“El DJ residente es el que tiene el beat de la sala y del público”
Barcelona aún recuerda aquel momento, en el año 2003, en que la sala Razzmatazz cumplía tres años y unía las cinco salas en una sola entrada: indie, música electrónica, pop, electro. Todo parecía tener cabida, los géneros se diversificaban y la oferta parecía inagotable. Sin embargo, también la estructura del proyecto se hacía más compleja y las exigencias como empresa aumentaban considerablemente. Hoy el Razz cumple 15 años y hablamos con su fundador, Daniel Faidella, sobre las tribus nocturnas que conviven en sus diferentes niveles, el IVA cultural y la evolución de la escena DJ en la ciudad.
¿Cómo ves con la distancia ese tercer aniversario? ¿Qué puedes contarnos de su evolución?
En aquel momento no existía en la ciudad un lugar que ofreciese una propuesta tan amplia en cuanto a espacios y estilos de música. Pensamos que lograríamos algo especial si con una sola entrada podías llegar a tener cinco clubes diferentes.
Con este crecimiento se daba la posibilidad de mezclar todo tipo de públicos. Quizás en los inicios el público circulaba más entre las salas, pero luego los ambientes se fueron estancando en sus identidades. Los poppies, como se llamaba a los de la sala 1 a falta de que el término hipster hubiese llegado a nuestros oídos, apenas subían al The Loft, la sala techno. Y viceversa.poppies
Lógicamente, se crean las propias “tribus” de cada sala. Creo que eso es bueno. Hay gente que no dice “voy al Razz”, sino directamente “voy al The Loft”, aunque podría ir a cualquiera de las cinco salas. Lo que suele guiar este comportamiento es la programación. Si la programación de la sala Razz no tiene nada que ver con, por ejemplo, una sesión de techno de The Loft, no habrá circulación.
También hemos ido viendo cómo el público extranjero es más propenso a moverse. Algunos es la primera vez que vienen y quieren verlo todo. La gente que viene más por el ambiente suele dar más vueltas que la gente que acude por una programación concreta. También puede ocurrir que descubras a un artista que no ibas a ver gracias a esta posibilidad.
Sin embargo, no todas las salas han funcionado siempre igual de bien ni han mantenido el mismo nombre.
Programar cinco “clubes” cada fin de semana es una cantidad de trabajo brutal. Hay mil estilos de música, especialmente en la electrónica, pero entre las salas The Loft y Lolita ya cubres una gran parte de ellos. Es verdad que todas las salas han tenido una progresión en cuanto a la programación, porque la música afortunadamente va evolucionando. La gente también va pidiendo nuevas cosas. La sala Rex, la pequeña que da al frente del edificio, siempre ha sido como el laboratorio. Hemos probado varias cosas a lo largo del tiempo, ahora estamos con el sello TRILL y está funcionando bien.
¿Cómo está siendo el trabajo con sellos locales?
Desde hace más de un año estamos apostando más por colectivos nacionales. Creo que Razz debe ser un lugar donde se dé esta oportunidad: tanto para colectivos de electrónica como para bandas noveles. Además, se implican mucho y vienen con ganas.
Por otro lado, el tema de los DJs y artistas residentes también es fundamental. Razz tiene mucho que decir al respecto, tanto por residentes históricos que han tenido las salas como por la capacidad que tiene para proyectarlos. John Talabot estaba en el The Loft bajo el alias de D.A.R.Y.L. Amable y Gato son dos clásicos que siguen en el club, Vicknoise fue muy clave, también, y Undo continúa teniendo un papel importante en el The Loft. Latzaro y Baldo, aunque llevan menos años, también se han consolidado.
Los residentes los entiendo como un pilar del club. La gente debería ir a ver al residente y el artista invitado debería ser eso, el invitado. Al final, el residente es el que tiene el beat de la sala y del público. Sabe lo que funciona y lo que no. Aquí hay residentes que están desde los inicios, aunque obviamente ha habido cambios. Quizás algunos de los inicios ya no se dedican a la música.
Además, los residentes también proponen artistas para la programación o hacen recomendaciones.
Sí, de hecho, ellos hacen propuestas de programación y las vamos incorporando a los artistas que nosotros ya hemos planeado. Una vez tenemos esto fijado vemos cómo cuadramos las actuaciones de los residentes con las de los artistas. Algunas veces, ellos mismos prefieren estar con un determinado artista por cuestión de afinidad musical. Hay residentes que llevan muchos años y han girado mucho, como Undo, que conoce muy bien la escena internacional y tiene amistad con muchos artistas. Eso crea binomios muy interesantes.
