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70 años del bombardeo más mortífero de la historia

Bombarderos estadounidenses sobre la ciudad de Tokio

elDiarioes Cultura

Tokio —

En la madrugada del 9 al 10 de marzo de 1945, unos 334 bombarderos norteamericanos B-29 descargaron 1,665 toneladas de bombas incendiaras sobre la zona este de Tokio, arrasando un área de 41 kilómetros cuadrados (aproximadamente la cuarta parte de la ciudad). Llevaban las bombas racimo que los estadounidenses rebautizaron como “tarjetas de visita de Tokio” y que, una vez en suelo firme, derramaban un contenido letal de fósforo blanco y napalm, un pegajoso gel de gasolina recién desarrollado en los laboratorios de la Universidad de Harvard. Como en el famoso borbardeo de Dresde, que tuvo lugar un mes antes, el ataque fue ejemplar como demostración de los destructivas que podían llegar a ser las bombas convencionales en la era de la bomba H.

La temperatura de la ciudad subió hasta los 980 grados. El ataque hizo hervir el agua agua de los ríos y canales y fundió los cristales de las ventanas. Como habían calculado, el fuego consumió con facilidad los materiales típicos de construcción japoneses, madera y el papel, pensados para protegerse de los terremotos. Volaban tan bajo que una docena de bombarderos aliados llegaron a caer víctimas de las columnas de fuego que ellos mismos habían producido. Unos 260.000 hogares fueron destruidos hasta los cimientos y al menos 105.400 murieron, en una ciudad con tres millones de habitantes. Lo llamaron Operación Meetinghouse.

Según estos datos de las autoridades niponas, se trata del bombardeo aéreo con más víctimas inmediatas de la historia, por encima de los de Hiroshima y Nagasaki. Las bombas atómicas lanzadas en estas dos ciudades niponas en agosto de 1945 acabaron en el acto con la vida de 80.000 y 74.000, respectivamente. Naturalmente, las víctimas mortales aumentaron por miles durante años posteriores debido a los efectos de la radiación. La magnitud de esta tragedia, que tuvo lugar cinco meses después, sepultó el recuerdo del bombardeo de Tokio, que en su 70 aniversario apenas cuenta con un pequeño museo conmemorativo, el Centro de Daños y Perjuicios de la Incursión Aérea de Tokio, donde se muestran fotografías y objetos destruidos por el fuego.

Otra clase de memoria histórica

Tampoco ha sido objeto de actos de homenaje al nivel de los que se realizan cada año en las dos ciudades devastadas por la bomba atómica. Antes de morir, su responsable intelectual Robert S. McNamara -Ministro de Defensa en el momento de los bombardeos- pidió disculpas por el ataque, aunque sin dejar de justificarlo con su famosa frase: in order to do good you have to sometimes engage in evil” (Para hacer el bien, a veces tienes que hacer el mal). El general Curtis LeMay, comandante del Comando de Bombarderos XXI y responsable material de los ataques, dijo otra cosa: “Creo que si hubiéramos perdido, yo sería tratado como un criminal de guerra”.

Si hay una cuenta pendiente, todo indica que este podría ser el año de la reivindicación. El primer ministro nipón, Shinzo Abe, se ha convertido hoy en el primer máximo responsable político del país que participa en el memorial anual que se celebra en un cementerio de la capital donde descansan los restos de muchos de los fallecidos. Abe prometió “contribuir en todo lo posible a conseguir una paz duradera”, y destacó la necesidad de “afrontar el pasado con humildad y tener siempre presentes las lesiones de la trágica guerra”, durante su intervención en el acto.

El príncipe Akishino, el hijo más joven del emperador Akihito, y su mujer, la princesa Kiko, también acudieron al acto en el que participaron unas 600 personas, e hicieron una ofrenda de incienso por los caídos. Los medios nipones recogen hoy testimonios de algunos de los supervivientes, como Etsuzo Nukagawa, quien perdió a la mayoría de sus familiares y compañeros de colegio en el bombardeo.

“Todavía puedo recordar claramente a la gente corriendo en todas las direcciones a través de las llamas. Creo que nunca más deberíamos participar en una guerra”, manifestó esta mujer de 83 años, en declaraciones recogidas por la agencia Kyodo. Más de 200 ciudades niponas sufrieron bombardeos en los últimos meses de la segunda Guerra Mundial hasta que Japón firmó su rendición el 15 de agosto de 1945, días después de los ataques con la bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki.

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