'Colossal' y Vigalondo dejan ebrio e impresionado al público de San Sebastián
El tiempo da un respiro en Donostia y las estrellas siguen llegando. A estrellas nacionales como Javier Bardem, Leonor Watling, Jordi Mollà y Aitana Sánchez Gijón, se suman nombres como Paul Verhoeven e Isabelle Huppert, que vienen a presentar Elle, de la que ya hablamos ayer.
Los flashes de los fotógrafos siguen sin parar y mientras, ajena al barullo, la Sección Oficial sigue ofreciendo pequeñas sorpresas, grandes decepciones y alguna joya. La edición sigue su curso sin saber muy bien por dónde van a ir los tiros premiados. Lo que sí se sabe es que la candidata con mayor respaldo popular al Premio del Público de este año es, por el momento, My life as a Courgette, una película de animación suiza que ha conseguido conquistar a más de un corazón. Aunque es imposible cantar victoria ahora, pues el festival aun no ha llegado ni a la mitad.
Queda mucho por descubrir pero lo que se ha visto a competición ya se le puede tomar el pulso a una Sección Oficial más bien tibia. Hoy, hemos visto tres títulos de la misma y así nos ha ido.
Jätten (The Giant), la buena intención deforme
Jätten (The Giant)A veces, pasa en todos los festivales, se cuelan a batirse por los premios más grandes títulos que no se sabe muy bien cómo han llegado hasta dónde han llegado. Es el caso de Jätten (The Giant), una película sueca con toques fantásticos que parece salida de la nada. Un título que no carece de interés y que sin embargo muchos verán absolutamente fuera de lugar en una Sección Oficial de un festival de clase A.
Pero qué se le va a hacer, el trabajo de seleccionador no es fácil y es absolutamente desagradecido: en la sombra ellos eligen lo que entra y lo que queda fuera, tragando muchas veces bocados difíciles. Aunque si hablamos del filme que nos ocupa, lo cierto es que no se trata de una elección terrible: la película cumple casi todo lo que se propone porque se sabe honesta, y eso juega a su favor.
Es fácil conectar con sus desgraciados protagonistas y con su ínfima esperanza de ganar un campeonato de petanca como objetivo vital. Un motor dramático tan minúsculo como triste, que tira de un carro cuyo avance resulta irregular pero cómodo. En Jätten (The Giant), se dan la mano temáticas tan variadas como la inclusión social de personas con discapacidad como asignatura pendiente, el aspecto físico como posible limitador psicológico y la petanca como deporte filosófico. En el fondo, no es más que una historia de amor: de amistades y fraternidades difíciles pero necesarias.
Lady Macbeth y ceder a la presión
Lady MacbethPuede parecer que siendo un drama de época, británico, y con un gran Macbeth en el título estemos ante otra adaptación sui géneris shakespereana más. Pero sorprende, para bien, descubrir que Lady Macbeth no es tal. Se trata de una película basada en la ópera Lady Macbeth de Mtsensk de Dmitri Shostakóvich. En ella, una mujer insatisfecha con su marido, se enamora de un sirviente con el que satisface sus deseos no sólo carnales sino también de poder.
En la película, la tarea de interpretarla recae sobre los hombres de la joven Florence Pugh, que compone un personaje poderoso y con un carisma desbordante. Algo que es de agradecer en un filme que se desinfla a medida que se desarrolla por culpa de caer en la repetición y en el subrayado.
No obstante, el talento de William Oldroyd detrás de las cámaras se descubre de manera aislada: pequeños satélites narrativos que componen un retrato sobrecogedor. Su acertado retrato de la violencia interior que termina por ser exterior por pura presión, en este caso de un sometimiento total de la mujer en una sociedad profundamente machista, contrasta con la vaga sensación de poca sorpresa del conjunto.
Colossal, Vigalondo vuelve a mirar al abismo y sonríe
ColossalParece que Nacho Vigalondo es incapaz de dejar jugar con fuego: las premisas de sus películas son cada vez más arriesgadas y están un paso más cerca del abismo del absurdo. Sin embargo, el director de Extraterrestre y Los Cronocrímenes sigue sorprendiendo y cumpliendo con lo que se propone con soltura. Colossal es un filme que, contado a cualquiera, puede parecer una ocurrencia sin más. Pero puede que su arranque no sea más que la excusa para algo mayor, más profundo.
La historia: una joven decide empezar una nueva vida en su ciudad natal, lejos de Nueva York. Una vez allí, y después de severas borracheras, se entera de que un lagarto gigante está destruyendo la ciudad de Seúl. Poco a poco, Gloria se va dando cuenta de que está conectada de forma extraña con estos acontecimientos.
Colossal es más que una concepción mínima del kaijū eiga y más que una comedia sobre la crisis de los treinta. Sin dejar de ser un retrato generacional, recorren su desarrollo lecturas interesantísimas sobre la violencia psicológica, la incesante búsqueda de vicios para tapar vacíos, y la monstruosidad como concepto. La que mide sesenta metros, destruye edificios y aplasta personas, sí, pero también la que va por dentro y nos reconcome, la que convierte al cordero en lobo y al lobo en buitre. No exageramos si decimos que, tal vez, estemos ante la película más madura y conseguida de uno de los talentos más originales de nuestro cine.