'Doctor Uriel', la hazaña de un médico republicano en el bando golpista
Pablo Uriel Díez tenía apenas 22 años cuando terminó la carrera de medicina. En 1936, su mayor preocupación era estar a la altura de su expediente, aunque fuese haciendo una sustitución en un pequeño pueblo de La Rioja. Hasta que un día de agosto recibió una carta de Zaragoza que le instaba a presentarse en la Caja de Recluta, advirtiéndole que de no ser así “se le irrogará el consiguiente perjuicio”.
Así arranca Doctor Uriel, la historia de un médico encarcelado por rojo antes de pisar el campo de batalla, obligado a servir como médico en el bando golpista durante el asedio de Belchite y preso de los republicanos en el Monasterio del Puig poco después. Sus vivencias fueron adaptadas en tres cómics: Un médico novato, Atrapado en Belchite y Vencedor y Vencido entre 2012 y 2016.
Astiberri publica ahora la historia completa en una edición integral cuyo primer tomo ganó el Premio Internacional Fnac-Sins Entido de Novela Gráfica en 2013. Este empujón le dio al reputado dibujante Vicent Llobell (también conocido como Sento) la oportunidad de dedicar cuatro años de su vida a construir y dibujar 432 páginas de memoria histórica. El propio Sento ha vivido la hazaña como un reto, pero también como una responsabilidad asumida con entusiasmo. Pablo Uriel era su suegro y esta es su historia.
De la facultad a la celda
A mediados de los setenta, Sento conoce a Elena Uriel en la Facultad de Bellas Artes de Valencia. Allí empiezan una relación que dura hasta hoy. Este cómic arranca entonces, hace cuatro décadas, cuando la joven le presentó a su padre, Pablo Uriel, y le enseñó unos raídos papeles. El futuro suegro de Sento fue médico de campaña durante la Guerra Civil y escribió todo lo que vivió.
“Eran unas hojas muy fuertes que me marcaron, me causaron una gran impresión. Pero pasa que la vida mancha mucho y de joven todo parece urgente. Vas muy deprisa”, cuenta Sento.
Tardaría muchos años en decidir abordar el relato que seguía atrapado en aquella documentación cada día más maltrecha. Hoy el dibujante tiene 63 años y Pablo falleció hace dos décadas. “El tiempo pasa y ahora te arrepientes de no haber hablado más con las personas que tenían grandes historias que contar”, reflexiona el dibujante.
En 1988 el doctor publicó sus memorias en una pequeña edición de un libro titulado No se fusila en domingo, que reeditó Pre-textos en 2005. De la ingente documentación y el relato de aquellas páginas se forma la materia prima de la que surgen los dibujos de cada viñeta de este cómic.
“Es lógico pensar que si hubiese estado a mi lado le habría hecho un millón de preguntas, pero puede que también eso mismo me hubiese bloqueado. Quién sabe”, cuenta el dibujante, diseñador y docente valenciano.
El inicio de esta aventura narra un período relativamente corto: el tiempo que Pablo estuvo preso en la prisión militar de Zaragoza. Doctor Uriel es un cómic de lectura ágil que durante su primer tercio es un drama carcelario intimista sobre un hombre lleno de miedos y esperanzas. También es la historia de su hermano, fusilado mientras él corría una suerte bien distinta: sería uno de los pocos supervivientes de una purga que se repetía diariamente y que sumía a los prisioneros en un estado de angustia.
Esta sensación Sento la dibuja: “Quería un estilo rápido. No me refiero a ser rápido como dibujante, sino que transmitiese una sensación de urgencia en el lector. De inquietud. Las escenas se suceden cada cuatro o cinco páginas y eso le da un ritmo a la historia ciertamente angustioso porque es como me imagino que debía sentirse Pablo: prisionero sin saber si le iban a fusilar, si le iban a liberar…”, describe el autor.
Campo de batalla y experimentación
Superadas las 150 páginas, Doctor Uriel entra en una nueva fase: la que corresponde al tomo Atrapado en Belchite. “Yo creo que la historia pedía esa división”, opina Sento. “En las memorias de Pablo eso quedaba claro: había una primera etapa que abarcaba desde el golpe de Estado a la represión brutal con ejecuciones sumarias. Y una segunda etapa en la que se da la paradoja de que está más seguro en la guerra que en la retaguardia, debido al clima represor de la Zaragoza de la época. Ahí se desarrolla el alférez Uriel”.
