No habrá rebaja del IVA para el cine
“Ya hemos bajado el de las obras de arte. Estamos trabajando en el resto –dijo Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda, hace sólo dos días a Expansión–. Estamos preparando esa reforma fiscal de la cultura, pero nos tienen que dejar trabajar”. Entonces se dijo que el Ministerio estaba en conversación con los diferentes grupos interesados de la industria cultural para negociar los detalles. Pero si había optimistas que esperaban que la gala de los Goya trajera al negocio la misma rebaja que ha recibido ARCO, tendrán que guardar el champán. Lo que viene no son rebajas sino deducciones fiscales.
Esto no es noticia; Montoro ya había adelantado que su plan para el cine era ofrecer incentivos en el Impuesto sobre Sociedades, y no rebajas en el IVA. Pero el extraño precedente de ARCO, que parece una medida tomada in extremis para salvar una feria a la que no le quedan muchas vidas, ha agitado la esperanza del gremio, que seguirá mañana el Consejo de Ministros con especial atención. “Todo el mundo entiende que esta medida se adelanta por la proximidad de ARCO y su importancia para la llamada 'marca España' -decía hace unos días la Unión de Actores. - Lástima que este Gobierno siga pensando en la cultura como evento puntual y no como tejido social”.
Según Vozpópuli, el argumento del Ministerio es que una rebaja del IVA cultural tan sólo representaría unos 80 céntimos del coste de una entrada de cine, lo que beneficiaría sobre todo a los grandes estudios de Hollywood. Además de ser un non sequitur sin pies ni cabeza, tanto el cálculo como la conclusión son tramposos. Con una entrada de 9 euros (la media nacional), el 21% correspondiente de IVA asciende a 1,89 euros, mientras que el 10% de un IVA rebajado serían 0,9. La diferencia para el espectador son 99 céntimos, una cantidad nada desdeñable para un país castigado por la crisis.
Al revés del resto de Europa
Además, una rebaja de un euro en las entradas beneficiará a todos: a las productoras -grandes y pequeñas-, a las salas y a los espectadores, como viene de mostrando la rebaja experimental de la Fiesta del Cine. Otra cosa es que las grandes producciones como Gravity generen más expectación que las películas como La gran familia, pero ese problema no se soluciona imponiendo más del doble de recaudación que en otros países de la Unión Europea con mayor proyección cinematográfica.
En Alemania es un 11%, en Italia un 10% y Francia se ha comprometido a bajarlo este año del 7 al 5%. Pero, en los países donde las productoras locales cuentan con el apoyo institucional, incluyendo reducciones fiscales, las producciones nacionales tienen otro impacto en taquilla. El ejemplo danés es particularmente representativo: un país de cinco millones y medio de habitantes donde la producción local supera el 22% del mercado. El Estado financia una media de 25 películas y 30 documentales al año.
No es casualidad que Dinamarca sea una habitual en todos los grandes festivales cinematográficos o que compita por el Oscar a la mejor película extranjera o que sus producciones para televisión (The Killing, Borgen, The Bridge, The Legacy) hayan enganchado sin remedio al resto del mundo occidental. El Gobierno danés prefiere subir los impuestos a otras industrias, como las grasas saturadas o el 61% que anunció hace unos meses para 11 compañías petrolíferas que explotan el fondo del Mar del Norte.
Las deducciones que sugiere Montoro son más bien incentivos fiscales para productores (ahora de un 18%) e inversores privados (que sólo pueden descontar el 5%). La idea es que, con esta especie de rebaja indirecta, el gasto de producción de películas sea menor y más atractivo para los inversores. El Ministerio descarga sobre la industria la responsabilidad última de bajar el precio de las entradas, un movimiento que, de llegar a verse, sería como muy pronto a partir de mediados de 2015.