Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
16 grandes ciudades no están en el sistema VioGén
El Gobierno estudia excluir a los ultraderechistas de la acusación popular
OPINIÓN | 'Este año tampoco', por Antón Losada

Que la verdad sobre Amanda Knox no te estropee un titular machista

Amanda Knox

Mónica Zas Marcos

Los alicientes que llevan al público a ver Amanda Knox son los mismos por los que la prensa sensacionalista tuvo una tirada millonaria en 2007. Netflix utiliza el morbo por el whodunit para revisar el caso del crimen de Perugia desde una perspectiva inédita. Puede incluso que sea radicalmente opuesta a la de hace diez años. Su nueva película pone la miel en los labios de los curiosos para, poco después, disparar con bala sobre los que habían salido indemnes la primera vez.

El objetivo ya no es Raffaelle Sollecito o el convicto Rudy Guede, ni siquiera la joven misteriosa que da título al documental y que fue encarcelada de forma injustificada. La cruz cae ahora sobre aquellos medios que contaminaron la opinión pública con titulares machistas, y en la caótica investigación que prefirió decorar la falta de pruebas con fantasía (sexual, en concreto). Para eso, los directores Rod Blackhurst y Brian McGinn han conseguido los suficientes testimonios para apartarse a un lado y dejar a los protagonistas cavar su propia tumba.

“Si soy culpable, soy el ser más temible que existe, pero si soy inocente, significa que todos somos vulnerables”, dice una voz femenina, mientras que la pantalla muestra una grabación real con paredes, suelo y bártulos cubiertos de sangre. Amanda Knox, más adulta y guionizada que hace ocho años, mira fijamente a cámara para llamar otra vez nuestra atención. “O soy un lobo con piel de cordero, o soy como tú”.

Y ese quiere decir cualquiera que se vea involucrado de la noche a la mañana en un crimen que no cometió. En Halloween de 2007, la estudiante británica Meredith Kercher apareció brutalmente apuñalada en su casa de intercambio en Perugia. El primer testigo de la escena fue su compañera de piso, una norteamericana de 20 años que había pasado la noche en casa de su novio italiano, Raffaele Sollecito.

Tan pronto como los fotógrafos llegaron al domicilio, todos los objetivos se centraron en esta joven rubia de ojos claros que, según los “expertos”, representaba la frialdad del mismo demonio. Desde ahí se suceden extraños cambios de declaraciones, sentencias contradictorias, pruebas chapuceras y bramidos desde la prensa para pedir la cabeza de Amanda Knox. Y la tuvieron en primera instancia.

Knox fue condenada por asesinato más tarde en 2007 y pasó cuatro años en prisión. Durante este tiempo, las pruebas de ADN incriminaron a un tercer sospechoso: Rudy Guede, un marfileño con antecedentes que admitió estar en la casa con Meredith la noche de los hechos. Al verse sin coartada, Guede contradijo su testimonio diciendo que Amanda la degolló mientras él estaba en el baño con los cascos de música. El juzgado desestimó su defensa y le condenó a 30 años de cárcel. En 2011, Knox y Sollecito fueron declarados no culpables tras presentar nuevas pruebas y ella volvió a EEUU. En 2015, el Tribunal Supremo italiano absolvió definitivamente a la pareja.

Pero, ¿quiénes estaban detrás de todo este ruido? Por primera vez en casi una década, el fiscal encargado del caso y un periodista del Daily Mail se sientan frente a una cámara para limpiar su conciencia (o casi).

Como Sherlock Holmes

Desde el primer momento, el fiscal Giuliano Mignini decide por su sagaz percepción que Amanda no es una chica normal. “Tenía comportamientos inapropiados con su novio mientras rastreábamos la casa”, comenta en el documental. El hombre se describe como católico y amante de las novelas de Sherlock Holmes, lo que sin duda –dice– ha afinado su olfato detectivesco. Por eso no le tiembla el dedo al acusar a Knox de asesina, o al menos cómplice, cuando el cuerpo de Meredith aparece cubierto con una sábana blanca, “algo en lo que solo piensa una mujer”. El pudor beato.

La joven estadounidense ha denunciado en varias ocasiones que la policía italiana la golpeó durante el interrogatorio y que le machacaron durante horas para que cambiase de testimonio. Esto puede ser verdad o no, y si lo fuese tampoco exculparía a Knox de los supuestos cargos. Pero el documental no pretende incidir en ese aspecto, sino en la falta de profesionalidad que ridiculizó todo el proceso.

Los que eligieron bando entonces no cambiarán de chaqueta después de verlo, pero al menos serán conscientes del peligro de dos poderes mal utilizados: el legal y el informativo. Cuando Amanda Knox estuvo encerrada entre los barrotes de una cárcel italiana, la prensa internacional (sobre todo la británica) se empleó a fondo para pintarla como una Mata Hari. Hurgaron en sus redes sociales para humillarla y convirtieron la noche de los hechos en una “pelea de gatas” llena de juegos sexuales.

Uno de los principales responsables de esto fue Nick Pisa, periodista del Daily Mail, siempre al pie de la noticia y con un sentido arácnido para crear bulos y motes machistas para Knox. “Meredith era una mujer terriblemente atractiva. Amanda, guapa, rubia y joven. El mejor crimen pasional que pudiésemos desear”, confiesa con una sonrisa inquietante.

La satánica 'femme fatale'

Durante su tiempo en prisión, la Policía hizo creer a Knox que tenía el sida. La joven escribió un diario en el que dejó patente su preocupación por su salud e hizo un repaso de los hombres con los que se había acostado. En esos momentos la prensa ya se refería a ella como Foxy Knoxy (su usuario en MySpace) en todos los titulares. Por corruptelas del caso, ese librito llegó a manos de Pisa, quien encontró el mejor filón de su carrera. “¿Sabes lo que es abrir la portada todos los días?”, dice sin la menor inquietud.

Todo el mundo, literalmente, se enteró de su vida privada contada por capítulos y de su enfermedad de transmisión sexual. Mientras que Knox era tildada de femme fatale, Dominatrice y comehombres, la prensa se refería a su compañero Raffaele Sollecito por su propio nombre o, en el peor de los casos, como un pobre palurdo que pagaba condena por amor.

Al final resultó que la historia del sida formaba parte de una manipulación de la Policía y la fiscalía para presionar a Knox. “No podía esperar y recomprobar los hechos para que cualquier otro se me adelantase”, se justifica sin mucho entusiasmo el periodista. El Daily Mail no fue el único en subirse al carro de la mentira y lanzar por medio de la tinta sus detritos. Se teme que la chica muerta fuese el juguete sexual de Foxy Knoxy, decían unos, Luciferina, satánica, demoniaca, diabólica: una bruja sexual, reseñaban los más explícitos.

El resto de la historia queda condensada en el documental en apenas unos minutos. Amanda Knox y Sollecito son exculpados de todos los cargos y regresan a casa. No nos muestra cómo los paparazzi de Seattle se apostaron en su puerta día tras día, o cómo recibía comentarios de puta y vampiresa en la calle. Tampoco nos invita a confiar ciegamente en su inocencia. Pero lo que sí deja claro Amanda Knox es que la cobertura del juicio fue histérica y brutal, y que la elección de la mujer como cabeza de turco demuestra que los altos poderes no se libran de la putrefacción machista.

Etiquetas
stats