galería Helga de Alvear se proyectó Playtime (I y II) de Isaac Julien (Londres, 1960). Era su última obra, un homenaje al gran Jacques Tati, con una duración de más de una hora (67’). “A esto se le llamaba película y en principio estaría fuera del marco temporal con que solemos acudir a una exposición galerística. Se trata de una paradoja típica del medio en relación a las expectativas”, decía Costa. “Es esto lo que se espera del video-arte? Puede que no, que todo sea un poco excesivo y se presente con una prosopeya un poco inadecuada. Pero, siendo interesante esta pregunta, la fundamental para el público potencial sería ¿merece la pena? La respuesta, dependiendo de manías, prisas y juicios precios, podría ser ¿por qué no?”, concluía.
Edvard Munch en el Museo Thyssen
Hasta el 17 de enero, podemos ver en el Thyssen Arquetipos, una muestra sobre Edvard Munch (Loten 1863-1944). Pero eso sí, nuestro colaborador lo dejaba claro desde el principio: esta no es La Gran Exposición de Edvard Munch. Es una Muy Buena Exposición Sobre Edvard Munch. “Desoladora, digámoslo ya. Al visitante se le va cayendo el alma a los pies en cada una de las salas y cuando se llega a la que trata sobre el Amor, que debía ser más alegre, y se encuentra con unos cuadros que parecen de amantes depresivos o agonizantes (cuando no vampíricos, otra obra de Munch muy similar), ya ve difícil levantar cabeza. Es una exposición dura pero intensa, porque así es a veces la vida”, especificaba Costa.