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Makoto Shinkai: la importancia de no llamarse Miyazaki

El director Makoto Shinkai

Álvaro Macías

Makoto Shinkai parece que ha vivido la juventud varias veces. Sólo así se explicaría, no ya su fijación por historias que conciernen a adolescentes, sino ese axioma suyo de dotarlos de varias capas permeables de sentimientos, con mucho detalle de sombra, con retazos de humanidad palpable, casi como un dibujo. O viceversa.

El director japonés de animación tiene 44 años, nació en la prefectura de Nagano (y dice que ahí le alcanzó el amor por los gatos) y se siente continuamente influenciado, como si observaran su trabajo por encima del hombro, por los escritores Haruki Murakami y Ray Bradbury. Pero el último dato que se sabe de él es el que ha hecho que todas las miradas le sitúen con el sobrenombre de 'El nuevo Hayao Miyazaki'. Y es un bautizo que él no ha pedido, sólo le ha venido dado: su quinta y última cinta, Your name (Kimi no na wa en su título original) es la película de animación que más ha recaudado en la historia de Japón, superando, claro, a El viaje de Chihiro, si acaso la antonomasia del cine del Studio Ghibli -quizá no la mejor-.

Presentada en la última edición del Festival de San Sebastián, la película se estrena ahora en nuestra cartelera. Narra el intercambio de cuerpos entre un chico y una chica sin motivo aparente. El vínculo órfico entre ellos dos, además, les hará descubrir que la distancia es tal vez un reloj detenido, pues toda desgracia -el realizador admitió que Fukushima estaba en su memoria- posee la otra cara de la moneda reservada a quien la ha visto de frente y la ha sobrevivido para aprender de ella.

Sin embargo, repasar la filmografía de Makoto Shinkai es ver que Your name es un punto de encuentro de toda su obra anterior, una plaza pública de sus obsesiones, certificar que ha venido trotando los mismos caminos para llegar a esta película. Your name aúna, a la manera de algunos otros sumun del cine de grandes directores, todo aquello que hará que Shinkai deje de ser una promesa para ser en su mismo nombre un reclamo. Como cierto señor con barba que responde al nombre de Hayao.

Tradición pero vanguardia... y al revés

Aunque anclado en las costumbres japonesas ancestrales -esas que todo aquel que admira Japón quiere ir a ver-, Makoto Shinkai ha congregado en su cine la modernidad más innegociable. De esta forma, smartphones comparten planos con santuarios Shinto, la gastronomía de cerámica humea en su cine como también lo hacen las pistolas o los altos rascacielos acogen un pequeño vergel edénico donde un chico de 15 años sueña con diseñar y hacer sus propios zapatos.

Esa era la premisa de El jardín de las palabras. La anterior película (mediometraje en todo caso) del realizador y acaso de la que menos bebe Your Name, está producida por Norikata Kawaguchi, quien ha acompañado a Shinkai en cada uno de sus cinco pasos correctos.

Una historia de amor alumno-maestra basada en el diálogo tranquilo, en la delicadeza de los pies femeninos bajo la lluvia (constante, casi parece el filme un estudio de su caída), en cierto entender el enamoramiento como una erosión lenta. La película tiene ahínco en condensar el tiempo, prensarlo hasta hacer de las estaciones apenas unos meses sencillos.

Claves que, como un círculo, también estaban en 5 centímetros por segundo, su segunda película, cuyo título es, de por sí, la metáfora oriental de un enamorado de su tierra: esa es la velocidad a la que caen los pétalos de la flor del cerezo. La película narra tres historias con un común protagonista que derivan en finales quizá amargos pero muy limpios, desmontado esa mitología de que los animes de amor siempre acaban como se supone que acaban las películas.

En ella también se radicaliza cierto sustento de Your name. El paso del tiempo es detallado con largas dilataciones de momentos comunes, elipsis con el significado hondo de hacer entender al espectador una empatía formal: saber qué piensa cada personaje por un gesto casi mínimo de actor de papel.

Casi en eso va consistiendo el trabajo de Makoto Shinkai. En estas veces van cobrando una importancia suprema el detallismo casi vicioso de sus planos, que dejan grandes vacíos de personajes o van llenando la pantalla de sus rostros para precisamente acercar o alejar a quien lo está viendo, para decirle cuándo puede y cuándo no debe ser partícipe del amor y de la historia de otros.

Donde los trenes y los gatos

Precisamente esa medida quirúrgica del desplazamiento también tiene su sinónimo en pantalla. Shinkai no permite que en sus películas no aparezcan trenes. En todas y cada una de ellas, como una manía persecutoria pero al contrario, el director ve en los tranvías, metros y trenes bala un horizonte donde orientar el rumbo.

Si tanto en el primer segmento y último plano de 5 centímetros por segundo como esporádicamente en El jardín de las palabras el coprotagonismo de los trenes es una certeza, su película más utópica, Viaje a Agartha, posee su primer punto de giro en las vías de uno de ellos. Un enfrentamiento con un Quetzal Coatl (dios azteca) será lo que lleve a la protagonista a vivir una buddy movie con un profesor y un chico autóctono en un mundo de dioses y monstruos.

La más similar a Studio Ghibli de sus películas, Viaje a Agartha peca de excesiva, de ser su propia hipérbole, como intuyendo que su pulso no es ese. Preciosista en cada imagen, eso sí, la ciencia-ficción al extremo no sienta a Shinkai en el trono que le busca, algo que ha sabido ponderar mejor en Your name, cuya vertiente onírica recuerda más al Mizoguchi de Cuentos de la luna pálida de agosto o, sí, al Murakami más íntimo.

A pesar de que hay ciertos visos que ya permiten ver en su tercera película lo que será la última: un cráter como lugar vacío que llenar con el anhelo o una joven protagonista femenina a punto de descubrirse como mujer, en su propio costumbrismo, y que el director muestra con el bajo tiro de cámara tradicionalmente nipón, similar al que Hirozaku Koreeda usa con tino en, por ejemplo, Nuestra hermana pequeña.

Cerrar y cuadrar el círculo

Pero si hay una película de Makoto Shinkai que se parezca a Your name esa es su primera cinta, El lugar que nos prometimos.

En ella confluían una historia de amor basada en un momento detenido, el transporte como punto de encuentro, la ciencia ficción sutil del cambio nimio en la realidad, el justo para ser capaz como espectador de entender cada sentimiento.

Amén, sí, del resto de inquietudes de Shinkai, como una mezcolanza de sus pasiones bien hilvanadas: Murakami, Bradbury, cráteres, modernidad y tradición, gastronomía o pistolas, del cine de Mizoguchi con Koreeda, dilatación del tiempo, trenes, gatos, anhelos y el detallismo de quien quiere reivindicarse en cualquier sombra.

El lugar que nos prometimos dialoga como un espejo de Your name con sus mismas señas de identidad, como el círculo que se cierra para dar lugar a una nueva etapa: ambas poseen una vertical que cruza el cielo (una torre en el primer caso, un cometa en el segundo), una canción que certifica el final de un viaje, una promesa que cumplir y que queda en la memoria sin el virus del olvido y dos jóvenes que son almas gemelas, como en las buenas mitologías.

Makoto Shinkai es un nombre que ha llegado para quedarse porque cada trazo que ha dibujado le ha dirigido a lo que ahora le espera. Y que ya está aquí.

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