Una abuela lesbiana te explica el feminismo
En 1999, Jason Biggs se masturbó con una tarta de manzana. Aquella escena se convirtió en un referente generacional con el que se identificaban todos los adolescentes ansiosos por perder la virginidad. La película de Paul Weitz no está entre las tres comedias juveniles más taquilleras de la historia, pero sí es una de las más influyentes: recupera el tono canalla de títulos ochenteros, utiliza Internet como mofa y vehículo indispensable hacia el onanismo -adiós cintas VHS, hola webcam- y todo bajo el ritmo soleado y fiestero de Blink-182. American Pie marcó una época. Pero no ha envejecido bien.
Hoy American Pie nos parece machista. Ya no hace tanta gracia. Las chicas de la película se mantienen siempre fuera de la historia, lo importante es que ellos culminen su pacto sexual. Ellas están marginadas o si no, glorificadas. Pero lejos. Esta misma línea la siguieron casi todos los títulos del Hollywood clásico, citando a Pastora Campos “el hombre actúa, controla los sentimientos, hace que las cosas ocurran; la mujer es un elemento pasivo, decorativo. Por eso el espectador elije siempre el héroe como objeto de identificación y la heroína como objeto de goce”. Casablanca, por ejemplo, es una película que sigue a rajatabla estos dogmas, pero la perdonamos porque era otra época y a nosotros nos concierne la lucha por la igualdad que se libra en la actualidad, no la de hace 60 años.
Pero American Pie nos pilla más cerca, y los adolescentes que se sintieron tan identificados en su día con las aventuras de Stifler y sus colegas hoy podrían estar cayendo en esas fórmulas postmachistas que Barbijaputa critica todos los días en artículos como éste. Por eso es tan importante que precisamente sea Paul Weitz el director que esté detrás de Grandma, un filme muy inteligente, muy gracioso, muy sentimental y también muy feminista.
Resucitar a la actriz fetiche de Robert Altman
Según ha contado el propio Weitz en alguna entrevista, hacía años que tenía la historia de esta road movie en la que una abuela lesbiana en plena crisis sentimental decide ayudar a su nieta a conseguir el dinero necesario para que ésta aborte. Un día, el director se encontró con Lily Tomlin y de paso con la protagonista perfecta para su película, escribió el guión rápido, decidido tras una inspiración rabiosa y se lo dio a Lily como una especie de ofrenda: “He escrito esto para ti”, le dijo a la actriz.
Lo siguiente fue un rodaje de 19 días en Los Angeles con un presupuesto muy recortado y una generosa protagonista que llevaba su propia ropa y que además conducía su propio coche, un Dodge Royal Lancer de 1955. En cierta forma la película es un choque entre tres generaciones, Tomlin interpreta a la abuela liberal y un poco excéntrica, Marcia Gay Harden es la ocupadísima hija y madre soltera con éxito pero sin tiempo y por último está la nieta, una Julia Garner que funciona como nexo, una adolescente encantadora y tímida con un gran problema. Y todas están muy bien, pero lo de Lily es de otro mundo.
El espectador sólo querrá verla a ella, escucharla a ella, Elle, que así se llama su personaje, devora la película. Es su primer protagonista en 27 años y lo exprime. Esta actriz que comenzó a hacer comedia en clubs nocturnos durante los 60 tuvo su propio show en televisión antes incluso de que existiera Saturday Night Live. Su humor era retorcido (en el mejor sentido) y crítico y por supuesto se metía mucho con los hombres: “Creo que el hombre empezó a caminar sobre dos piernas para dejar sus manos libres y poder masturbarse”, este es uno de sus chistes.
Robert Altman la convirtió en su actriz fetiche y con su primera colaboración, Nashville, fue nominada al Oscar. Repitieron en El juego de Hollywood, Vidas cruzadas y El último show. Nunca ocultó su homosexualidad pero tampoco hizo lo contrario, sencillamente nunca le preguntaron. Y así entre la escritura de algún guion como el de La increíble mujer menguante de Joel Schumacher y papeles casi siempre de cierta irreverencia, Lily Tomlin, a sus 76 años, ha conseguido un personaje pensado sólo para ella. Elle tiene mucho de Lily, es una fuerza de la naturaleza, divertida, nostálgica y cabreada. Puede que aquí esté su segunda nominación al Oscar.
El feminismo que viene del hombre
Grandma tiene muy marcado el estigma del cine indie, los reflejos de luz que atraviesan la cámara, una banda sonora tenue y envenenada de sentimentalismo y un argumento previsible con una redención final heredada de las películas de Frank Capra. Pero da igual, porque los diálogos son brillantes, porque el ritmo del filme es el adecuado y Wetiz utiliza con elegancia a unos secundarios que aparecen y desaparecen para desvelar los secretos del personaje principal. Elle está tan bien construida que probablemente represente a la abuela que toda y todo feminista quisiera tener.
Volviendo al ensayo El cine feminista y el cine de temática feminista de Pastora Campos, las mujeres sentirán placer “al identificarse con un personaje femenino fuerte e independiente, que es capaz de controlar el progreso de la narración y los acontecimientos de la ficción para llegar a una solución en la que se erija como ”vencedora“, y cuya condición de mujer haya sido el elemento fundamental de su victoria”. Esta es la clave de Grandma, donde se tocan temas como la liberación sexual de la mujer, el aborto, el éxito, sus responsabilidades sociales y su lugar fuera de los antiguos estereotipos familiares.
Es todo un éxito que sea Weitz, el director de Amercian Pie, el que esté detrás de esta historia de mujeres donde dos hombres también tienen un papel, ojo, aunque uno sea un idiota y otro simplemente esté herido. Sin embargo, algo falla, algo casi imperceptible que nos hace reflexionar si todavía es demasiado pronto para que sea un hombre el que se meta en la psique de una mujer. ¿Es necesario que las tres protagonistas sean mujeres con un desorden sentimental tan extremo? ¿Existen mujeres tan extravagantes? Un par de sospechas mínimas si tenemos en cuenta que el gran triunfo de Weitz ha sido resucitar a la nueva abanderada del feminismo, Lily Tomlin.