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Barbijaputa: “Soy una persona cabreada en Twitter y feliz en la vida real”

Barbijaputa

Belén Remacha

La chica miedosa que fingía ser valiente muy mal no es una autobiografía. Aunque quizá sí “encaja en la autoficción”. Bárbara (la protagonista) y Barbijaputa, la escritora, coinciden en cosas como la relación con sus padres o en que el 15M supuso un antes y un después en su vida. Tienen anécdotas infantiles similares y una misma filosofía, basada en que “todo es política”. Ambas conocieron la crueldad cometida sobre aquella mujer que quedó atrapada durante días en un avión porque no la dejaban bajar ni en España ni en Cuba. Y también sufren miedos parecidos. Pero en otros muchos aspectos, sus caminos se bifurcan. 

Tampoco es un 'chick-lit'. “En la editorial querían catalogarlo así, y me negué”, cuenta. “Es que no considero para nada que sea para chicas. Estoy en contra de los roles, de los que podemos y debemos desprendernos. Creo que hoy en día todo puede ser para chicos y para chicas. Y es necesario que los chicos lean más literatura escrita por mujeres, sin paternalismos ni condescendencia”. Lo que sí constituye esta historia es, en cierto modo, una advertencia contra la idealización de la aviación, un mundo en el que pasó muchos años trabajando como azafata (“en mi primera novela no quería hablar de un tema que me fuese ajeno”).

Aunque al final, cuando nos encontramos sólo tiene una pregunta: “¿Te has reído leyéndolo?”. Y mi respuesta afirmativa le deja tranquila.

A Bárbara el feminismo le llegó con un bofetón. ¿Y a Barbi?

Yo también me llevé ese bofetón; cada una tuvo su propio bofetón. Pero digamos que mi cambio no fue tan radical como el de Bárbara, sino más progresivo. Más que un cambio, se trata de tomar conciencia. Feminista se puede ser sin ni siquiera saberlo. El cambio llega cuando te das cuenta de lo que significa, cuando comienzas a identificar mensajes misóginos y te pones las gafas violetas. Pero como te digo, en mi caso fue por partes. En mi casa siempre hubo una educación paritaria, ya había ahí una base. Luego, en 1º de BUP, tenía un profesor que se llamaba Lucio, que dedicaba sus clases de ética al feminismo. Era el año 92 ó 93, y ya entonces me dejó claro que el feminismo no era lo contrario que el machismo, cuando a día de hoy hay gente que lo sigue confundiendo.

Un segundo bofetón llegó con el mundo de la aviación. Ver que era tan reaccionario y machista, esa política del terror respecto a la imagen, que se cebaba especialmente con las chicas (maquillaje en cada escala, medias de determinados denims…). Y hubo un tercero, en Twitter. Cuando vi reacciones masivas a lo que decía, cuando venían diez o veinte hombres llamándome puta o increpándome.  Eso ha sido una constante desde que tengo algo de repercusión. Y es muy difícil en esa tesitura no identificarlo como un problema de género.

¿Has vivido, como Bárbara, un proceso de desencanto con el amor romántico?

Sí. El feminismo te hace desprenderte de esos mensajes, te hace analizar muchas situaciones y te das cuenta de que el amor romántico es un mito que es un peligro incluso para la salud… Fíjate en que muchas mujeres piensan que no están siendo maltratadas sólo porque no les ponen una mano encima. Y se mantienen al lado de una persona porque “es el amor de su vida, su media naranja”, porque nos han dicho que hay que luchar, que hay que aguantar. Lo hemos mamado desde pequeñas. Y creo que es todo una farsa. Tu vida son muchas vidas.

Yo tengo 35 años, no soy la misma que hace 5 o que hace 10. ¿Por qué, si hubiese conocido a alguien a los 25, ahora que soy otra persona, tendría que aguantar y pelear por esa relación que igual ya no funciona? ¿Qué necesidad hay? Eso genera frustración. Los cuentos de hadas no existen, ni las relaciones perfectas. El amor no tiene por qué durar para siempre, y no pasa nada. Puedes empezar una nueva vida otra vez y está todo bien. Cuesta, pero cuando lo interiorizas, es muy liberador. De eso trata también la novela.

Tratas también el tema de la maternidad, o mejor dicho, de la no-maternidad.

