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En el caso de Enrique Iglesias contra su dron, estamos con el dron

Enrique Igleasias y su dron

Marta Peirano

Está claro: van ganando los robots. No sólo lo dice Daniel Mendelsohn en su espectacular repaso a nuestra persistente fascinación con la inteligencia artificial a cuenta de Her (Spike Jonze, 2013) y Ex Machina (Alex Garland, 2015) dos excelentes películas donde (Spoiler Alert!) sus dos nereidas artificiales protagonistas nos pasan por encima como quien pisa dulces margaritas en un campo de primavera, sin querer y sin remedio, principalmente porque los humanos les quedamos pequeños. Les damos igual.

Peor: los expertos aseguran que en 20 años quedaran pocos trabajos que no hagan mejor que nosotros. ¿Servicios? Check ¿Administración? Check ¿Construcción, extracción, producción? ¿Instalación, reparación y mantenimiento? ¿Medicina, diagnóstico y cuidados? ¡Check, check, check! . Los robots son más racionales, pacientes y hasta sociables que nosotros. En estos tiempos de cabeceras con más trabajo que personas, hasta escriben mejor

Como para confirmar ambos diagnósticos, ayer Enrique Iglesias recibió un mordisco de su propio dron delante de 12.000 personas, durante un concierto en Tijuana, México. El cantante tuvo que ser atendido por personal de emergencia, según informaban hoy fuentes próximas al artista. De acuerdo con el comunicado, “algo salió mal”.

¿Singularidad, accidente, boicot o defensa propia?

Parecería cosa de la Singularidad tecnológica, el nombre que le hemos puesto -en realidad, que le ha puesto Raymond_Kurzweil- al momento en el que las máquinas adquieran conciencia propia y colectiva y se entreguen a un proceso de evolución imparable, al final del cual se librarán de nosotros. Lo cierto es que los drones se han convertido en una parte cada vez más interesante de los espectáculos de música, danza y teatro -aquí tenemos la pieza que Daito Manabe trajo al Sonar en 2014- y que, en muchas ocasiones, son tan parte de la coreografía como los bailarines, los músicos y los actores.

Leyendo los titulares, uno no sabe si, programado para seguir una coreografía específica, el dron de Iglesias se encontró con que el cantante hacía otra distinta, produciéndose el lamentable accidente que en otro caso se habría quedado en codazo. O si el dron fue hackeado por un miembro malpagado del equipo o sobornado por un posible rival. O si el dron se rebeló contra el cantante, incapaz de soportar el espectáculo. Que se llama, por cierto, Sex and Love.

Pero, como estamos en 2015, el dron no era la única cámara del recinto y tenemos el vídeo.

Lo cierto es que el pequeño robot de iglesias no era un miembro del grupo de coreografía sino del equipo de producción: estaba en el escenario “para dar una mejor experiencia visual” a sus aficionados. Esto es: sacar fotos y vídeos en tiempo real del cantante y del público, para mandarlas en tiempo real a las macropantallas. Y, como se ve claramente en el vídeo capturado desde el público, Iglesias metió la mano no una sino dos veces en las alitas del dron. Que estaba simplemente haciendo su trabajo.

Enrique está bien; el dron, no se sabe

El artista sufrió algunos cortes en la mano y, después de que se la vendaran, aunque seguía sangrando y le recomendaron que suspendiera la presentación, regresó al escenario para terminar el concierto. Enrique Iglesias continuó cantando treinta minutos más, dice el comunicado, “con la profesionalidad que lo caracteriza”.

Posteriormente, fue trasladado en una ambulancia hasta el aeropuerto de Tijuana y desde allí transportado en avión hasta Los Ángeles “para ser tratado por un médico especialista”, agrega el texto. En ningún momento se menciona el estado o el futuro del inocente dron, que fue arrojado al suelo por el cantante.

La nota incluye fotos en las que se aprecia cómo es atendido Enrique Iglesias en la mano derecha y otras que muestran manchas de sangre en la camiseta blanca que usó durante el concierto, que se enmarca en su espectáculo

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