Tres décadas viajando en el tiempo
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Periódicamente, como sucede con todos los clásicos, vivimos una revitalización de Regreso al Futuro. Cada equis tiempo, preferiblemente coincidiendo con aniversarios redondos (la caja metálica con los DVDs del 25 aniversario se cotiza a más de 800 euros), las películas se reeditan en ediciones cada vez más lujosas y repletas de extras, se reestrenan en cines y se siguen averiguando detalles sobre una trilogía que parece no haber envejecido ni un ápice.
Como con los grandes títulos del cine comercial de aquella época pre-internáutica donde los estrenos veraniegos eran sagrados y permeaban en las modas y taquilla del resto del año (Star Wars, los Indiana Jones, ET, Terminator, Aliens de todo pelaje...), el respeto que se tiene por Regreso al Futuro y su legado permanece impoluto. Es, quizás, la película comercial de los 80 más redonda: comercial pero inteligente, con subtexto pero abiertamente divertida y trepidante, localista al estilo Hollywood pero capaz de epatar a un público internacional sin problemas. Y como otro gran clásico de la época, Gremlins, llena de aristas, matices y capas que nos permiten volver una y otra vez sobre ella, porque siempre hay un diálogo inteligente o un giro de guion que despierta nueva admiración. Y eso sucede aún 30 años después de su estreno (por cierto: en una pirueta metalingüística afín a esa complejidad, hoy se celebra el aniversario de Regreso al futuro, pero la película se estrenó un 3 de julio; el miércoles 21 de octubre de 2015 es la fecha en la que Marty McFly y Doc Brown llegan al futuro en Regreso al Futuro II... que se estrenó en 1989).
La mención a Gremlins no es casual. Esa producción de Steven Spielberg plantó un par de picas en el Flandes hollywoodiense que conviene destacar. Por un lado, solo un año antes, Spielberg dirigió y produjo respectivamente Indiana Jones y el Templo Maldito y Gremlins. La inesperada violencia y tono siniestro de ambas puso nerviosa a la junta de calificación por edades estadounidense, que no encontraba un término intermedio y apropiado para ambas películas entre PG (menores de 10 años acompañados) y R (para adultos), lo que llevó a la creación, por sugerencia del poderoso Spielberg, de PG-13 (menores de 13 años acompañados). Por supuesto, Regreso al futuro, con su atmósfera colorista y sus idílicos años 50 (temática incestuosa aparte), no tiene ese mencionado tono siniestro, pero sí forma parte de una transformación del blockbuster veraniego de productos para niños en algo más orientado a adolescentes, con sus dosis suaves de violencia y palabrotas. Estamos en el germen del blockbuster maduro, algo en lo que sin duda, el productor de Regreso al futuro -Steven Spielberg- y el director -Robert Zemeckis- tienen mucho que decir.
Hay otro aspecto, íntimamente ligado a esa nueva configuración del blockbuster a mediados de los ochenta, que enlaza a Regreso del Futuro con Gremlins: su mezcla de géneros. Gremlins es una película de vampiros de peluche y a la vez una comedia juvenil y cine navideño canónico. Regreso al futuro es una comedia generacional, pero también ciencia-ficción en estado más o menos puro: nunca antes el concepto (hasta entonces muy literario) del viaje en el tiempo se había plasmado de esta forma en una película mainstream. Por supuesto, había habido viajes en el tiempo en el cine anteriormente: de la fundacional El tiempo en sus manos a El planeta de los simios, pasando por interesantes aportaciones al tema como Los pasajeros del tiempo. Pero en casi todos los casos (desde luego, en ninguno con el increíble éxito de Regreso al futuro), los viajes en el tiempo son simplemente eso, viajes: alguien va al futuro o al pasado, tiene allí una serie de aventuras, y luego vuelve a su tiempo (o no). Pero las paradojas de cierta complejidad de la película de Zemeckis (Marty tiene que conseguir que sus padres se enamoren y así poder nacer... cuidando de que su propia madre no se enamore de él) no habían germinado nunca de esta forma en el cine comercial. Lo que ocasionó algunos de sus primeros problemas a una película con una preproducción turbulenta.
Donde vamos no se necesitan carreteras
Cuando Robert Zemeckis y Bob Gale, guionistas de la película, empezaron a pasear su guion por todos los estudios de Hollywood a los que tenían acceso, se encontraban siempre con la misma respuesta antecediendo a un portazo en las narices: “Es una película de viajes en el tiempo, nunca dan dinero”. También se encontraron en una buena cantidad de ocasiones con la queja de que era una película demasiado blanca y familiar, y los estudios por entonces buscaban un humor más basto, estilo Porky's. Cuenta el propio Gale que cuando la enésima productora les dijo “¿Por qué no lo lleváis a Disney?” así lo hicieron, y allí les dijeron que si estaban locos: la película sugería que la madre del protagonista se quería acostar con su propio hijo. Era demasiado para Disney.
Finalmente, la suerte se tornó en favor de los dos guionistas: Steven Spielberg, amigo personal de ambos, se ofreció a producirla y dirigirla (en lo que Zemeckis y Gale temieron que podía ser el primer fracaso comercial de la meteórica carrera de su amigo). La situación cambió cuando Zemeckis consiguió su primer gran éxito: Tras el corazón verde, paradójicamente una explotación de las aventuras de Indiana Jones. Spielberg pudo limitarse a producir y Zemeckis contó con el apoyo de Universal (a través de la Amblin de Spielberg) para financiar la película.