Es que yo, igual que la protagonista, soy una de las afectadas por el “¡Ay Dios mío, no sé qué hacer!” Somos muchas, pero parece que no se puede decir que no quieres ser madre o que tienes dudas, porque te llaman egoísta a la primera de cambio, lo cual es una lectura súper simplista. Ser madre es firmar un contrato de aquí hasta que te mueras: bebé, niño, adolescente, señor de 40 años que a lo mejor tiene que volver a casa porque no hay trabajo… Yo nunca he estado 100% segura de no ser madre (aunque parezca lo contrario, no estoy 100% segura de casi nada), pero es que creo que para lanzarte hay que estar 100% segura de que sí. Y ahí vivo, peleándome, entre las inseguridades y los bombardeos que recibimos diariamente. Que no es sólo el “¿y tú para cuándo?”, sino el mensaje social de que para estar completa tienes que seguir ciertos pasos, y uno de ellos es la maternidad.

Para desprendernos de eso también tenemos que darle voz a otras mujeres que eligen otros caminos o que tienen otras experiencias. Porque hay muchas otras que creen que un hijo les va a dar el amor y la seguridad que les hace falta. Y no siempre es así. También son necesarias esas experiencias para que mujeres como yo nos sintamos acompañadas. Que ya tenemos bastante con lo que tenemos.

Lo de darle tanta importancia a las ideas políticas de la gente también es muy tuyo. En el libro, constantemente se hace referencia a ello.

Sí, es muy importante. La política al final es todo, es lo que rige la vida de todos. Me importa qué ideología y hacia qué lado va cada persona porque al final es un tema de humanidad. La izquierda es solidaria, está preocupada por la comunidad, por los valores, por los principios. La derecha está preocupada por el capital y el individualismo. No quiero cerca a una persona egoísta que comulga con esa ideología, me parece dañino. Si todo el mundo fuese de izquierdas, no creo que el drama de los refugiados (que ya no se les debería llamar así) fuese tan grande. Mira, mientras aquí al lado murieron ayer mismo 11 personas, 4000 niños duermen en el barro y detienen a periodistas por cruzar fronteras, los políticos de derechas están más ocupados en colgar carteles de Leopoldo López. No lo entiendo. Igual soy demasiado radical, pero para mí ser radical no es malo.

El libro lo firmas con tu pseudónimo. ¿Te gustaría ver tu nombre real en una portada algún día?

Sí me gustaría ver ahí el apellido de mi padre y el de mi madre, a ellos les haría mucha ilusión. Pero el precio a pagar no me merece la pena. Nunca me he planteado salir del anonimato ni creo que lo haga; andar tranquila por la calle es lo mejor del mundo.

Quizá ese anonimato también te da el poder de, un día, cerrar tu cuenta y aquí no ha pasado nada.

Sí, me siento muy libre. No sé si podría desprenderme de todo porque realmente Barbi soy yo, aunque no todo yo es Barbi. Pero esa parte necesita tener una vía de escape. Las ganas de protestar y el pensamiento crítico son una forma de ser, no una actitud. A lo mejor sí que algún día cierro Twitter, pero buscaré otra vía para evadirme y expresar mi inconformismo. Por ahora, el personaje me deja calmadita.

¿Como recuerdas la explosión mediática de tu cuenta?

Desde que me la hice, antes del 15M (ahí, como todos los que estuvimos en Sol, sí que gané muchos seguidores), el crecimiento ha sido muy progresivo. No hubo un momento en el que de la noche a la mañana tuviese 10.000 seguidores más. Quizá por eso también lo relativicé bien. Con pequeños disgustos, pero vas creciendo y creciendo y llega un momento que ya nada te sorprende ni te afecta. Yo lo llevo muy bien. Soy una persona cabreada en Twitter y feliz en la vida real.

Y para todos esos que tienen tanta curiosidad... ¿Quién, cómo es Barbijaputa?

¿Qué les dirías tú después de conocerme?

Una chica normal, muy simpática. Muy parecida a lo que leemos en Twitter, en realidad. Pero insisto, ¿tú qué les dirías?

Lo primero, que soy una chica, no Nacho Escolar, ni varias personas. Lo segundo, mucha gente me pregunta que cómo tengo tanta paciencia. Les diría que en realidad no soy nada paciente, no sé qué me pasa en Twitter que me controlo. Pero en definitiva, soy una chica que está en su casa, en pijama frente al ordenador con un moño alto, un café y una tostada; que luego se va con sus amigos de cervezas, se emborracha y se coge un taxi. Lo que dices, una chica normal, sin más.

Pero una chica normal no consigue mover a tantas masas...

Igual lo que tenemos que revisar es el concepto de normal. Porque normales, en realidad, no somos ninguno. También te digo que si yo dijera lo que digo desde la cuenta de un chico o en una sociedad igualitaria, tendría sólo mil seguidores. La gente se pregunta: “¿qué pasa con esta chica?”. No, qué os pasa a vosotros. Qué os molesta tanto, por qué tanto odio visceral. Sois vosotros, los machistas, los que dais empuje a que la cuenta siga creciendo. Si tanto molesta Barbijaputa, haceos feministas. Y ya no hará falta.

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