El sonido de la ciudad: ruido, espacio público, fiesta y protesta
El ruido y la ciudad no son en absoluto fenómenos actuales. Según parece, toda urbe se ha visto envuelta en ruido de forma crónica y, todavía más, en tiempos de crisis social. Y es que la ciudad no es el campo, ni siquiera el pueblo. Cabe argüir, en contra de muchas asunciones, que las ciudades de hoy en día son más limpias y en general menos estrepitosas que los numerosos ejemplos históricos de los que disponemos.
Charivaria, una exposición recién inaugurada en el CentroCentro del Ayuntamiento de Madrid, trata de forma muy focalizada sobre el ruido en el espacio público. El tema se investiga en múltiples facetas que incluyen el costumbrismo, la contaminación, las dinámicas revolucionarias, la fiesta…. El ruido, ese sonido en principio molesto pero que en su misma ausencia de estructura parece estar siempre a un paso de transformarse en un elemento de protesta o acusación.
La exposición, comisariada por Andrea Zarza y José Luis Espejo, es amplia, de orden más documental que artístico y contiene todo tipo de materiales, desde ejemplos sonoros hasta textos, fotografías, grabados, o reproducciones de cuadros clásicos.Los comisarios explican que Charivaria puede ser visitada entrando por cualquiera de sus extremos e incluso por el centro. Es una postura inteligente, porque el espacio de la antigua Correos destinado a ella es una galería en el quinto piso que rodea el patio central del edificio. No hay entrada ni salida definidas.
Haciendo de la necesidad virtud, los comisarios explican que según uno u otro recorrido las lecturas pueden ser ligeramente distintas e implícitamente se deja en libertad al visitante, algo raro en un tipo de historias que suelen estar programadas como si se tratara de una narración con planteamiento, nudo y desenlace. No es el caso, Charivaria opera según apartados que unas veces guardan relación explícita entre sí y otras no tanto.
Cuando el sonido se convierte en tradición
Si hubiera que definir un eje conceptual de la exposición, su imagen y su sonido se cristalizarían en el cencerro, que aparece en varios lugares de forma prominente. En uno de los itinerarios posibles, las primeras salas están dedicadas a la cencerrada. Esta era una costumbre del medioevo según la cual los jóvenes de los pueblos o ciudades hacían sonar cencerros ante las ventanas de un viejo que se hubiera casado (peor aún en segundas nupcias) con una mujer más joven.
En esta tradición no solo se usaban cencerros, sino todo tipo de objetos ruidosos como cornetas, zambombas o cacerolas. Además de gritos insultantes. Este tipo de escrache social evolucionó hasta convertirse en las famosas caceroladas políticas, presentes en Argentina y que ya funcionan en medio mundo como expresión de protesta popular, una transformación muy interesante de analizar.
Pero es que el cencerro aparece también como campana de iglesia o como elemento para la ganadería. Así, no solo nos enteramos de las dinámicas del pastoreo, sino de que los cencerros están muy individualizados y muestran una variedad notables. Solo en los destinados a ovejas, existen zumbos apucherados, cencerras pedreras, cencerras largas, piquetas o esquilas, entre otros.
Por supuesto, el cencerro es todavía más interesante porque se da en prácticamente todas las culturas ganaderas. También en las que no los son, como las árticas, donde los perros huskies o los renos suelen llevar campanillas al cuello cuando tiran de un trineo. El ruido sirve como identificación y por lo tanto, de control.
El ruido que desafía al control ya se ha mencionado en las cencerradas, pero se extiende hasta nuestros días en acciones que tuvieron lugar en los años de protestas masivas antiglobalización. O incluso más recientemente, como en las Occupy Wall Street o el 15M español. También, estos días se han escuchado caceroladas en Catalunya o en Murcia. En Charivaria queda claro que el ruido constituye una herramienta política utilizada en todas las latitudes.
Desde rituales festivos hasta música callejera
La exposición también trata sobre el que podría llamarse ruido agresivo del sistema, el cual queda muy claro en uno de los mapas de ruido de Madrid. No obstante, cualquier otra ciudad de mediano tamaño valdría. Así, queda patente que lo políticamente conflictivo del ruido puede tratarse desde múltiples puntos de vista.
Dejando de lado el ruido de las ciudades, como el que se asocia a los coches, a los tubos de escape o a la música amplificada, se habla también de este como acompañante de la fiesta como el carnaval. Para ello, la exposición se remonta hasta las pinturas de Brueghel el Viejo y a su obra El combate entre don Carnal y doña Cuaresma de 1559 (el original sigue en Viena).
Pero también abarca otros rituales festivos, como los Joaldunak de Ituren y Zubieta con los que vuelve a aparecer el tema de los cencerros. Y, por supuesto, menciones a rituales populares atronadores como los Tambores de Calanda.
Charivaria se extiende por instrumentos como la zanfona y los cantos de ciego. Pero también, por las carracas, la música callejera e hiperarmonizada de Moondog, los organillos o el rechazo que todo esto produce a los músicos de oficio. Para ilustrarlo, va de artistas como Hogarth a Goscinny; o de Jean Luc Ferrari a Vagina Dentata Organ.
La exposición trata un tema, el del ruido en el ámbito público y común, de forma exhaustiva. Podría haber hecho excursiones a otros temas relacionados con el ruido, desde su aparición como una actitud en la música a los efectos nocivos que puede tener sobre la vida de las personas. No solo en su volumen, sino en su omnipresencia. Charivaria apenas lo hace más tangencialmente, una decisión que no cierra puertas a otros tratamientos del tema, más bien las abre.
Es una lástima que no vaya a haber catálogo de Charivaria. El presupuesto que el Ayuntamiento dedica a Centro Centro lo hace imposible. De hecho, en la exposición se ha invertido muchísimo más trabajo que dinero. Pero la verdad, hoy en día ya no todo es papel y eldiario.es es una muestra.
La exposición dispone de suficiente información como para poder confeccionar un documento online con todos sus detalles. Bastaría con reunir todos los textos de las salas, negociar los derechos de ilustraciones, y añadir algo de personas que hayan tratado el tema en España, como María Andueza, Xabi Erkizia o Kamen Nedev. Además, al ser digital, tendría la ventaja de poder enlazar directamente con los muchos ejemplos sonoros distribuidos por la muestra.
Charivaria no va ser más importante porque se hayan derribado unos cuantos árboles, pero sí sería importante que los resultados de la investigación y el esfuerzo vertido en ella estuvieran disponibles para todo el mundo como lo que es: una referencia fundamental.