Adaptar animes: la nueva moda para triunfar en Hollywood
Hace años que la industria cinematográfica va detrás de adaptaciones de anime japonés. Aunque para ser sinceros, siempre lo hace con reservas. Lo que funciona en Japón no tiene por qué hacerlo en EEUU, aunque parezca tener todos los ingredientes del éxito. Los inversores se andan con pies de plomo antes de embarcarse en productos millonarios que adapten historias asiáticas.
Uno de esos proyectos malditos es el de Akira, manga escrito y dibujado por Katsuhiro Otomo entre 1982 y 1990, que terminó por convertirse en una de las obras más importantes de la historia del cómic japonés por su triunfo fuera de las fronteras del país. Una biblia ciberpunk de más de dos mil páginas en varios tomos que tuvieron un largometraje dirigido por el autor del original. Una película que se separaba del argumento previo porque se llevó a cabo antes de terminar la publicación del manga. Pues bien, Hollywood lleva desde 2002 intentando estrenar en cines un film de acción basado en Akira.
Casi quince años después, Warner Bros. afirma que Justin Lin está en conversaciones para dirigir la película, con un guión de Marco J. Ramírez, el showrunner de la segunda temporada del Daredevil de Netflix. Esta vez, parece que la major da por terminados varios años de rumores que aseguraban que Christopher Nolan, Jaume Collet-Serra, o incluso George Miller podía haber dirigido el film, que podría haber protagonizado Leonardo DiCaprio. Al final, todo quedaba siempre en agua de borrajas.
Presumiblemente, Justin Lin sería finalmente el elegido. Según Slashfilm, la Warner habría llegado a un acuerdo con el director de las últimas cuatro entregas de Fast & Furious para que se pusiera al mando del proyecto a cambio de producirle Space Jam 2. Se ve que Lin lleva detrás de una secuela de la película de los Looney Tunes, con LeBron James a bordo, desde hace años.
Hollywood parece mirar al mercado asiático para llevar títulos destacados a su propio lenguaje cinematográfico, dentro de los cánones prototípicos del blockbuster norteamericano. Después de tantas sagas, tantas secuelas y tanta nostalgia mercadotecnia, en los próximos años toca asaltar títulos de animación nipona. ¿Por qué no?
Series de éxito, películas de verano
El de Akira no sería el mismo caso pues adapta ya una adaptación, rizando el rizo eterno. Pero sí sería el de otras decisiones que se han llevado a cabo en despachos con vistas a Los Ángeles; adquirir los derechos de series de éxito para hacer productos norteamericanos.
Netflix, el gigante del streaming, compró no hace mucho los derechos de la serie anime Death Note que se estrenará en su plataforma como un largometraje dirigido por Adam Wingard. Se trata de un joven realizador que parece ser la nueva esperanza del terror norteamericano, y que lleva a sus espaldas los éxitos “de culto” Tú eres el siguiente y The Guest. Ahora tiene entre manos la serie OutcastOutcast.
Death Note fue un manga escrito por Tsugumi Ōba e ilustrado por Takeshi Obata, que tuvo anime propio en 2007 y se convirtió en un auténtico fenómeno más allá de mercado japonés. Para llevarlo al formato Netflix, Wingard dirigirá a jóvenes talentos como Nat Wolff, conocido por Ciudades de papel o Margaret Qualley, que hace poco veíamos en Dos buenos tipos. A ambos, se suma el reciente fichaje de Keith Stanfield que interpretaba al rapero Snoop Dogg en Straight Outta Compton. La película, ahora en fase de preproducción, espera poder estrenarse en estas mismas fechas el año que viene.
Otro estudio que va detrás de una serie anime es Lionsgate, responsable de los taquillazos resultantes de adaptar Los Juegos del Hambre o Crepúsculo, que se encuentra negociando la adquisición de los derechos de Naruto. Se trataría de llevar a la gran pantalla un monstruo de alcance mundial que se ha convertido en una de las obras más influyentes del anime del siglo XXI. Escrita y dibujada por Masashi Kishimoto, Naruto empezó a publicarse en 1997, vendiendo más de 200 millones de copias en todo el mundo. El anime emitió su primer episodio en 2002 y tuvo una secuela llamada Naruto Shippuden desarrollada a partir de 2007, con un éxito mundial que admite muy pocas comparaciones a día de hoy.
Lionsgate, según contaba Variety, apuesta por que su adaptación norteamericana sea dirigida por un especialista en efectos digitales llamado Michael Gracey. Se espera, si todo llega a buen puerto, que la película resultante sea un blockbuster dispuesto a arrasar en taquilla entre el público adolescente (o no tanto) de todo el mundo.
Whitewashing y otros males
WhitewashingNo sólo de éxitos contemporáneos se nutre el cine americano: en las manos de sus estudios están los estrenos, y esperables éxitos comerciales, de clásicos de los noventa como Ghost in the shell y Alita:Ángel de combate. Aunque incluso estos parecen venir con dificultades aparejadas a sus intenciones. La primera, es la adaptación cuyo estreno nos queda más cerca, en marzo del año que viene, y que ya viene con polémica de whitewashing bajo el brazo.
El whitewashing es una práctica que consiste en sustituir por actores de raza blanca personajes originales de cualquier otra de etnia. En este caso, el personaje de Scarlett Johansson es el de la agente de policía cyborg Kusanagi, para el que sonó el nombre de Rinko Kikuchi. Pero parece ser que un blockbuster de proporciones millonarias con un público objetivo norteamericano fuese protagonizado por una actriz japonesa, era demasiado para las cabezas pensantes del box office.
La segunda también ha empezado a crear revuelo por la combinación de nombres que están detrás de su traslación. Alita: Ángel de combate era un proyecto que tenía sobre él la alargada sombra de James Cameron. Ahora resulta que, finalmente, el rey midas ejercerá sólo de productor en una película dirigida por Robert Rodríguez. La presencia del director de Machete, Machete Kills y Machete Kills in Space, podría darle un cariz a la película de la que los fans del original renieguen.
La responsabilidad de ambas es comprobar si las adaptaciones de anime japonés al cine funcionan bien, y si estas abrirán la puerta a nuevas adquisiciones. Porque aún pesa demasiado el recuerdo de los estrepitosos fracasos de Dragon Ball Evolution o Astroboy. Pesa y duele, a decir verdad.