También he visto en muchas ocasiones al público con ganas de que terminase el artista invitado y volviese el residente. U otras ocasiones en las que el residente crea un buen ambiente y luego el artista invitado se lo carga. Con esto quiero decir que apuesto y apostaré siempre por los residentes, son el alma máter de un club.
De todos modos, valorar al residente también es algo que tiene mucho que ver con la educación de club que tiene el público. En la cultura de club de aquí no se valora tanto al residente como quizás debería ser. De hecho, es paradójico que recibamos aquí como a grandes estrellas a artistas que empezaron en otros lugares siendo residentes. Pienso en Ben Klock o Marcel Dettman, por decir dos entre tantos.
Sí, es cierto que se ha perdido un poco. Si no viene una estrella importante la gente se mueve menos, ya no se mira a los residentes como antes. Habría que volver a educar a la gente para que entienda que el artista internacional está muy bien pero que el residente es quien te hará vivir más el club porque conoce el lugar de verdad.
Volviendo a los orígenes de Razzmatazz, ¿cómo surgió el proyecto y cómo entraste en él?
Estaba vinculado a las fiestas A-SACO desde 1994 y fui promotor cuando la sala se llamaba Zeleste. A partir de ahí desarrollamos varias tareas en ella, además de los clubes programamos conciertos. En determinado momento surgió la oportunidad de adquirir el negocio. Le cambiamos el nombre y le pusimos Razzmatazz por la canción de Pulp y porque es un nombre algo diferente a los típicos de clubes. El próximo 24 de noviembre hará 15 años de su nacimiento.
La estética industrial del club se ha mantenido desde entonces y sigue coincidiendo con el leitmotiv de los grandes clubes europeos. No hay ese interés por el lujo, las moquetas y la ostentación que sí predomina en otras salas. ¿Cuál fue la idea detrás de la imagen del club?leitmotiv
En primer lugar nos basamos en lo que teníamos, y en aquel momento era un local industrial. A mí, a veces, me pueden gustar las moquetas o ciertos detalles, pero en el Razz no tenía sentido. Desde el principio nuestra prioridad fue invertir en programación y sonido y no en algo que ni queremos ni tampoco sabemos hacer. Lo que quiero es que la gente se sienta cómoda a pesar de esta estética industrial, en las salas y en las dos terrazas que tenemos. Como te decía, es lo que teníamos y nuestra intención fue que la gente viniese por la música y que tuviese un buen local, y no que la gente viniese por el local y la música quedase en un segundo plano.
Con el tiempo, Razzmatazz también se ha ido convirtiendo en uno de los clubes que reciben más extranjeros y turismo de la ciudad. ¿Cómo habéis ido incorporando este flujo de clubbers?
Puedo explicarlo de una manera aplastante: al inicio, en el mes de agosto cerrábamos. Ahora, es nuestro mejor mes. En los primeros años cerramos porque no nos hubiese venido nadie: la gente de Barcelona se iba fuera de la ciudad y teníamos muy pocos turistas. En estos 15 años, Razzmatazz se ha posicionado como destino dentro de la ciudad, ya no solo como club, también como sala de conciertos. En estos últimos años complicados para todos este factor nos ha ayudado muchísimo. Hemos tenido puntas de público extranjero del 85%. Dentro del público, hay de todo, pero llega público inglés y alemán que tiene cultura de club y que no viene a liarla.
Pero también ha llegado un turismo menos conocedor y más desfasado.
Si se te presentan 20 que vienen por una despedida de soltero, mal. Pero, en general, la gente se comporta bien y el público de fuera le da un toque positivo.
¿Cómo has visto la integración del público extranjero con el de la ciudad? Como decías, Razz fue un club que la gente de la ciudad sentía muy suyo, y casi todo el público era local. Pero también es cierto que en los primeros años la economía permitía salir mucho más y era una época mucho más boyante, también para la gente joven.
La realidad es la que es. La gente sale mucho menos. Es cierto que ahora notamos una estabilización y hemos dejado de caer e incluso tenemos un crecimiento muy leve. Antes se salía casi todos los días, ahora ya no. El Razz, además de ser un club grande, tiene cinco programaciones, cinco servicios de barra, cinco residentes, cinco técnicos de sonido, cinco “de todo”. Necesitamos tener público para mantener todo esto. Lo hemos pasado mal, como la gente. Ahora estamos un poco más tranquilos y, precisamente, el público extranjero comenzó a venir en el momento en el que más lo necesitábamos. Si hubiese visto que el público extranjero que llegaba era de “pandereta”, lo hubiese cortado más. Sin embargo, como la mayoría de público nacional, los extranjeros vienen por la programación. Esto es algo que dentro cohesiona, y no al revés.