En la localidad zaragozana el joven médico se enfrenta con la guerra en su versión más descarnada. El cómic desarrolla un personaje de alcance heroico, que se enfrenta con resignación pero nunca hastío a lo que le ha tocado vivir. Por azaroso destino, había pasado de ser un prisionero rojo a un médico en el bando golpista. “Es un héroe anónimo. La diferencia con tantos otros en la guerra es que tenemos la suerte de que él lo escribió todo. Era mi suegro, y yo soy dibujante. Así que me tocaba dibujar esta historia”, narra Sento.
Para el dibujante, lo más interesante de las memorias del médico no es tanto la crudeza de la batalla como el tono con el que la describe. “Pablo adopta una posición de testimonio: en sus textos no hay reproches, insultos ni pretende saldar cuentas pendientes con nadie. Creo que esta visión se la da, en parte, su profesión: él ve que la guerra es una enfermedad con la que hay que acabar”.
Durante el conflicto, el cómic acelera su ritmo alterando escenas de pura narrativa bélica con partes de un lirismo increíble. Y donde antes predominaba el blanco y negro, la viñeta se tiñe de rojo. “En parte intencionado y en parte surge del fluir de la historia. Cuando trabajas cinco años en una obra, cambia ella misma. A mí me fascina eso del cómic: es un ente vivo”, describe Sento.
A su vez, la narración se también tiñe de gravedad. “Lo más impresionante era la sed que traían todos los heridos”, describía el propio Uriel en una carta que se puede ver en el anexo del cómic, “incluso en época normal, el herido siempre tiene sed, pero aquellos días en que la sed era universal, la angustia con que pedían agua llegó a ser para nosotros una obsesión”.
De nuevo preso, de nuevo libre
El 6 de septiembre de 1937 Belchite fue tomada por el Ejército republicano. El doctor Uriel llevaba uniforme franquista, a pesar de que había pasado tres meses en prisión por no serlo, y de que había tenido que sufrir el fusilamiento de su hermano por la misma razón. Así que le encarcelaron de nuevo.
Es entonces cuando la narración deja la acción para abrazar el drama más puro. Una última etapa de la aventura que también supuso la definitiva reinvención de Sento como autor. “Empecé Doctor Uriel tres veces. Hasta ese momento mi estilo estaba muy domesticado por el mundo de la publicidad, era un dibujo muy expresivo destinado, en gran medida, a vender y transmitir mensajes positivos. Así que me di cuenta de que mi estilo no me servía. Me tuve que inventar”.
Pablo Uriel también se tuvo que reinventar tras sobrevivir al infierno. Tras la guerra se instaló en A Coruña, donde contrajo matrimonio con Cecilia, la madre de Elena. Trabajó primero en un dispensario antituberculoso, y luego montó su propio consultorio radiológico en el que ejerció su profesión durante cuarenta años de manera ininterrumpida. Falleció en Valencia en 1990, pero sigue vivo en sus memorias y en las viñetas de Sento Llobell.
La mera existencia de una novela gráfica del volumen, profundidad y calidad de Doctor Uriel es buena prueba de que el cómic goza de buena salud en nuestro país. Es una herramienta más que válida con la que reflexionar sobre nuestro pasado reciente y Los surcos del azar de Paco Roca, La Guerra Civil Española de Paul Preston dibujada por José Pablo García, o La serpientes ciegas de Felipe Hernández Cava y Bartolomé Seguí son sólo algunos ejemplos.
Sento cree este hecho no se trata de algo generacional sino de algo natural. “Creo que tiene más que ver con la consolidación de la novela gráfica en el mercado del libro, es un formato más adecuado para los relatos extensos”, opina.
Según él, “si estuviéramos en EEUU, la Guerra Civil española sería un género, como el del oeste o el género negro”, no sin antes añadir que, en el fondo, su obra trata un tema universal: “La guerra es un tema cercano a todo el mundo. En España durante la dictadura solo había una versión oficial de la guerra. En la democracia temprana los pactos de amnistía y perdón aconsejaban no insistir en el tema del criminal golpe de Estado y sus sangrientas consecuencias”.
“Ahora, poco a poco, van desapareciendo los últimos supervivientes de aquella España democrática y moderna del 1931. Personalmente, creo que les debemos algo a aquella generación admirable”, concluye el dibujante valenciano. En el fondo, todos seguimos en deuda con personas como el doctor Uriel.