A partir de ahí, un rodaje no especialmente atribulado, pero con el suficiente suministro de anécdotas como para seguir generando contenido extra de DVDs y carnaza para fans tres décadas después. Quizás la más conocida sea la sustitución del primer Marty McFly, Eric Stolz (Máscara, Pulp Fiction) por Michael J. Fox. Llegaron a rodarse escenas en el famoso parking donde Doc y Marty prueban por primera vez el Delorean, y hay imágenes que atestiguan la presencia de Stolz. Al parecer, sin embargo, le estaba imprimiendo al personaje una gravedad completamente carente de humor que no iba con el tono de la película. Cuando fue sustituido por Michael J. Fox, entonces famoso por la sitcom Enredos de familia, este tuvo que adaptar su horario de rodaje: de 9 a 6 interpretaba a su personaje en la serie de televisión, y desde entonces a las dos de la madrugada, rodaba Regreso al futuro.
No fue el único cambio que experimentó la producción sobre la marcha: la máquina del tiempo era en los primeros borradores de guion una cámara estática que Doc transportaba de un lado a otro en su furgoneta. Para ponerla en funcionamiento había que desencadenar una explosión nuclear, y solo la cámara resistía la explosión (lo que nos lleva a un curioso paralelismo con la maravillosa e incomprendida secuencia del hongo atómico de Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal). Finalmente, se optó por la sensacional idea (y que ha acabado convirtiéndose en uno de los iconos indisociables a la película) del DeLorean: una máquina del tiempo con ruedas. El DeLorean DMC-12, por cierto, nunca fue un vehículo especialmente popular: el único modelo que produjo la DeLorean Motor Company. Pero con el paso del tiempo se ha convertido en todo un caramelo para tuneadores y coleccionistas. Gale llegó a financiar mediante crowdfunding la restauración de uno de los DeLorean originales de la película.
Si vas a viajar al pasado, hazlo con estilo
La principal influencia que hoy día queda de Regreso al futuro es, sin duda, de estilo: no solo fundó un tipo de película veraniega y familiar que se podía permitir ser inteligente, sino que facilitó la introducción en el imaginario pop de una ciencia-ficción juvenil (explotada en producciones como La mujer explosiva, ese mismo año) y alejada de las fanfarrias space-operísticas de George Lucas. Pero su legado se advierte también en detalles diabólicos, como que Internet lleve obsesionada desde hace años con celebrar (erróneamente) el día de la llegada de Marty McFly al futuro, o en la misma estructura de trilogía de las tres películas originales. Hoy día es ridículo pensar en un blockbuster descomunal que no esté estructurado en formato de trilogía, pero en su día este formato hizo que más de un espectador se rascara la cabeza ante la continuidad rampante de la segunda y tercera entrega. Por mucho que funcionara como un homenaje a los seriales de aventuras de antaño del mismo modo que lo hacen las películas de Indiana Jones, esos recopilatorios de cliffhangers mayúsculos.
Consideraciones industriales aparte, muchos elementos de la trama de Regreso al futuro impactaron en el subconsciente colectivo de la generación de los 80. Por ejemplo, el skateboard volvió a ponerse de moda: era una moda que se había apagado tras la explosión de los 70, y Regreso al Futuro hizo que volviera a ser cool subirse a una tabla con ruedas. Por supuesto, ese elemento se maximizó en la segunda entrega, con la invención del hoverboard, la tabla flotante que, como las zapatillas Nike autorregulables y la cazadora que se ajusta y seca sola, forman parte de los muchos elementos del 2015 ficticio que los fans llevan años pidiendo que se fabriquen en el mundo real. Más como maniobra publicitaria que como intento real de comercializarlas, Nike fabricó en 2011 una tirada limitadísima de las zapatillas de Marty y Pepsi ha lanzado una simpática edición de la bebida de la película, Pepsi Perfect, que podrá conseguirse a lo largo de 2015. Como dice el spot, “el futuro es ahora”. Literalmente: estamos en 2015.
Regreso al futuro, como tantos clásicos de la cultura pop, ha llegado a introducirse de forma muy sutil en algunas de nuestras percepciones. Por ejemplo, no somos capaces de concebir un viaje en el tiempo real sin hacernos preguntas (hipotéticas) sobre las paradojas que implicaría o sobre si vamos a encontrarnos con algún problema tipo “Yo mi abuelo soy”. Pero a un nivel más pedrestre, Regreso al futuro es una de las primeras películas que reivindican al nerd como un personaje positivo: un puro hijo de los 80 en lo que a cultura popular se refiere, encontró una personificación icónica en la figura de Crispin Glover, que dio vida al padre de Marty. En perpetuo estado de abuso por el bully de turno, el padre de Marty se convierte en el abusador cuando Marty consigue cambiar el pasado, en una de las moralejas más extrañas del cine comercial de la época. Esta figura del nerd triunfante tiene un precedente en La revancha de los novatos, solo un año anterior, con lo que Glover predice (en una época pre-Internet) la actual glorificación del prototipo gracias a producciones como Big Bang Theory.
Tres décadas después de su estreno, Regreso al futuro sigue fresca y generando discusión, celebración y, por supuesto, teorías conspiratorias. Se han creado videojuegos, una olvidada serie de animación y, significativamente, ninguna amenaza más allá de algún rumor puntual de futuras secuelas (imposibles debido al delicado estado de salud de Michael J. Fox) o reboots. Posiblemente, la trilogía de Regreso al Futuro permanezca siempre intacta y respetada: así es como se conservan los clásicos.