Por otro lado, en el sector os encontrasteis con la tremenda subida del IVA, que no vino a facilitar la situación. ¿Cómo lo habéis gestionado?
Fatal, claro. De golpe nos cayeron 13 puntos más. Además del dinero, es una injusticia que se grave la cultura, es algo que no se puede entender. Nos repercutió muchísimo y nos sigue ahogando. Con cinco programaciones y manteniendo un nivel medio-alto de programación, te puedes comprar una entrada por 13 euros. Y aquí tienes que quitarle el IVA y la copa. ¿Qué es lo que no hemos hecho en ningún caso? Bajar el nivel de programación. Y diré más, lo hemos aumentado.
En este punto, ha sido significativa la unión que se ha producido en toda la industria para protestar conjuntamente.
Absolutamente. Se han llevado a cabo diversas acciones con resultados aplastantes. De todos modos, parece que a los que les tendría que llegar no quieren escucharlo. Recientemente, se dijo que no había ninguna intención de revertir la situación. Veremos qué ocurre el día 20 [de diciembre], a ver si algo cambia porque esto no tiene ningún sentido: en un local en el que no hay música en vivo pagas un IVA reducido y en un local en el que hay música en directo pagas el mayor gravamen.
Y no solo en cuanto a la música, el teatro y el cine se encontraron con el mismo problema.
Claro. Hace poco leía que los días en los que hay precios reducidos en los cines, como en las fiestas del cine, se montan unas colas espectaculares. No es que la gente no quiera ir al cine, es que no puede o no quiere ir por su precio. Si tienes pareja e hijos y las entradas están a 9 euros, el gasto total puede ser inasumible. En nuestro caso también nos ha perjudicado en los conciertos y en las giras. Hay que seguir luchando porque por aquí no vamos bien.
En cuanto a los cachés de los DJs, ¿se han adaptado los precios en España con la llegada de la crisis o el impacto del IVA?
No. El artista no se adapta. Viene de tocar de otros lugares y de países en los que el IVA es del 3% o el 4%. Son lugares en los que quizás la gente gasta más en cultura que nosotros. Quizás puede entender que en España estemos peor, pero si tiene que dar media vuelta e irse, se va. No son especialmente conscientes de cómo estamos.
Respecto a eventos fuera del Razzmatazz, ¿cuál es vuestra situación actual y cómo estáis trabajando?
Lo hacemos todo con nuestra promotora Miles Away. Hacemos todo lo que no ocurre en el Razz. Ahora tendremos a Editors y a Belle & Sebastian en San Sebastián. Teniendo un espacio como Razz, intentamos no hacer eventos dentro de la misma ciudad en otros lugares, no tiene mucho sentido.
El domingo con Daphni B2B Floating Points B2B Four Tet volvisteis a salir de los horarios habituales de clubbing asociados a viernes y sábado noche. Hace algún tiempo hicisteis algo parecido con Modeselektor, también un domingo por la tarde. A veces da la sensación de que todo ocurre el fin de semana y por la noche, ¿qué piensas en este sentido?Daphni B2B Floating Points B2B Four Tetclubbing
Nada te va a funcionar seguro, por mucho que sea de tarde o de noche, entre semana o en fin de semana. A veces haces cosas increíbles y no funcionan como esperabas, y luego después del evento caes en la cuenta de que coincidía con algún festivo que no tenías previsto, por ejemplo. En cierto modo, que los resultados sean tan imprevisibles nos obliga a reinventarnos continuamente. Así han salido las noches Dirty del miércoles, por ejemplo. Si yo pudiese abrir los sietes días de la semana, lo haría. Luego tienes a gente que es de nuestro target y a la que le gusta lo que hacemos, pero que por cuestiones personales no puede salir como salía antes: con niños no todo el mundo puede salir los viernes o sábados por la noche.
En cambio, quizás sí pueden venir a lo de Modeselektor a las seis de la tarde y volver a casa a las dos de la madrugada. Esta franja horaria, que la empezamos con Modeselektor y la continuamos con Luciano, la continuaremos con Tale of Us el día 1 de noviembre. Estos conciertos te permiten tener un público que no tendrías si lo hicieses en otra franja u otro día. Llegas a más gente y no te pisas con lo que has hecho la noche anterior.
A nivel musical, ¿qué reinvenciones habéis hecho? ¿Te gusta todo lo que se programa?
Intento no programar lo que me gusta a mí, sino lo que pide el público. Un par de veces al año mandamos una encuesta a toda nuestra gente para que nos digan cómo han visto la programación y los eventos. A mí me gusta casi todo, aunque quizás ahora no estamos en el mejor momento de las guitarras y se tira más hacia la electrónica, como el EDM.
Antes en The Loft la programación mantenía una línea de electrónica con unos criterios muy reconocibles, y en los últimos años la programación se abrió mucho. Quizás hubo gente a la que no le gustó tanto este cambio.
Sí, pero había gente que pedía a otros artistas, y luego funcionaban muy bien. Si la gente lo pide y el artista viene y funciona es un cambio que tenemos que hacer, siempre manteniendo un nivel.
Por otro lado, algo que también ha ido cambiando es la organización del club y sus medidas de seguridad. Antes las colas en el exterior eran mucho más libres, no había tanta seguridad fuera ni tanta sensación de control dentro. Los horarios también parecían más libres y se cerraba más tarde. Esto no solo ha sido en el Razz, ha cambiado en todos los clubes de la ciudad. En este sentido, supongo que el Ayuntamiento y su legislación también han tenido mucho que ver.
Todo se ha estandarizado mucho más. Lógicamente, intentamos seguir toda la normativa. Es cierto que hemos tenido algún episodio con algún vecino que se ha quejado y hemos procurado solucionarlo y es lo que hacemos siempre. Va como va. Te vas a otras ciudades y alucinas: la gente fuma y se cierra a la hora que les apetece. Aquí tienes que estar cuidando el más mínimo detalle.
Sin embargo, a nivel social, la cultura de la noche y la cultura de club han trascendido lo concreto y se consideran un activo dentro de la cultura. Festivales como el Sónar o el Primavera Sound son portada de periódicos generalistas, por ejemplo, y no quedan relegados a alguna página dentro de la sección de cultura. En Barcelona son ya varias las generaciones que han crecido en el entorno del clubbing y eso se nota a todos los niveles.
Dentro de todos los reclamos turísticos que tiene Barcelona, el tejido cultural de la música a nivel de festivales y clubes es muy importante. No solo está normalizado, es fundamental para la ciudad.
Como comentábamos antes, programar y organizar cinco salas supone un trabajo complejo, más exigente que el de organizar un solo club. ¿Cuáles son vuestros departamentos y cómo funcionan?
Básicamente, tenemos el departamento de booking, que hace la contratación de los artistas. Vamos con tiempo: por ejemplo, desde ahora hasta febrero ya lo tenemos todo medio cerrado o en proceso de negociación. Luego tenemos el departamento de producción, que se encarga de todas las necesidades del artista, como los visuales o las luces. Luego tenemos comunicación y prensa y el departamento de contabilidad. Se hace una propuesta de artistas y, cuando los tenemos cerrados, 30 días antes, nos sentamos y entre todos los departamentos hablamos de lo que está haciendo cada uno y se trabaja para que todo esté cerrado cuando llegue el momento.
Por otro lado, también tenemos un departamento que se ocupa de los eventos externos que se hacen en el mismo Razz. Luego está el departamento que se ocupa de las fiestas especiales, desde la presentación de un coche a la fiesta anual de Google. El Razz es una empresa muy grande y tenemos que maximizar la actividad. Los conciertos externos que se hacen en nuestra sala son un eco que hacen que el nombre de la marca siga rodando.
De cara a los eventos especiales, ¿la adaptación de las salas es muy compleja?
¡A veces hemos tenido que quitar puertas para que entrase un coche! Te podría enseñar fotos de la sala decorada para un evento de Armani que no creerías: mesas redondas, velas, cubertería y hasta las barras decoradas como si fuesen de madera. Recuerdo que Google hizo una fiesta de Android y nos cambió toda la fachada. Pasabas por delante de Razz y no podías reconocer el club.
En los inicios, ahora hace ya 15 años, teníais una estructura más sencilla.
Sí, y mucho antes todavía más. Todos hacíamos de todo. Te ibas a Londres y contratabas al artista y colgabas tú los carteles en la calle Tallers.